AUTOPISTA



Película robada


Si usted tiene la mala suerte de vivir en esta ciudad, la pésima de ir al Cine Plaza y la letal de entrar en la Sala 3, le sugerimos que respire hondo (pues no hay ventilación) y que se disponga a decepcionarse. Con total falta de respeto, los cretinos que ofrecen películas en el Plaza proyectan un video en su Sala 3. Así, en vez de Belleza robada asistimos a un atraco del séptimo arte. Durante los primeros diez minutos no hubo sonido, pero de nada sirvió silbar (``aquí no hay cácaro'', explicó alguien que sabe de videos). Seguimos protestando ante la máquina, en una especie de delirio robótico, hasta que llegó un replicante de carne y hueso y conectó el sonido. Obviamente ignoró nuestro ruego de que pusiera la cinta desde el principio. A continuación, vimos la más pálida versión de Bertolucci. La pantalla, apenas del tamaño de una toalla playera, era una miniatura en términos de cine pero un gigantismo para un video. Las siluetas se borraban y los colores se diluían en tal forma que la protagonista nos pareció descalza durante una hora. Como la chica buscaba a su padre, ciertos espectadores recordaron que Edipo quiere decir ``el de los pies atados'' y pensaron que el director ofrecía una clave en los deliciosos pies de Liv Tyler; otros, más cercanos a las filmotecas, intuyeron una cita de La condesa descalza. Sólo hacia el final descubrimos que la actriz llevaba tenis beige . La mala calidad de proyección la había descalzado. Lo mismo ocurrió con otros muchos objetos. Sobra decir que salimos con dolor de cabeza y ganas de consultar a un oculista. En fin, un timo absoluto. Si tuvieran un mínimo de honestidad, los pillos del Cine Plaza informarían: ``En la sala 3 no se puede respirar, la pantalla es chica, si te toca en frente alguien de pelo afro necesitas tijeras para ver la película, proyectamos un video que sólo a veces se oye y donde los negros se ven morados y los blancos tienen la piel de los Simpson.''

Emilio Ebergenyi

Hace exactamente veinte años, Emilio Ebergenyi era un joven locutor que animaba las frecuencias de Radio Educación. En aquella época, la estación era conocida como la ``tercera posibilidad de la radio'', ni tan culta como Radio UNAM o XELA ni tan populachera como la Charrita del Cuadrante. Emilio conducía con humor y estupenda voz los programas Panorama folkórico, En la noche jazz y El lado oscuro de la luna. Su turno de cabina era un auténtico festival de la improvisación y un autorizado cruce de señales de lo que estaba ocurriendo en la ciudad. Eran los tiempos de ``La rumba es cultura'' y, con el apoyo de Froylán López Narváez, Emilio realizaba controles remotos desde antros donde la salsa y la cumbia encendían el aire. Como es de suponerse, su trabajo terminaba en la alta madrugada. Al filo de las cuatro de la mañana, una sonrisa aparecía en su rostro: ya sólo le faltaban dos horas para regresar ante el micrófono. Para Ebergenyi, la cabina de radio es un sustituto del sueño y aun del comedor. Las miles de horas que ha pasado transmitiendo podrían servir para estudiar el comportamiento de un organismo en un espacio tan enclaustrado como el de Biósfera 2000.

Aunque ha trabajado como actor bajo las órdenes de José Caballero, José Luis Cruz y Enrique Atonal, Emilio Ebergenyi es ante todo el Hombre de la Radio. Su entrega total, apasionada, ha mantenido en estado larvario muchas de sus cualidades. Una de ellas es la literatura. Durante cuatro años, Ebergenyi devolvió los guiones de El lado oscuro de la luna con textos que se le ocurrían durante la grabación. Con total desapego, abandonaba sus escritos como botellas al mar: ``ƒchales un ojo, flaco'', era todo lo que pedía. Al reverso de más de mil cuartillas de guiones escribió otros tantos pasajes literarios; casi siempre se trataba de textos intimistas o descripciones poéticas, sin la menor relación con el acelerado contenido del programa.

Los amigos de Emilio sabíamos que sólo había una forma de que sus textos le importaran de verdad: quitarle el micrófono.

Esto ocurrió en 1994. Por primera vez en muchos años, el maratonista de la radio se tomó unas vacaciones y acompañó a Sudamérica al cantante y compositor Marcial Alejandro, con quien comparte un programa los miércoles al mediodía, en Radio Educación.

El resultado es el libro México, de lejitos, que bien podría llamarse Emilio, de cerca. Con la sinceridad desarmante que le imprime a sus comentarios radiofónicos, el locutor nos lleva a sus paisajes más personales. ¿Cuál es el sitio que más lo toca en Argentina? La respuesta es obvia: Emilio Ebergenyi entra a una cabina de radio como Dédalo a su laberinto.

Bitácora de viajes interiores, México, de lejitos es el cuaderno exaltado y sentimental del imprescindible rapsoda de la radio, el hombre que cuenta una historia en el micrófono mientras fantasea con la pluma al reverso de los guiones.

