Juan Fernández Ruiz
La muerte de Mnemosina, o de como el hombre pierde la memoria

Los griegos rendían culto a Mnemosina, la diosa de la memoria, porque entendían de la importancia de cultivar y ejercitar una buena memoria. Para ellos había dos tipos de memoria, la memoria natural que era la que se desarrollaba con el pensamiento, y la memoria artificial, que era la que el hombre podía ejercitar. Si un orador quería ser exitoso, debía ser capaz de memorizar largos discursos que mantuvieran un orden y una coherencia adecuados y para lograrlo debía ejercitar su memoria artificial al máximo. Aquel que estudiaba y ejecutaba las reglas y estrategias para tener buena memoria, se decía que se entrenaba en el llamado Arte de la Memoria, cuyo nacimiento se fecha alrededor de 556-468 AC, cuando se escribe el primer tratado que habla acerca de cómo cultivar una memoria más poderosa.

Es irónico que a medida que el hombre va conociendo más acerca de las bases neurológicas de la memoria, ésta va retrocediendo en importancia dentro de la cultura moderna. Para los griegos, tener buena memoria era una herramienta muy poderosa, ya que no sólo infundía claridad de pensamiento, sino que incluso podía asegurarles una importante posición política. Actualmente tener buena memoria sigue siendo importante, sin embargo el arte de la memoria ha sido prácticamente olvidado.

En la actualidad la memoria es vista como una capacidad que a pesar de que todos contamos con ella, favorece especialmente a algunos sujetos afortunados. Para poder entender esta idea tan popular vale la pena regresar incluso a las afirmaciones de los antiguos griegos. Su división en memoria natural y artificial es útil hasta la fecha. La memoria natural es aquella que nos encontramos estudiando arduamente, buscando sus bases filosóficas, sus substratos neuronales, su devenires moleculares. Es uniforme en la población normal y se va degradando lentamente en enfermedades tan devastadoras como la de Alzheimer. A la memoria natural no hay forma de ejercitarla, es una propiedad del sistema nervioso, es como decían los griegos, ``la que surge con el pensamiento'' y como yo agregaría, la que se va cuando las neuronas mueren.

La memoria artificial, a diferencia de la natural, si es ejercitable. Para los científicos actuales, esta no es propiamente una ``memoria'' en el sentido de un sistema mnemónico especial, que tenga una maquinaria propia y discernible. Más bien es como dirían los griegos, un Arte, el arte de sacarle mayor provecho posible a las potencialidades mnemónicas con que nos dotó la naturaleza y que todos los sujetos normales tenemos.

Cuando conocemos en una reunión a un sujeto que después de haber sido presentado al principio de la fiesta, aún recuerda nuestro nombre a la hora de la despedida, no debemos envidiarle porque la naturaleza lo dotó con una mejor memoria, debemos en cambio apenarnos porque no hemos sido capaces de cultivar el arte de la memoria en nosotros mismos. Sí, tal vez sea hora de que nuestra cultura tan rica en tecnología reflexione en la pérdida de la memoria, no por enfermedades del sistema nervioso, sino en la pérdida de la memoria cultural. No le dejemos todo a la naturaleza, ella ya nos regaló una compleja maquinaria que tiene un potencial increíble, ahora nosotros tratemos de cultivar ese arte que nació hace más de tres mil años, y que hemos olvidado únicamente en un par de generaciones. Esforcémonos por recordar y deleitémonos resucitando a Mnemosina.