Guillermo Almeyra
Las águilas y el centauro

Albania es el país de las águilas, Turquía, un centauro con la cabeza en Europa y el cuerpo y los cascos sólidamente instalados en el Cercano Oriente, y entre ambos hay una vieja relación y una historia nueva.

En efecto; Turquía, que con el imperio otomano llegó a las puertas de Belgrado e hizo de los albaneses sus soldados más aguerridos, quiere reinstalarse en los Balcanes para volver a hipotecar el futuro de los griegos, de los turcos y de los serbios y retornar a su papel sempiterno de aliado de la potencia de turno (primero la anglofrancesa, contra la Rusia zarista, después la prusiano-austriaca, contra la Entente Cordiale y, desde la Guerra Fría, la estadunidense: recuérdese que en la famosa crisis cubana de los cohetes, Nikita Jruschov retiró sus cohetes de la isla a cambio de la reducción en Turquía de los cohetes de Washington que amenazaban a la URSS).

La otra potencia con aspiraciones a un retorno balcánico es Italia, que incorporó a Albania al Imperio fascista y le dio un rey a su semiprotectorado de Croacia y que hoy está en el país de las águilas para proteger a las industrias italianas que allí fueron a la aventura, ya protegidas por la mafia local y peninsular. Dado que en Albania será muy difícil llegar a elecciones libres en poco tiempo (el perdedor de las mismas se vería obligado a exiliarse bajo la protección extranjera), que no se puede desarmar a las diversas milicias ni impedir siquiera que la mafia tienda a controlar la exportación a Italia de miles de desesperados, es de preguntarse cómo hará el gobierno italiano para mantener una misión que no tiene ninguna finalidad concreta y que lo cubre de deshonor y sostiene, en realidad, a Sali Berisha, el principal responsable de toda la crisis albanesa, sin cuya expulsión del poder no puede haber solución a la misma.

Pero es Turquía el principal problema en la zona, pues por su intermedio han llegado los apoyos al gobierno de Itzbegovic y su grupo derechista islamista, que es el principal desestabilizador de las relaciones con los serbios, en Bosnia-Herzegovina y en el resto de la ex Yugoslavia. El gobierno del líder serbio Slovodan Milosevic ha tratado de desarmar la bomba de tiempo de los Balcanes y, por ejemplo, ha reconocido a los albaneses de la región autónoma serbia de Kossovo la educación en su propia lengua (que antes efectuaban, pero clandestinamente) y el financiamiento de la misma, entre otras medidas de distensión, pero el punto central de la crisis en la zona es la participación turca, pakistaní, saudita y afgana, con el apoyo de Estados Unidos, en la creación de un abceso de tensión bélica que debilite a los europeos.

Al mismo tiempo, Turquía retoma sus intenciones hegemónicas en el Asia Menor y el Cercano Oriente, donde fue potencia imperial hasta la primera Guerra Mundial: tiene problemas con Siria e Irak a raíz del control de las aguas de los grandes ríos que dieron la base a la cultura de la Mesopotamia, y ahora acaba de firmar un tratado militar con Israel que afecta no sólo a los palestinos sino también a los sirios, que se encontrarían entre dos fuegos. Por el mismo, en efecto, los israelíes prepararían a los ``cabezas de cuero'' turcos para combatir a los kurdos del Partido del Trabajo incluso en territorio kurdo-iraquí y, a cambio, Israel compraría tanques antiguerrilla y aviones de bombardeo turcos y probaría su aviación de guerra en el espacio aéreo turco, a pocas millas de Damasco y amenazando también a Irak, cuyo petróleo no sólo se exporta desde el Golfo Arábigo (o Pérsico) sino también por un oleoducto que pasa por Turquía y desemboca en las puertas de Europa.

De este modo todo se entrelaza, pues Berisha exportaba a Bosnia las armas y la droga provenientes de Turquía y, en la geopolítica local, era un peón de Ankara en el tablero donde ésta pretendía desarrollar un juego antiserbio y antigriego. Ahora, apenas fracase la intervención italiana, Turquía, que presiona en Chipre y en el Cercano Oriente y presiona a Grecia en el Egeo y en todo el Mediterráneo Oriental, volverá a las andadas. Por supuesto, lo hará de la mano del Departamento de Estado, que está queriendo expulsar a sus rivales europeos de Africa y también de la zona para poder imponer mejor su imperio mundial. La alianza del centauro con las águilas dependerá en gran medida de la comprensión que pueda tener Italia de que respaldando a Berisha actúa contra sus propios intereses, y de que la Albania democrática, antifascista (y proitaliana y europea) es la de la costa, la que está en armas, la que el gobierno italiano se empeña en considerar un conjunto de bandas de mafiosos...