¿Cómo se puede leer la visita del presidente Bill Clinton a México a dos meses de las elecciones? No sería incorrecto señalar como hipótesis que si bien la relación económica entre los dos países está canalizada a través del Tratado de Libre Comercio, la relación política que se caracterizaba por un apoyo incondicional al gobierno mexicano y a su partido, el PRI, puede estar en proceso de revisión. La visita de Clinton a México tuvo diversos efectos y estuvo llena de significados y símbolos que necesitan ser interpretados.
Una primera interpretación que ha dominado la opinión pública, y que por supuesto ha sido construida para tal efecto, es que: la visita sirvió para propiciar un acercamiento de los dos gobiernos y de inmediato cambió los tonos ríspidos de reclamos mutuos en materia de narcotráfico y migración, por un discurso lleno de diplomacia y cooperación, expresado en los discursos de ambos presidentes: Zedillo no pudo se más amable y cariñoso (``el presidente Clinton ha demostrado su gran visión de estadista'') y Clinton se mostró sensible y con detalles especiales para sus anfitriones, (``hemos abrazado la sabiduría de Juárez''). Después de varios meses en los que la relación se había raspado, ahora se evidenció un giro más simbólico que sustancial, y en eso radica su importancia y debilidad. En este contexto de sonrisas y detalles, el nuevo discurso es el de una alianza múltiple.
Una segunda interpretación oficial que también se construyó, fue la del proyecto económico común, basado no sólo en estrategias comerciales, sino en una historia compartida y en un futuro de unidad y cooperación. El mensaje más claro es, sin duda, el apoyo de Estados Unidos al proyecto del TLC como la mejor vía de desarrollo para ambos. El acto en el Auditorio Nacional tuvo ese objetivo fundamental: el TLC es el gran proyecto de México para el presente, y también para el futuro. Los implícitos, lo no dicho y los sentidos derivados se centran en un mensaje: el TLC es el proyecto de este gobierno y de su partido, el PRI, y la fuerza de esta presidencia está puesta en su alianza estratégica con Estados Unidos. En palabras de Zedillo: ``México se ha consolidado como el tercer socio comercial de los Estados Unidos (...) Desde el establecimiento del TLC, los intercambios comerciales entre nuestros dos países se han incrementado más del 60 por ciento (...) Gracias al TLC, México exporta hoy a los Estados Unidos más que Taiwan, Singapur y Corea del Sur combinadas'' (La Jornada, 8/V/97). La conclusión puede ser: el TLC no está a discusión y no existe nadie capaz de modificar o cuestionar esta alianza, por lo tanto, se necesita apoyar este proyecto, a este gobierno y a su partido.
Una tercera interpretación no oficial es que Clinton vino a México a apoyar al gobierno de Zedillo y como un efecto de transferencia, al PRI.
Resulta claro, como hipótesis, que los asuntos de Estado no tienen que caminar de acuerdo a los calendarios electorales, pero si esta visita se hubiera realizado dentro de tres meses, 6 y 7 de agosto próximo, el panorama político sería otro completamente diferente, y los efectos políticos inmediatos distintos, por lo menos en lo del respaldo al PRI. Los argumentos contrarios también pesan; el presidente Clinton dedicó 15 minutos al PAN y 15 minutos al PRD, con lo cual se cumplió el expediente de pluralismo. Este tiempo resulta poco frente al resto de un gran espectáculo que paralizó una parte de la ciudad de México y puso al país pendiente de esta reunión binacional. Este México no cambia, las voces críticas quedaron sólo en algunos periódicos y en breves espacios radiofónicos, porque para escuchar a las voces críticas frente al TLC, la vía es a través de la cadena noticiosa CNN, porque los disidentes están prohibidos en la calle y la televisión mexicana. Considero que el apoyo no fue directo, pero no se puede negar que la visita fortaleció la imagen del gobierno de Zedillo. Traducir esta base para un apoyo al PRI será la estrategia obligada de los próximos días; neutralizar esos efectos será tarea de la inteligencia y la creatividad de la oposición.
La relación México-Estados Unidos es, ha sido y será de primera importancia para la agenda pública del país; esperemos que la oposición entienda que el factor Clinton no tiene por qué ser un capital político exclusivo del gobierno y de su partido.