La Jornada 13 de mayo de 1997

Ex legionarios: una comisión podría indagar acusaciones contra Maciel

Salvador Guerrero Chiprés Ť Juan Manuel Fernández Amenábar, ex rector de la Universidad Anáhuac-plantel norte, fue también instruido en el estilo distintivo de los Legionarios de Cristo ante otras órdenes católicas: ``Obediencia ciega, alegre y expedita'' y el voto privado, que impide a los novicios aspirar a cargos, criticar a sus superiores y, en caso de conocer de una crítica, los obliga a transmitirla al superior inmediato.

Antes de morir, el 7 de febrero de 1995, el sacerdote legionario de origen español dejó escrito un testimonio de dos cuartillas en donde sostiene, como en conversaciones confirmadas con otros ex legionarios, que Marcial Maciel, superior general de esa congregación, fundada en 1941, había abusado sexualmente de él en Roma; habla de la adicción de Maciel a la morfina comercialmente conocida como dolantin, y sugiere la tremenda dificultad que él, como otros ex legionarios, tuvo que superar antes de hablar abiertamente, décadas después, de la distancia entre la hierática imagen pública de Maciel y sus terrenales apetitos privados.

Escuchó de Maciel muchas veces aquella expresión referida por los legionarios que estuvieron cerca de él durante una década completa y de los que siguieron, actualmente dentro o fuera de la congregación: ``vocación perdida es condenación segura''.

El 8 de febrero de 1995, un día después del fallecimiento de Fernández Amenábar, de entre los 25 familiares y amigos presentes en la capilla de la funeraria Gayosso en Sullivan, quienes lo acompañaron en la Legión de Cristo en los años 50 entendieron a lo que se refería el sacerdote Alberto Athíe Gallo cuando con voz clara expresó: ``Perdonó, pero demandó justicia''.

Athíe Gallo, entonces vicario de la parroquia de Santiago Acahualtepec, en Iztapalapa, y desde hace 14 meses responsable de la pastoral social de la Arquidiócesis de México, obligado a respetar el derecho de confesión, y quizá también por disciplina, no estuvo localizable para este diario.

Quienes estuvieron en aquella celebración eucarística para rezar por el descanso del alma de Fernández Amenábar recuerdan que Athíe había insistido en el binomio ``misericordia y justicia''. La primera, como reflejo del perdón de Fernández Amenábar y ``liberación última'' ante el abuso de Maciel; y la segunda, como una expectativa que responsabilizaba a los que le sobrevivían, comentaron, entre otros Saúl Barrales, José Antonio Pérez Olvera, Félix Alarcón, Arturo Jurado Guzmán, Fernando Pérez Olvera, Juan Vaca, José Barba Martin y Alejandro Espinosa Alcalá.

Ex legionarios que acompañaron en su agonía al ex rector de la universidad fundada en 1964, y en su sede actual desde 1968, están dispuestos a declarar que aún hasta 1984, según testimonio de Fernández Amenábar, Maciel buscaba abastecerse eventualmente de la sustancia que requería, en ese entonces en un discreto sanatorio ubicado en la avenida Ermita Iztapalapa y Río Churubusco, en la colonia Sinatel.

Amenábar fue incorporado al ``círculo íntimo'' de Maciel en 1962, el mismo año en que otros ex legionarios intentaban informar al Vaticano acerca de lo que ocurría en la enfermería del Centro de Estudios Superiores de los Legionarios en la capital italiana.

También en ese año, según el libro Legionarios de Cristo, editado en 1991 por la congregación, se estableció en Malahide, condado de Dublín, en Irlanda, un nuevo noviciado, se inauguró el Centro Cultural Interamericano en la Ciudad de México, ``para la formación integral de dirigentes seglares católicos'' y, destacadamente, el papa Juan XXIII visitó la legionaria Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, al ser coronada la imagen de la Virgen de Guadalupe, y ``estuvo presente todo el episcopado mexicano''.

Fernández es recordado por sus compañeros como un hombre ``dedicado, amable, lleno de disposición para servir''.

En uno de esos paseos que dio con sus ex compañeros legionarios, Fernández, que se hacía entender de diversas maneras tras una embolia que afectó su capacidad de expresión verbal, al pasar frente al sanatorio citado se dirigió a sus compañeros simbolizando con la mano derecha el hacer uso de una jeringa en su antebrazo izquierdo, y después escribió sobre el tablero del vehículo cuatro dígitos: ``1984''.

A la pregunta explícita de si se refería a que todavía en ese año él constató que Maciel se suministraba de ese lugar la droga que requería, Fernández asintió.

En Connecticut, el diario Hartford Courant consigna la afirmación de la otorrinolaringóloga mexicana Gabriela Quintero, quien atendió durante los últimos tres años antes de su fallecimiento a Fernández. Ella afirmó que Fernández le platicó que Maciel abusó en dos ocasiones del entonces seminarista cuando tenía 16 años y una tercera a los 17. La doctora Quintero se siente más insegura en México después de su declaración, según ha hecho saber a los ex legionarios que acusan a Maciel y que, después de 25 años de intentar los caminos institucionales de la Iglesia, decidieron apoyarse en la prensa desde los años 80.

En la declaración dictada por Fernández Amenábar el 6 de enero de 1995, el ex rector de la Anáhuac señala que, como en los otros casos, ante él Maciel ``trató de justificar el uso de drogas y el abuso sexual de mi persona... diciendo que tenía una `enfermedad' y que tenía permiso directo del papa, directamente de su santidad el papa Pío XII''.