Si se trata de medir cosas muy abstractas (como desarrollo económico) con un solo indicador, aun asumiendo el enorme riesgo que ello implica, podríamos rápidamente nombrar una mejor variable al monto total de las exportaciones. En ese sentido, rápidamente podríamos pensar en salarios reales, empleo (no a través de los asegurados en el IMSS, sino del personal ocupado con remuneraciones mayores al salario mínimo), calidad del empleo, ingreso per capita, pobreza, etcétera.
Si se presentara la evolución histórica reciente de cualquiera de éstas --o mejor aún en conjunto-- se vería un escenario totalmente inverso a la evolución impresionante que muestran individualmente las exportaciones mexicanas no petroleras. Ello nos indicaría que en los últimos años, al menos, una de las siguientes dos situaciones ha ocurrido: a) que este desempeño exportador nada tiene que ver con la dinámica del resto de la economía nacional o, b) que es peor aún, esa dinámica exportadora se ha asociado a un evidente e innegable deterioro de las variables referidas.
Lamentablemente ese escenario contradictorio no es exclusivo de México. Un informe reciente del empleo que publicó la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) consigna que a pesar de que durante el año pasado toda la región tuvo una recuperación importante del comercio y del crecimiento, esto no representó una mejoría en la distribución del ingreso y, por tanto, un alivio de las condiciones de vida de la mayoría de la población de todos los países. Señala que de los cinco países que tuvieron tasas de crecimiento superiores al 5 por ciento en los últimos años, dos de ellos (Argentina y Costa Rica) mostraron simultáneamente una mayor concentración del ingreso. En concreto, dice que en la mayoría de los países de la región la desigualdad se incrementó debido a que el 10 por ciento más rico de la población acrecentó su participación en la riqueza mientras que el 40 por ciento de los hogares más pobres la redujo.
En ese sentido, ni siquiera Chile --que por muchos analistas ha sido tomado como un ejemplo de desarrollo exitoso a seguir-- escapó de esta tendencia, en virtud de que el 10 por ciento más pobre de la población acusó un sensible empeoramiento de su nivel de vida, mientras que el extremo opuesto de la estructura demográfica (el 10 por ciento más rico) la incrementó sustancialmente.
De acuerdo con la CEPAL, varias razones explicarían este resultado, entre las que se encuentran las siguientes:
-intensificación de la dispersión salarial, debido a que las remuneraciones de los empleos de mayor calificación siguieron creciendo en relación con los empleos más bajos.
-insuficiente (probablemente nula) generación de empleos, destacando particularmente la heterogenidad entre los sectores más modernos y los tradicionales.
-altas y sostenidas tasas de desempleo.
-rezago de los salarios reales a la productividad.
A fin de cuentas, todo parece indicar que el crecimiento económico de la presente década, a la vez que es mucho más modesto que en el pasado, no se asocia --al menos directamente-- con la generación amplia de empleos, ni tampoco con el avance de los principales indicadores de bienestar social. En ese sentido, es plausible señalar que estamos en presencia de nuevas relaciones causales entre comercio exterior, crecimiento del producto y generación de empleos.
Esto, al menos, nos haría replantear las tesis clásicas que indican que el libre comercio invariablemente genera bienestar a todos los involucrados.