La Jornada 8 de mayo de 1997

Elogia el anfitrión los acuerdos logrados en drogas y migración

Roberto González Amador y David Aponte Ť Los gobiernos de México y Estados Unidos asumieron el compromiso político de construir una frontera que acerque a los dos pueblos y que, como definió el presidente Ernesto Zedillo, se convierta ``en una línea divisoria entre dos naciones soberanas, no entre la prosperidad y la pobreza''.

El último acto protocolario de la visita a México del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, sirvió de marco para que el mandatario mexicano afirmara que, entre los dos países, ``la actitud de respeto y la disposición al diálogo están permeando, incluso, el tratamiento de los problemas que más nos afligen''.


Los presidentes Ernesto Zedillo y Bill Clinton, durante el
acto realizado en el Auditorio Nacional.
Foto: Fabrizio León

En el Auditorio Nacional, los presidentes Zedillo y Clinton hablaron ante unas ocho mil personas -empresarios, políticos, inversionistas- en una ceremonia presentada como una conferencia sobre el presente y futuro de las relaciones México-Estados Unidos, con ambos presidentes como únicos oradores.

Discurso íntegro del presidente Ernesto Zedillo

Los mexicanos nos sentimos profundamente satisfechos de la muy grata visita del presidente Clinton a nuestro país.

En esta tan valiosa jornada hemos conversado sobre las preocupaciones comunes de ambos pueblos, y hemos acordado decisiones para que nuestra relación contribuya a la prosperidad de mexicanos y norteamericanos, y para que cada una de la dos naciones contribuya a consolidar lo realizado en nuestro siglo.

Pese al terrible drama de las guerras y a la persistencia de la pobreza y el dolor humano, el siglo XX terminará con signos alentadores. Es alentador el avance extenso y firme de la democracia y de gobiernos representativos y responsables ante el pueblo; es alentador el reconocimiento de la primacía de los derechos humanos, las libertades ciudadanas y la participación social; es alentadora, asimismo, la inmensa gama de oportunidades que la educación, el conocimiento, la ciencia y la tecnología ofrecen a las mujeres y a los hombres, a las familias y a las comunidades, y también es muy alentadora la creciente percepción del potencial que tiene la economía de mercado, así como del dinamismo económico, social e, incluso, cultural que imprime el libre comercio.

Con estos signos alentadores estamos en el umbral de un nuevo siglo, de un siglo que, sin duda, será de asombrosos avances, pero igualmente de grandísimos desafíos; el mayor de ellos será el vencer la pobreza y la desigualdad.

Si las generaciones del siglo XX han ido ganando la batalla por los derechos humanos, la libertad individual y la democracia, en el siglo XXI debemos ganar clara y definitivamente la batalla contra la pobreza y la desigualdad; debemos ganarla para los jóvenes y los adultos, para las mujeres y los ancianos, para las familias y las comunidades que con toda razón exigen ser parte del progreso y acceder al bienestar. Para comenzar a ganar desde ahora esa batalla, los mexicanos hemos venido realizando una muy profunda transformación.

Con el esfuerzo tenaz de los mexicanos estamos sentando las bases firmes de un crecimiento para el bienestar y la equidad; estamos construyendo una sólida economía de mercado, pero no cualquier economía de mercado, ésta debe ser un medio, no un fin. Por eso, queremos y lograremos los mexicanos una economía de mercado con corazón y con rostro humano, con sensibilidad social; una economía de mercado que sirva para apoyar eficazmente a los más necesitados.

Con la tradición jurídica de los mexicanos y con una nueva cultura de apego a la ley estamos construyendo un país de leyes y de justicia, y con los ideales políticos y la participación de todos los mexicanos estamos consolidando una democracia plena.

Con el espíritu solidario y el afán de superación de los mexicanos estamos abriendo más oportunidades para las mujeres y para los hombres de nuestra patria. Los mexicanos estamos muy orgullosos de nuestras raíces culturales y de nuestra diversidad social, pues nos han hecho una nación distintivamente única y han formado nuestro carácter, nuestra sensibilidad y nuestra capacidad.

México es una nación orgullosa de su pertenencia a América Latina, porque nos hermanan una historia de luchas afines, una lengua de recia y bella vitalidad, así como las más altas miras para un porvenir de prosperidad y de justicia.

Los mexicanos también estamos hondamente orgullosos de formar parte de América del Norte, porque ésta es tierra de civilizaciones esplendorosas, porque ésta ha sido siempre tierra fértil para el despliegue de las capacidades del ser humano, porque en esta tierra se ha conjugado el dinamismo de la iniciativa individual con la solidaridad comunitaria para un potencial de progreso único en el mundo.

Este gran continente nuestro ha sido tierra abierta a la libertad. Nuestra generación tiene hoy la responsabilidad de reafirmar y consolidar ese viejo espíritu de libertad de nuestras tierras, a través de la libertad de intercambios, de la libertad de comercio. Si en el continente americano la libertad ya ha florecido como democracia, ahora debe florecer como prosperidad.

