Mario Benedetti: el poder no se deja influir por los intelectuales
Angélica Abelleyra/I Ť La literatura tiene, para el escritor Mario Benedetti (1920), un papel ``sin demasiadas pretensiones: ser la liga entre el artista y el receptor. Cuando se establece esa comunicación entre quien hace y quien recibe un poema, un cuadro y una canción --reitera el narrador uruguayo-- se da una de las mejores condiciones para la existencia del arte y se cumple el papel al que la literatura tiene derecho''.
Y si de establecer nexos con el público se trata, Mario Benedetti lo hace en extenso por el mundo. Sus novelas, ensayos, cuentos, reflexiones políticas y poemas convertidos en canciones que memorizan jóvenes y maduros, lo sitúan como uno de los autores latinoamericanos más populares, con adeptos sin tregua y, también, con detractores por su posición de ``aguafiestas''.
Luego de un largo silencio, Benedetti vuelve a dar de qué hablar en términos de literatura. Andamios (Ed. Alfaguara) es el título de su más reciente novela que ya circula en librerías de México, donde se reportan primeros lugares de venta, según la agencia Efe. Un libro de los sucesivos encuentros y desencuentros de un desexiliado que, tras 12 años de obligada ausencia, retorna a su Montevideo de origen con un fardo de nostalgias, prejuicios, esperanzas y soledades. De ningún modo --indica el autor en su nota preliminar-- busca ser una interpretación psicológica, sociológica ni mucho menos antropológica de una repatriación colectiva, sino algo más lúdico y flexible: la restauración imaginaria de un regreso individual.
Para presentar Andamios, Benedetti estará en México el 21 de septiembre, con un recital en el Palacio de Bellas Artes. Antes, para el 16 de mayo, se anuncia que en el World Trade Center se transmitirá una teleconferencia con el autor, como parte de la Feria del Libro que impulsa un grupo de empresarios de Monterrey.
En tanto, España se convierte este mes en sede para el lanzamiento del libro en el mundo de habla hispana, además de ser el país donde el viernes 16 se le otorgará el doctorado honoris causa de la Universidad de Alicante, en reconocimiento a su ``fecunda labor creativa y a su condición de hombre del pueblo''. Días previos a la investidura se realizará en la sede alicantina el Congreso Internacional Mario Benedetti, con la participación de 300 delegados. Además, el ``hombre del mes'' en la agenda literaria española, será motivo de una exposición homenaje sobre su vida y obra, en 20 vitrinas que mostrarán sus más de 50 libros; se proyectará la película Despabílate, amor, basada en sus poemas, y se efectuarán recitales con los escritores cubanos Nancy Morejón y Roberto Fernández y otro con el músico Daniel Viglietti, que clausurará el congreso en su honor. Lo mismo Madrid y Alicante, Santander y Bilbao darán albergue al programa.
Mi poesía no anda por los aires
En avanzada, el autor de 76 años habla en entrevista telefónica desde Madrid, para los lectores La Jornada. En una primera parte, la literatura ocupa el centro de la charla con el narrador de La tregua (1960), Gracias por el fuego (1965) y Viento del exilio (poesía, 1981). En una segunda entrega, serán de política los temas: Cuba y el EZLN; la democracia como engaño y la pena de muerte que debe ser abolida, entre otros tópicos que desgrana el viajero en el exilio por 12 años, durante los cuales recorrió Argentina, Perú, Cuba y España como patrias adoptivas a causa de su salida de Uruguay en 1973 por razones políticas.
Enseguida el texto de la conversación a distancia.
--Andamios está hecha a retazos, con poemas, artículos periodísticos, sueños y diálogos. Háblenos de la forma en que está confeccionada su novela.
--Este libro tiene que ver con lo que metafóricamente es el título: andamios. Esas construcciones transitorias que se hacen cuando se construye o se reconstruye un edificio. La democracia uruguaya, después de 12 años de dictadura, se está reconstruyendo, pero como todavía no ha terminado, precisa de andamios. Ese es el sentido del título, porque el lector no encontrará una novela de veras, de tomo y lomo, sino una novela en 75 capítulos o andamios.
--¿Qué labor tiene usted en esa reconstrucción?
--Los escritores y los intelectuales podemos influir, en todo caso, en las personas, en el ciudadano de a pie. Nunca en los gobiernos. El poder nunca acepta ser influido por la cultura. Básicamente todos los gobiernos la desprecian, porque es molesta.
--¿Por qué cuestiona?