Hace veinte años, Ebergenyi presentó al auditorio de Radio Educación el disco del momento, The song remains the same, de Led Zeppellin. En efecto, la canción es la misma. ¡Felicidades, Emilio!

CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Amenaza de los cocineros

La figura del cocinero tiene algo de ligera, alegre, divertida, chistosa. Si decimos ``a Marta la persiguen unos cocineros'', sabemos que esa persecución no es seria ni peligrosa. Todas las situaciones que pueden sugerirse a partir de cocineros tienen el mismo aire festivo y ligero.

``Le tiene odio de cocinero.''

``Sucedió en la llamada Conspiración de los Cocineros.''

La figura del cocinero pertenece a la comedia, no a la tragedia o el melodrama. ¿Por qué? Preguntas tan sencillas y claras como ésta son, a veces, difíciles de contestar.

Pero más que hablar ahora de eso, quisiera exponer que hubo un tiempo en que el cocinero y sus platillos fueron estimados tan peligrosos que el Estado mismo tuvo que regularlos. Esto, que sucedió en Roma al final de la era de austeridad y templanza republicanas, no hace sino recoger una tendencia humana a considerar la comida, y por ende, los cocineros, como algo potencialmente peligroso. Lo que nutre y sostiene puede, por su misma virtud, también desbaratar. Tito Livio, el gran historiador de la República romana, sugiere que la era de virtud terminó con la llegada a Roma de los refinados cocineros griegos y sus nuevas tentaciones.

El decoro y la sencillez, junto con la piedad, formaban el eje de la virtus (virtud) romana, por lo tanto, toda forma de lujo era enemigo a vencer. El lujo invasor corrompía la tensa virtud y entregaba al ciudadano a la molicie debilitante de los goces exóticos. En su desesperación ante la acometida de los refinados, fueron promulgadas leyes suntuarias (leyes que limitaban los lujos), como la Ley Oppia de 215 a. C., relativa al desenfreno en el vestir y la Ley Fannia, relativa a la comida. ¿Qué se prohibía?

Entre otras cosas un platillo monstruoso, digno de Gargantúa, el cerdo relleno. ``El cocinero arremangó su túnica, desenvainó un cuchillo y con mano temblorosa, tajó de arriba a abajo el estómago del puerco. De inmediato brotaron de las heridas gran cantidad de pasteles de moronga y salchichas'', así se describe en el inmortal Banquete de Trimalción este platillo. Y no sólo eso, también se limitaba el consumo de cerdo prohibiéndose el taco de criadillas, machitos, trompa y cachete.

Pero se permitía el ganso, la gallina y los pichones rellenos. Catón mismo, modelo de virtud, en su De Agricultura, escrito en el año de la promulgación de la Ley Fannia, da las recetas.

La ley prohibía también la ingestión de un curioso animal, muy del gusto romano: el lirón -lo comían con miel. El lirón, llamado en inglés dormouse y famoso personaje de la escena del Sombrero Loco y la Liebre de Marzo en la Alicia... de Lewis Carroll, es animal que hiberna y, por eso, tiene la fama de dormilón que todos conocemos. No conozco a nadie que haya probado a qué sabe.

Ludwig Friedlander (1825-1900) en su monumental enciclopedia (publicada por el FCE en benemérita traducción de Wenceslao Roces) sostiene que el lujo gastronómico de los romanos es sólo leyenda. Este lujo ha existido y existirá y el romano, como documenta Friedlander, palidece frente a otros, como el francés del siglo XVIII, no igualado en refinamiento, ostentación y glotonería. Me pregunto si todavía hay banquetes masivos con 80 o más platillos, servidos en platos de oro por miles de meseros.

En su Silva de varia lección, publicado en 1550, especie de delicioso cerdo relleno de la más variada y nutritiva información, su autor, don Pedro Mexía, se pregunta cuál es la causa de la extremada longevidad alcanzada por Adán y los otros habitantes de la ``primera edad y principio del mundo'' (Adán 930 años, Set 912) y responde dos cosas muy razonables: 1) que ``aquellos primeros padres de todo el linage humano, Adam y Eva, fueron fechos por la mano de Dios, sin otro instrumento y por eso es de creer que los formó excelentíssimamente acomplisionados y en perfecta armonía y proporción de humores, que fue causa de bivir sanos y muy larguíssimo tiempo'', y además 2) ``ayudava también a bivir mucho entonces otra cosa que agora lo estorva, que fue la grande templanza en el comer, assí en la cantidad como en la calidad y variedades de los manjares; porque no había los potages ni invenciones de agora, ni el comer fasta morir o enfermar, ni se sabe ni se cree que antes del diluvio supiessen los hombres comer carne''.

La misma queja en distintos tiempos, la misma amenaza de los cocineros, tan popular en nuestros días que no es preciso siquiera documentarla.




