León Bendesky
El búmerang de Conasupo
Su nombre lo decía todo: la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo) estaba dedicada precisamente a la tarea de facilitar el acceso de los grupos con menores ingresos de la población a los alimentos básicos. Este no era, de ninguna manera, un objetivo irrelevante
en un país con grandes y crónicas desigualdades sociales. No lo era antes, cuando se creó en 1961, y no debería serlo ahora, a pesar de que la lógica económica prevaleciente y la forma en que se practica la política económica indiquen otra cosa. Y esto en aras de los equilibrios presupuestales y de un funcionamiento libre de los mercados, es decir, sin las distorsiones que provocan las intervenciones gubernamentales en la fijación de los precios o en la concesión de los subsidios.
Ahora el nombre de Conasupo ya no dice nada. Sus funciones han sido redefinidas de modo tal, que han llevado prácticamente a su extinción. Desde 1990 se ha ido desintegrando esta compañía perdiendo toda su capacidad productiva y se ha redefinido su función, dedicándola a ser comprador de última instancia en el mercado de granos. Esta redefinición está inmersa, según los documentos oficiales, en el proceso de modernización de los sistemas de comercialización y abasto, vinculados fundamentalmente a la creación de mercados agrícolas regionales y con una creciente participación del sector privado. Todo este asunto de la modernización del campo sigue estando trunco, está en realidad pendiente, mientras que el sector está profundamente desestructurado y prevalece en él la pobreza de la mayoría de los campesinos mexicanos.
Tan sólo entre 1996 y 1997, el gasto programable de Conasupo está proyectado para disminuir en 18.7 por ciento en términos reales. Esto significa que aun en valores nominales su presupuesto será menor en 2.8 por ciento; al mismo tiempo, los subsidios y transferencias por parte del gobierno se reducirán más de 30 por ciento. Otros datos indican que el ingreso corriente cayó en 1996 en casi 35 por ciento con respecto a 1995, mientras que la inversión física se redujo 15 por ciento.Todo esto señala claramente el destino de esta organización, esto es, su muy próxima desaparición.
La progresiva reducción de las funciones de Conasupo ha contribuido a agravar el problema del acceso restringido a los recursos de los productores más pobres y de la población marginada. La producción agrícola del país muestra un severo rezago, está sitiada por el elevado endeudamiento y los actos de corrupción y se aprovechan las condiciones para hacer grandes negocios privados. Algunos de éstos se han hecho mediante la apropiación de los subsidios estatales a la producción de masa, otros importando leche contaminada con radiactividad de Chernobyl o frijol prohibido para el consumo humano en China, y otros más con acciones impunes en la propia Conasupo. Así, el sector agrícola del país está en un nivel de verdadera subsistencia.
Cada vez que los grandes empresarios anuncian ante el Presidente, en un acto por cierto poco republicano, que harán inversiones millonarias basados en la gran confianza que tienen en la gestión de la economía, resaltan por su ausencia los proyectos en las ramas de producción de alimentos. Y mientras tanto cada secretario de Agricultura anuncia el arribo de la autosuficiencia alimentaria, un gran apoyo financiero al campo o simplemente el reparto electorero de dinero a los campesinos en flamantes esquemas como el de Procampo.
Conasupo había estado hace unos meses en el centro de la atención pública después de conocerse la sospecha de que se habían cometido actos fraudulentos en su administración. Estas acusaciones fueron rápidamente acalladas en el Congreso, donde la mayoría priísta dio carpetazo al caso ante las supuestas evidencias de una activa participación en esos actos de Raúl Salinas de Gortari. Pero el caso Conasupo vuelve ahora como un búmerang sobre la corrupción que corroe de modo agresivo las estructuras del gobierno y hasta del Estado mexicano.
Y la andanada viene desde fuera, al saberse que el Departamento de Justicia de Estados Unidos lleva varios meses investigando el asunto pues podría significar la comisión de delitos dentro de ese país. Cuando todo parecía color de rosa después de la visita del presidente Clinton, la supuesta armonía con que nos trató de convencer el canciller Gurría se torna otra vez en pesadilla para el gobierno mexicano.
Al tiempo que se liquidaba Conasupo para alentar la modernización del campo, se utilizaba esta institución para lo que parece ser la verdadera industria moderna del país, un nuevo tipo de corrupción asociada con los millonarios recursos del lavado de dinero.
Esta actividad asocia a personas de varios giros de la vida nacional: políticos y empresarios, todos de nombres ilustres, que han acumulado desmedidas fortunas, muchos de ellos en unos pocos años. ``Almacén de lo sucio'', llama el Washington Post a lo que convirtieron a Conasupo durante el sexenio anterior, una acusación más sobre lo que parece ser una interminable cadena de delitos y abusos cometidos durante el gobierno pasado a expensas de un país que acabó sumido en una profunda crisis económica.
Esos son los hechos y en medio de todo este nuevo escándalo está una institución que dejó de cumplir con sus fines y se aprovechó para enriquecer a una casta que cada vez tiene menos espacio en México.