Luis Javier Garrido
El deslinde

El proceso electoral de 1997 ha mostrado algo que muchos no quieren ver: que los salinistas siguen mandando en México y que Ernesto Zedillo sigue empecinado en imponer en la jefatura del Distrito Federal al candidato salinista que ya todo mundo sabe que es Carlos Castillo Peraza.

1. El escenario que se plantearon Carlos Salinas y Joseph-Marie Cordoba para el 97 no ha cambiado: simular una ``transición'', abriéndole paso a una mayoría del PAN en la Cámara de Diputados y entregándole la jefatura del DF a Carlos Castillo Peraza, un panista salinista confiable, para, a partir de ahí, desplegar una campaña buscando imponer la idea de que la transición ya habría ocurrido. Zedillo cumpliría con las formas y alentaría al PRI y a Alfredo del Mazo para confundir a la ``clase política'' y los consejeros electorales fungirían como comparsas. El único problema es que se les atravesó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, que obligó a Castillo Peraza a una campaña de cloaca que terminó por hundirlo a él mismo.

2. Carlos Castillo Peraza, al utilizar la calumnia y el insulto como armas electorales, alcanzó en pocas semanas el dudoso honor de llevar el debate político de México al nivel más bajo de su historia, pero no logró convencer a los electores. ¿Qué panista podría no haber sentido vergüenza de serlo la noche que éste se presentó a servirle de patiño al payaso Brozo en Televisión Azteca (14 de mayo)?

3. Los analistas se han equivocado, sin embargo, al evaluar la campaña de Castillo por el hecho de que no está fundada en propuestas sino en proclamas moralizantes descabelladas y en ataques calumniosos a Cárdenas, sugiriendo que se está autosacrificando con tal de que el candidato del PRD no llegue a gobernar a la capital. Nada más falso: Castillo Peraza está haciendo campaña para ganar, y si ha actuado con torpeza hundiendo a su partido es por su exceso de confianza al saberse el candidato de Salinas y de Zedillo y constatar que tiene fuertes simpatías en el Departamento de Estado.

4. La paradoja de la campaña panista es que a pesar del desastre personal de Castillo Peraza, está teniendo éxito en un aspecto fundamental: ha alcanzado uno de los objetivos del salinismo, que es el de impedir que se organice una coalición de oposición (PRD-PAN) frente al PRI. El discurso del yucateco muestra no nada más algunos de sus rasgos enfermizos, sino que es congruente con una tesis central de la ``alianza estratégica'' del PAN con Salinas: la de que para el régimen es prioritario desarticular cualquier entendimiento de la oposición contra el gobierno, y así ha logrado garantizarle desde ahora a Zedillo una mayoría neoliberal (PRI-PAN) en la próxima Legislatura.

5. El principal problema del PAN es, sin embargo, que la campaña de lodazal de Castillo Peraza evidenció una vez más que éste sólo es una marioneta de Joseph-Marie Cordoba, haciendo luz sobre las componendas inmorales de algunos dirigentes panistas con Salinas y llevando a su partido a un nuevo desprestigio. Castillo Peraza ha rehuido debatir con el priísmo y ocultar que su programa y el de Del Mazo son similares, pero no ha logrado impedir que se recuerde que él y Diego llevaron al PAN a abandonar sus principios y a apoyar durante seis años al narcogobierno salinista.

6. La ridícula tentativa de los dirigentes del PRI y del PAN por deslindarse del gobierno de Salinas no logra, por lo mismo, engañar a nadie. Los líderes priístas y un buen número de panistas son corresponsables de lo que ocurrió en el sexenio 1988-1994 porque avalaron el proyecto salinista y sus crímenes contra la nación, y eso lo entienden los votantes.

7. La campaña de 1997 está teniendo por todo esto un quiebre a mes y medio de las elecciones, y el momento clave ha sido el 14 de mayo. Los medios ocultaron ese día un hecho que mostró el fracaso de la estrategia del salinismo; la encuesta de Reforma que dio a Cárdenas el 39 por ciento de las opciones de voto, más que sus dos oponentes juntos, pues Castillo cuenta sólo con el 21 por ciento y Del Mazo con el 17. Ese mismo día, los columnistas ``de Los Pinos'' anunciaban que Castillo no estaba liquidado y en los medios se inició una nueva ofensiva de la guerra sucia contra Cárdenas.

8. La campaña de 1997 fue prevista por el salinismo como un escenario para simular una transición de México ``a la democracia'', que no debía ser otra cosa que abrirle mayores espacios al PAN, y ahora se halla entrampado. El gobierno ``de Zedillo'', de acuerdo con las exigencias de Washington, aceptó que ésta debía culminar sacrificando una vez más al priísmo: y esa es la única salida que tiene ahora ``el sistema'' para seguir prevaleciendo. El error de Del Mazo es por lo mismo no entender que su derrota aplastante va a tener un signo para los centros de poder financiero internacional: el de la derrota del PRI, de la CTM, del corporativismo y desde luego del Grupo Atlacomulco.

9. El papel de enterrador del priísmo es así Emilio Chuayffet, quien se autoproyectó en 1995 como ``el líder'' de la clase política, y está quedando como un simple operador del proceso de simulación del salinismo.

10. La historia, empero, aún no termina. En 1997 los ciudadanos no han dejado de sorprender a la burocracia gobernante y ``el sistema'' no ha terminado de dar su respuesta.