La Jornada viernes 16 de mayo de 1997

Pablo Gómez
Provocación

Carlos Castillo Peraza es víctima de su propia provocación y, de esa manera, ha hecho daño a su partido y a su candidatura. En la estrategia electoral del candidato del PAN se encuentra una concepción purista y fundamentalista de su propio destino: soy el único que no provengo del PRI (es decir, el puro, el auténtico, el elegido), gritó frenético en la Facultad de Ciencias Políticas.

En la época del neopanismo, cuando la mayoría de los gobernadores del PAN son empresarios llegados a ese partido en años recientes, el fundamentalismo doctrinario de la vertiente reaccionaria de Acción Nacional resurge culposo, de tal manera que sus complicidades con Carlos Salinas deben ser lavadas tratando de deslindar sólo dos campos de la política: el priísmo bajo varias siglas y el panismo en su pretendida pureza de conceptos y conductas.

Así, Castillo Peraza defiende mientras tanto la censura panista de una exposición en Aguascalientes: ``no les parece denigrante esa fotografía'', preguntó el candidato a su auditorio; ``¡no!'', fue la respuesta a coro; ``¿llevarían a sus hermanas a ver eso?'', replicó, necio ante la evidencia; ``¡sí!'', gritaron los estudiantes de una universidad privada.

Con la misma persistencia, Castillo arremete contra Cárdenas, a quien acusa de ser priísta. El candidato del PAN no ha podido comprender el rompimiento político de 1987-88, pues jamás estuvo en sus cálculos, en su entendimiento sobre el país y el Estado mexicano. La supuesta proximidad entre el PRI y el PRD es lo único que sostiene el carácter del PAN como inexorable alternativa: ``la única oposición durante 57 años ha sido Acción Nacional. Por eso no nos quieren ahí (en el debate), porque somos diferentes'', ha dicho Castillo para tratar de reivindicar el destino victorioso de su partido y de él mismo.

El bien y el mal están perfectamente definidos. La lucha es entre dos. Y Castillo Peraza es el arcángel que puede hacer la diferencia entre el cielo y el infierno.

Pero el candidato panista no siempre fue así. En la 54 legislatura (1988-91), cuando su partido había sido lanzado al papel de segunda oposición en las cifras oficiales, pero Cárdenas reclamaba la mayoría de los votos, el PAN habló de fraude pero no dijo a quién correspondía el triunfo. Antes que respaldar los reclamos de Cárdenas, era preciso apoyar a Salinas. Entonces no había gloria a la vista, sino la sola colaboración con el poder.

Seis años de acuerdos públicos y secretos con el jefe del Ejecutivo fueron la lógica secuela del miedo de los Castillo Peraza a un cambio democrático de carácter popular. La oposición a modo, la que no rompía con el viejo sistema, la que haría posible el ``aterrizaje planeado'' del régimen priísta mientras apoyaba en todo al neoliberalismo mexicano (``victoria moral de Acción Nacional''), se convirtió en el contenido de la política panista.

Pero el PAN no admite su falta de visión, por más que su procurador no llegó nunca a ser el hombre de la refundación de la justicia sino la excusa del incumplimiento de las promesas de Zedillo, quien rompió la alianza con Acción Nacional sin previo aviso, urgido por los requerimientos preelectorales de su partido.

Castillo Peraza pretende lavar las concertacesiones realizadas con el poder priísta y los compromisos con la política económica que llevó al país a la recesión. Para ello, echa mano del mesianismo de una derecha con doble moral, la cual justifica siempre sus propias desviaciones con su carácter auténtico y bienaventurado: ``la única oposición'', el representante del bien, la medida de lo legítimo.

Es característica de la derecha pretender imponer a otros su propia moral como medio para confirmar la existencia de lo único verdadero. La diversidad es un mundo inexplicable y, por ello, insoportable. Lo que sin embargo se hace necesario es el engaño, la estratagema que se justifica en la posesión de la verdad que define el bien común, la conquista de lo único. Así, no hay error ni puede haberlo, aunque se tenga que caer en el ridículo de inventar un argumento ecologista para combatir el uso del condón e imaginar, en acto fallido, un preservativo tan largo como la distancia que existe entre la capital y Ciudad Juárez.

El candidato del PAN ha recurrido a la provocación y, al hacerlo, se ha vuelto víctima de su propio enredo. Su espada de arcángel no es suficiente para lanzar a los demonios al infierno.