Naief Yehya


LA OVEJA DE FRANKENSTEIN (I)

Hello Dolly

El 23 de febrero de este año, los medios reportaron que por primera vez un mamífero adulto había sido creado mediante el proceso de clonación. El furor sensacionalista no tardó en desatarse: se publicaron reportajes estridentes en los que se auguraba el fin de la especie humana. Políticos oportunistas, científicos incrédulos, moralistas iracundos y el mismo Papa no tardaron en lanzar condenas, dar severas opiniones y hacer llamados a nunca intentar clonar seres humanos. La reacción no se debió tanto a la nueva tecnología como a las ansiedades culturales relacionadas con la percepción de una amenaza en contra de la naturaleza, la integridad y la identidad del Hombre, que ha sido inoculada por la literatura durante siglos, y por el cine desde sus orígenes.

Los genes son segmentos del ADN (ácido desoxirribonucleico), el cual constituye la doble espiral de moléculas que existe en todo núcleo, y que gobierna la forma y función de las células. Desde 1938, Hans Speman predijo la posibilidad de transplantar el núcleo de una célula adulta a un óvulo fertilizado. Este proceso se llama clonación. Desde hace años pueden crearse animales idénticos simplemente partiendo el embrión temprano en su desarrollo. Pero fue hasta 1981 que Karl Illmensee tuvo éxito al clonar ratones a partir de células embrionarias. Desde entonces se han clonado vacas, chivos, conejos y changos con células embrionarias en diferentes etapas de su desarrollo. El embriólogo Ian Wilmut, del Instituto Roslin de Edimburgo, tuvo éxito en un proceso considerado por muchos imposible: sacó la información genética (el ADN) de una célula mamaria de una oveja adulta, la preparó para que fuera aceptada por un óvulo fertilizado de otra oveja, al cual le quitó su respectivo ADN y lo sustituyó fundiendo el óvulo con la célula adulta (proceso que precipitó con una pequeña descarga eléctrica). Su gran aportación fue haber entendido que la clave estaba en el ciclo del ADN. Por eso detuvo el reloj interno de la célula adulta al dejarla sin alimento; de tal forma, pudo sincronizarla con el ciclo del embrión que aceptó la fusión. La célula clonada comenzó a crecer y a formar un embrión, que fue implantado en la segunda oveja. El producto nació en julio del año pasado, en perfecta salud y fue bautizado Dolly (debido a que se utilizó para la clonación una célula mamaria, la cual corre el riesgo de hacerse tan famosa como las de la cantante de country, Dolly Parton, según Wilmut).

Antes del experimento de Wilmut, los científicos creían que la información genética de una célula adulta, y por lo tanto diferenciada (es decir, que se ha convertido en piel, músculo, ojos o hueso), no podía ser reutilizada para formar un organismo completo. Hoy es claro que estaban equivocados. Para tener una idea de cómo funciona la herencia genética, vale la pena visitar la página del Virtual Flylab, una aplicación educativa virtual con la que se puede simular el apareamiento de moscas de fruta (Drosophila melanogaster) para demostrar diversos fenómenos genéticos, en: http://vflylab.calstatela.edu/edesktop/VirtApps/VflyLab/IntroVflyLab.html. Otra extraordinaria página educativa es Genscope: http:/copernicus.bbn.com/genscope/index.html, en la que se puede manipular la evolución.

Peligros de la manipulación genética

Existe el temor de que este procedimiento aplicado de manera extensiva pueda poner en riesgo la diversidad genética de las especies, dar origen a nuevas deficiencias, o incluso a extinciones masivas (un rebaño de animales clonados sería hipotéticamente aniquilado con facilidad por un virus) y, el favorito de todos, engendrar monstruos sanguinarios de 20 metros. La creación de Dolly y la posibilidad de clonar seres humanos ha revitalizado viejos miedos y supersticiones. Podemos recifrar el título de la novela de Philip K. Dick para preguntarnos ahora: ¿Sueñan las ovejas con androides eléctricos? ¿Es Dolly el primer paso hacia el nuevo hombre? La clonación de un mamífero da lugar a interrogaciones éticas y religiosas. Pero como siempre, las verdaderas preguntas son mucho menos maniqueas que: ¿tienen los clones alma? ¿Es el fin del sexo masculino como parte indispensable en la reproducción? ¿Se fabricarán ejércitos de clones para mandarlos a nuestras guerras o para ser utilizados como depósitos de refacciones? En cambio, podemos imaginar el caso de una pareja cuyo hijo único está a punto de morir (y que quizá no pueden tener más hijos por métodos convencionales). ¿Sería legítimo permitirles clonar a su hijo para sustituirlo con una copia?

Las calenturas de Moldavia

Para terminar, acaba de descubrirse una de las transas más siniestras de la red. Muchos cibernautas en Estados Unidos recibieron cuentas inmensas en llamadas telefónicas a Moldavia. Sucede que visitaron una página porno gratuitaÊque ofrecía un programa sin costo para poder ver las imágenes. Pero al tiempo en que se bajaba e instalaba éste, se lanzaba un programa que furtivamente desconectaba el módem, bajaba el volumen de las bocinas, marcaba y reconectaba con un servidor en Moldavia. El usuario no se enteraba del cambio, por lo que aun si se salía de la página seguía conectado al WWW a través de la hermana república de Moldavia.

Naief Yehya

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