La congruencia es una cualidad intelectual y moral de los individuos, que consiste en pensar y actuar conforme a principios firmes, sin desviaciones ni contradicciones dictadas por conveniencias circunstanciales. Pocas son las personas a quienes, aun en su vida privada, no se pueda reprochar una conducta contraria a esta virtud paradigmática; pero es en la actividad pública donde se hacen más visibles las incongruencias, no porque sean más frecuentes, sino porque generalmente hay testimonios documentados de actos pretéritos que permiten establecer los vuelcos o virajes del comportamiento y hasta la simple falta de concordancia entre lo que se dice y lo que se hace en la realidad.
Traigo a colación estas reflexiones, a propósito del llamado deslinde que el PRI ha iniciado respecto del ex presidente Salinas de Gortari, cuya significación real pretende minimizarse con el señalamiento de que no es congruente repudiar hoy lo que se aplaudió ayer. De aceptarse rígidamente ese criterio, todos quedaríamos atados de por vida a relaciones inamovibles que con el tiempo se tornan nocivas e indeseables.
Son muchos y en su mayoría estimables los políticos en activo que durante años militaron en el PRI, en el PAN o en el PRD, y no renunciaron a su afiliación sino hasta que cada quien lo decidió según sus propias percepciones de la realidad política. Así como el marido que al cabo de ocho o diez años pretende divorciarse, no podría ser acusado de incongruente por no haberlo demandado desde el segundo o el quinto año de matrimonio, tampoco una persona que cambia de partido incurre en una incongruencia por haber mantenido su afiliación original durante 10 ó 15 años, antes de renunciar a sus vínculos y optar por otros nuevos. Sin embargo, una de las reacciones más comunes ante este tipo de rupturas es cuestionar, con gesto de inquisidor incorruptible: ¿por qué no lo hizo antes? La misma lógica quiere ser aplicada a personas prominentes del PRI que hace unos días tomaron distancia respecto del salinismo y sus errores.
La experiencia demuestra que toda rectificación corresponde a una acumulación de hechos que en su conjunto resultan ya intolerables; o bien a una evaluación de sus consecuencias ulteriores que sólo el transcurso del tiempo pudo revelar en toda su gravedad o magnitud. Cuando el viejo proverbio afirma que es de sabios cambiar de opinión, no está invitando a la incongruencia sino al contrario, hace hincapié en la necesidad de reconsiderar aquellas creencias o apreciaciones subjetivas que la realidad se encarga de evidenciar como falsas o equivocadas.
En lo concerniente a las oportunas declaraciones de Alfredo del Mazo, en vez de aplaudir la definición personal del candidato priísta al gobierno del Distrito Federal, que aporta certeza respecto de los criterios que asumiría en el ejercicio del cargo para el que ha sido postulado, se le imputa la muy rebuscada incongruencia de haber fungido durante el anterior sexenio en cargos diplomáticos, los cuales no debió aceptar si no compartía ``la visión del Estado'' de quien lo designó. Según los impolutos críticos del ex embajador, debió agudizar al máximo sus facultades premonitorias y prever que no iba a estar de acuerdo con los actos futuros de ese gobierno.
Si de incongruencias se trata, recordemos que Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas no tuvieron escrúpulo en colaborar con el gobierno priísta que organizó y llevó a cabo la emboscada del Jueves de Corpus, hecho denigrante que no estaba situado en el porvenir, sino que ya había ocurrido cuando aquéllos aceptaron y desempeñaron sus respectivos cargos. No fue sino hasta dos sexenios después cuando asumieron el papel de opositores radicales contra el partido que les permitió disfrutar de los únicos años exitosos de su vida pública. ¿Rectificación o incongruencia?
No sólo incongruencias sino veleidades ha cometido el candidato perredista al gobierno del Distrito Federal. En el curso de un mes ha cambiado de opinión tres veces acerca de las características que debe tener el debate que él mismo propuso a sus contendientes. ¿Puede ser confiable alguien que muda de parecer según soplan los vientos? Lo que menos necesita esta compleja y conflictiva macrópolis es quedar en manos de un gobernante-veleta.