--Porque es independiente, porque puede ser crítica; es más objetiva, no tiene generalmente el compromiso que tienen los gobiernos y trata de decir la verdad. Y, bueno, muchas veces la verdad es molesta. Como intelectual no tengo la menor esperanza que lo que yo escriba o hagan otros intelectuales modifique la conducta de los gobiernos.
--¿Esa desesperanza le da más fuerza para seguir escribiendo y continuar crítico con determinados políticos y gobiernos?
--La única ilusión que permanece en mí es que uno se pueda comunicar con el lector, con ese ciudadano común como yo. Para mí han sido muy importantes tanto en mi vida como en mi obra las relaciones humanas. El hecho de escribir libros, artículos periodísticos, son formas de las relaciones humanas. Y si bien yo no escribo para influir sobre las personas, es muy estimulante cuando uno se encuentra a alguien que te dice que una frase tuya le aclaró tal duda. Eso es un buen premio para el escritor.
--De hecho, usted a través de los poemas que han musicalizado cantantes, se volvió muy popular. ¿Cómo asume esa popularidad?
--La que se da a través de la canción es apenas una primera conexión con los públicos, pero no hay que desestimarla. A veces el público entra en una obra literaria y en la poesía a través de la puerta de la canción. Y si le llama la letra de las canciones, de pronto le interesa ver lo que pasa con ese mismo autor en la zona de la literatura. Pero el primer escalón es la poesía.
--¿Cómo se gusta más: poeta o periodista?
--La poesía es el sector más importante de mi escritura; es donde me siento más cómodo. Es el género más subjetivo de todos y el que escribo con más constancia. En el periodismo que he ejercido muchos años he hecho artículos de opinión, pero últimamente he aflojado la regularidad porque tengo demasiadas convocatorias para atender a todos los géneros.
--¿Con la poesía y el periodismo ejerce una doble vertiente, tener los pies despegados del suelo como poeta y tenerlos en tierra como periodista?
--No creo que con los cuentos y la poesía me despegue del suelo. La poesía mía no anda por los aires, generalmente está con los pies en la tierra. Claro, de vez en cuando uno tiene fantasías en la poesía, pero fundamentalmente se refiere a los contornos y las personas que nos rodean.
--¿Deslinda o no la política de la literatura?
--La literatura siempre es la prioridad, independientemente del tema: sea la política, el amor, Dios o la solidaridad. Si elegimos un género, esa es la prioridad. Si se hace una literatura en donde aparezca lo político, la prioridad sigue siendo para la literatura. Incluso, la mejor literatura, la mejor canción o el mejor cuadro que transmita un magnífico mensaje, si la forma en que se escribe es torpe, perjudica en primer término el mensaje. Lo primero que hay que cuidar es la forma literaria.
Los poetas somos unos aguafiestas
--Como su personaje Javier, en Andamios, ¿cabría para Benedetti la definición de anarcoreta?
--Para nada. Anarcoreta es una confusión de dos palabras: el anarquista y anacoreta; una broma que le hacen los amigos a Javier, quien tampoco creo que tenga nada de anarquista, aunque sí crítico con las cosas que pasan. Yo no tengo nada de anarcoreta.
--¿Y de anarquista?
--Tampoco.
--En la biografía reciente que hizo Mario Paoletti sobre usted dice que continúa más aguafiestas que nunca. ¿A quién le echa a perder el festín?
--Esa es una denominación que saca Paoletti de un poema mío. Y sí, no sólo yo, sino muchos poetas somos aguafiestas. Siempre hay una conmemoración que uno tiene ganas de aguar, como la fiesta de la injusticia, de ese poder omnímodo que suele hacerse entre los decididores que están por encima, incluso, de los gobiernos. Si uno puede contribuir a aguarles la fiesta a esos decididores es bastante estimulante, aunque no tengo muchas ilusiones de que pueda conseguirlo con lo que escribo.
--¿Sigue estando del lado de los perdedores, es decir, del lado de los no decididores?
--Estar del lado de los perdedores no es una decisión propia. Nadie tiene vocación de derrotado. Lo que pasa es que a veces las circunstancias derrotan lo que uno piensa, el lado ideológico que uno comparte. No tengo vocación de derrotado pero sí he estado del lado de los derrotados de América Latina.
--Va a tener un recital con Viglietti que se va a llamar algo así como En defensa de la alegría. ¿Cómo defender la alegría?
--El recital se llamará A dos voces. Y, bueno, a la alegría hay que defenderla de los proxenetas de la risa. Hay que defender la alegría profunda, la que se basa en realizaciones del ser humano, en los éxitos de la convivencia, en los milagros de la amistad y del amor. Defendamos esa y desechemos la alegría frívola y light.