Regis Debray
Post-Scriptum a un amigo moderno*
Permitan a un filósofo, es decir a alguien que no quiere pagarse palabras y a quien el desbordamiento de cantaletas no deja de sorprender, ponerlos en guardia contra ciertos eslogans --siempre los mismos que permanecen, desde hace veinte años que el Imperio de mercancías ha penetrado las líneas republicanas.
¿``Menos Estado, Más libertad''? ``Queremos un Estado más modesto y a individuos más emprendedores''? Sea. ¿Porque no decir ``menos República''? ¿No creen que la autonomía de los ciudadanos exige alguna autoridad central y la preminencia del interés general sobre los grupos de presión, naturalmente dominadores y seguros de sí mismos? La República quiere más que un Estado-gendarme y gestionario, ya que esos grupos de presión no son solamente industriales y financieros.
Va la laicidad en sí misma. Porque es una constante en la historia francesa: cuando hay menos exigencia en el ejercicio político, más se busca del lado de las sectas, de las bandas, y de las Iglesias. Nunca se ha visto una disminución del poderío del Estado sin un aumento del poderío de clérigos y mafias. Los obispos, los imams, los gurús de un lado y del otro, los señores del dinero, del agua y de la comunicación.
¿``Alcancemos a Estados Unidos, tomemos prestadas sus recetas de la eficiencia y del dinamismo''? Ustedes que están obnubilados por el modelo americano, no habrán olvidado que la política americana está empapada de religión, y no de cualquiera, la protestante, que incluye en su creencia el derecho a la disidencia? El Estado federal tiene, allá, poderío federal porque está soldada a una teología. El individualismo económico centrífugo habría desunido desde hace mucho tiempo a los Estados Unidos, suscitado la guerra de cada minoría contra la vecina, si no estuviera contrabalanceada por la creencia religiosa centrípeta.
Ser americano es creer en Dios --y en América: In God We Trust. 34 por ciento de los americanos declaran creer en un Dios personal y único, y 63 por ciento está afiliado a una Iglesia. Ustedes, que se burlan de ``la excepción francesa'', ustedes no podrían hacer como si la nación francesa no se hubiera hecho en contra de su religión, mientras que la nación norteamericana, donde ustedes ponen su inspiración fue hecha por ella.
Un Estado liberal francesa y consecuente, en razón del pasado que es el nuestro, debería reinscribir en el programa de escuelas primarias los deberes hacia Dios. Pero ya no sería liberal --sería mariscalista: fue en 1940 cuando esta medida fue adoptada. ¿Va usted a apoyar el Orden Moral? Eso no serviría de nada: nuestro país está descristianizado. Entonces, ¿con qué va a cimentarlo? ¿El deporte? ¿La ciencia? ¿El individualismo? Desprender el supermercado del templo de al lado e importar a nuestro país la mitad del programa US, es importar las injusticias sociales sin el consenso, el mecanismo sin el mesianismo que lo apoya. Y empujar al desmembramiento de la República ``una e individible'' en comunidades, regionales, religiosas, sexistas, y yo paso.
Del conflicto a la armonía
Si usted fuese consecuente --pero eso ya se hace en algunos de sus municipios--, debería de pensar desde ahora en legalizar las policías privadas, en espera de las milicias. Porque habrá que administrar bien el derecho a la diferencia. No hablemos de la educación. Esta pasara de haber sido nacional, bajo el control de potentados o de patriarcas locales, como en los buenos viejos tiempos.
Historia obliga. Hace doscientos años que no se puede uno permitir ser ``americano'' ya que, al cortarle la cabeza al rey en 1793, la República francesa se cortó definitivamente de Dios. Este último eligió como domicilio a las creencias privadas, fuera del Estado. Un retiro que creó un excedente de obligaciones morales, económicas y políticas para los poderes públicos porque en ausencia de Providencia, hay necesidad de un Estado-providencia. Cuando el dinero fluye más rápido que la ley, hacen falta más leyes para poder alcanzarlo. Mientras más mercado hay, más reglas deben de haber. Mientras más finanzas hay, hacen falta más magistrados y legisladores.
Usted se opone sin cesar a los ``modernos'' a los ``arcaicos''. Modernos serían la modernización, el gran mercado europeo, el fin de la excepción jacobina, la supremacía de la economía sobre la política. Permítame recalcarle que su modernismo data de 1890 y de un evolucionismo de escuela primaria. Usted hace suyo ese tiempo linear utópico que se figura al Progreso como una continuación de logros continuos y crecientes, un camino de fierro que va de local a global, y del conflicto a la armonía. Con estaciones intermedias para respirar un momento, antes de ``retomar el camino'' hacia el gran espacio euroatlántico y, en espera de la Unión europea radiante de mañana.
¿No hemos aprendido desde entonces, ante el encuentro de esas mitologías escolares, que el tiempo, bifurca, fluctua, remonta? Los japoneses ya están en el siglo XXI. Ellos ignoran la vieja fábula de los Antiguos y Modernos y la alternativa de los benditos: lo cerrado contra lo abierto. Ellos, más se modernizan, más se arcaizan. Y es porque cultivan su originalidad, su excepcionalidad histórica que absorben muy bien todas las aportaciones del exterior.
En la Expo de Sevilla de 1992, el país más eficiente del mundo (Japón) se hizo representar por un templo shinto de madera, sin videos. Nuestros bellos pabellones ultramodernos se han caído en ruinas, no el de ellos. El Oriente tiene un siglo de adelanto sobre el Occidente porque ya está en madero de pino, y nosotros aún en fibrocemento.
Usted juzga muy estrechamente a la nación republicana. Sea. La Francia debe de abrirse. Sea. Optemos por el gran ancho de Bolsas abiertas de día y de noche. Apostemos todo a la moneda única, respetemos los criterios de Francfort. ¿Puedo recordarle un poco de geografía?
El regreso de Charles Maurras
Todos los países no tienen la oportunidad de ser una isla como el Japón, y por lo tanto más abiertos a lo universal, pero la Francia también es un istmo Norte-Sur, y no solamente una península del Santo Imperio. Abandonar Haití y Africa a Estados Unidos, Indonesia a Japón, el Pacífico a los presbiterianos y el Océano Indico a sí mismo, y obnubilarse sobre el ultra-Rhin, eso es lo que hace florecer a Auvergne, el regreso a la tierra y a sus antiguos parapetos. Esta Europa provinciana, con su derecho a voto reservado a la raza blanca, su egoísmo de gente pudiente, su petanismo sociológico y su atlantismo estatutario, siente decididamente el reencierro. Quien se duerme con Jean Monnet podría despertar con Charles Maurras.
Extraña ``modernidad'' que la Europa descentralizada de regiones y európolis, de ``países'' y de feudalidades, de movimientos religiosos, de guetos y de pandillas, entidades posnacionalistas si la hay, con los templarios de la Banca Central como clave de bóveda. Juzgando demasiado pasado de moda al gorro frigio, se podría volver a sacar adelante a las grandes Compañías y a los Inquisidores. En este caso, se vería una confederación de contadores públicos y de jueces liberar, en reacción una miriada de pequeños nacionalistas llenos de odio. Hay mas fronteras en el territorio soviético después de la URSS que antes. ¿``La Europa contra las tribus'' o bien el desencadenamiento de las pasiones en un plazo? Eso es ``deja vu''.
* Este texto se publica en la edición de mayo de Le Monde * Diplomatique, publicación que volverá a circular en México a * partir de junio.