Ignorando el enojo generalizado de la sociedad mexicana ante el evidente fracaso de su proyecto económico (que en realidad no es suyo), y el descrédito acumulado de sus titubeos para ocultar y encubrir la corrupción del régimen que lo encumbró, el doctor Zedillo continúa insistiendo con su conocido discurso de la recuperación económica que está a punto de cristalizar, y sobre los claros signos visibles en todas partes, pero ahora con un elemento novedoso: la calificación de deshonestos para quienes hemos señalado los graves daños que la política económica neoliberal ha generado en el país, y planteado la urgente necesidad de establecer una política distinta.
Quizás tiene razón el Presidente al decir que hemos dejado de proponer soluciones diferentes a las suyas, mas no por pensar que su proyecto sea exitoso, sino al darnos cuenta que ante su soberbia y cerrazón, o por los compromisos contraídos con fuerzas económicas externas y desconocidas para el país, resulta inútil cualquier esfuerzo propositivo de nuestra parte. Así, ante el agotamiento del tiempo, consideramos que el único camino viable está en el rechazo generalizado al Partido Revolucionario Institucional en las próximas elecciones (como todo parece indicar que va a ocurrir), para evitar que los propósitos del Presidente sigan siendo impuestos en el Congreso, contra viento y marea.
No es posible, sin embargo, dejar pasar de lado este nuevo juicio del Presidente hacia quienes diferimos de sus inexplicables dogmas. Resulta al menos cuestionable que quien ofreció bienestar para la familia a toda la sociedad (su promesa nunca fue selectiva o excluyente), no obstante su conocimiento del precario estado de las finanzas nacionales, pueda hoy hacer juicios de deshonestidad, sea ésta intelectual o de cualquier otro tipo.
Los argumentos que usa tampoco son válidos, los empleos que se perdieron en la crisis del 95 fueron en muchos casos de profesionistas, de empresarios, de directivos, de personal especializado, mientras los empleos creados son transitorios y precaristas. Aun la creación de un millón de empleos para el periodo 95-96, resulta insuficiente, dado que en ese lapso la fuerza de trabajo creció en más de 2.5 millones de jóvenes, además del medio millón de quienes habían perdido su empleo. Así vista, la pretendida recuperación del empleo no es otra cosa que una nueva página del proceso de empobrecimiento y desocupación en el que el país se ha venido sumiendo desde hace más de 15 años.
La manipulación del Presidente va más lejos aún, al afirmar el crecimiento económico, que se refiere a un sector reducido y muy limitado de la economía, ignorando voluntariamente los descensos en la compra de todo tipo de bienes y servicios, como lo han anunciado las cámaras nacionales de comercio, que además de reducir el nivel de vida de la población, sigue golpeando y desarticulando las cadenas productivas de nuestro país.
Finalmente, al seguir hablando de recuperación económica como un fenómeno que se explica en términos de indicadores macroeconómicos cuyas cifras bajan o suben como si se tratara de jarras de agua que se vacían y se llenan, el Presidente no toma en cuenta las empresas, los proyectos de vida, las carreras profesionales y las vidas mismas que han sido destruidas a cambio de nada. El Presidente podrá seguir llamando deshonestos, irresponsables y todo lo que él quiera a quienes denunciamos los daños que pueden esperarse de este modelo pernicioso, impuesto a nuestro país desde el exterior como una forma de explotación y retroceso, pero ¿cuál terminará siendo el juicio de la historia, hacia el hombre que no ha sabido, o no ha querido, conducir en la dirección adecuada a la nación? Es muy probable que el próximo 6 de julio, el mensaje que el Presidente reciba del pueblo le haga reconocer la necesidad de cambio, más que cualquier nueva argumentación de nuestra parte.