Los mexicanos estamos convencidos de que el libre comercio abre fecundos caminos para el mutuo conocimiento de los pueblos, para el intercambio y el enriquecimiento cultural. Concebimos el libre comercio como un componente dinámico y decisivo de las relaciones entre las naciones modernas, de relaciones libres y abiertas, amplias e intensas. Concebimos el libre comercio como uno de los más poderosos motores de nuestro tiempo para el desarrollo, para un desarrollo capaz de transformar los retos en oportunidades, para un desarrollo capaz de transformar la desigualdad en equidad, para un desarrollo capaz de transformar las injusticias, que son fuente de conflicto, en bases justas, de armonía y cooperación.

Por eso, México ha saludado y ha asumido la iniciativa de establecer una gran área de libre comercio en el continente desde los primeros años del siglo XXI, y nos proponemos impulsar esa iniciativa en la Cumbre que celebraremos el año próximo en Santiago de Chile. México tiene la honda convicción de que ese paso será decisivo para promover más eficazmente el desarrollo con paz y justicia. Esa convicción es la que ha animado a México a abrir su economía, primera y simultáneamente, hacia Latinoamérica y hacia América del Norte.

En los últimos años México ha promovido el libre comercio y ha hecho un gran esfuerzo para que cada avance y cada acuerdo sea provechoso para quienes lo suscriben. Un ejemplo en la región, en el hemisferio y en todo el mundo es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Gracias al TLC, México se ha consolidado como el tercer socio comercial de los Estados Unidos y, además, como su socio más dinámico.

Desde el establecimiento del TLC, los intercambios comerciales entre nuestros dos países se han incrementado más del 60 por ciento, alcanzando el año pasado un valor cercano a los 150 mil millones de dólares.

Gracias al TLC, México exporta hoy a los Estados Unidos más que Taiwan, Singapur y Corea del Sur combinadas, y también gracias al TLC, Estados Unidos exporta hoy a México más que a Alemania y a Inglaterra juntos, y más que a todo el conjunto de América Latina. Lo más importante es que el Tratado está significando nuevas oportunidades de inversión y más, muchos más empleos en ambos lados de la frontera.

Al anticiparse en la negociación y suscripción de acuerdos de libre comercio México ha dado prueba de la visión y la madurez con que asume sus relaciones en el mundo del siglo XXI, y también da prueba de la confianza que tenemos los mexicanos en nuestro potencial de desarrollo y de la decisión con que asumimos las transformaciones para las exigencias del futuro.

El libre comercio está contribuyendo a editar una relación más intensa y ordenada entre los países de América del Norte y está propiciando un más sólido entendimiento entre sus gobiernos.

Al igual que en otras regiones, el libre comercio se está convirtiendo en el punto de partida para generar una nueva actitud más positiva, más constructiva. Ahora compartimos una nueva actitud de aliento y de confianza en la complementariedad de nuestras economías que nos ayuda a competir más ventajosamente en los mercados mundiales.

Ahora también compartimos una nueva actitud de sumar esfuerzos para multiplicar oportunidades mutuamente provechosas, de encauzar nuestras diferencias en el diálogo para superarlas; de avanzar hacia un progreso más equilibrado y justo para nuestros hombres y mujeres, para los trabajadores y para las empresas; de lograr un desarrollo que no riña con un medio ambiente sano.

El TLC está contribuyendo a que nos conozcan y nos comprendamos mejor, a que nos respetemos y nos escuchemos con mayor atención, a que dialoguemos y negociemos con una disposición más abierta, más constructiva y de mayor cooperación. Esa disposición ya influye positivamente en el tratamiento de preocupaciones compartidas, se refleja en acuerdos y acciones comunes para remediar y mejorar el medio ambiente, para promover actividades productivas y proteger derechos laborales, para facilitar el cumplimiento de normas fiscales y aduanales, para impulsar el desarrollo de nuestras telecomunicaciones, para fomentar el intercambio y la cooperación educativa y cultural, tecnológica y científica.

La actitud de respeto y la disposición al diálogo están permeando, incluso, el tratamiento de los problemas que más nos afligen. Uno de ellos es el tráfico de drogas. Es muy satisfactorio que en el marco de la visita del señor presidente Clinton hayamos suscrito una declaración para la Alianza de México y Estados Unidos contra las drogas.

A partir del respeto a la soberanía nacional, sobre la base de la responsabilidad compartida y mediante la aplicación efectiva de la ley nos hemos comprometido a dar un nuevo ímpetu a una lucha que es por la salud de nuestra población, especialmente de nuestros jóvenes; una lucha que es por la integridad de nuestras instituciones; una lucha que es por la seguridad de las familias, de nuestras comunidades, de nuestras ciudades.

De igual modo en esta visita del Presidente Clinton hemos suscrito una declaración conjunta sobre migración. La declaración expresa el compromiso de ambos gobiernos de atender la migración con un enfoque integral que comprende medidas para fortalecer el respeto a la ley y a los derechos de los migrantes.

Hemos reafirmado la voluntad de nuestros gobiernos de construir una frontera que acerque a nuestros pueblos, que sea la línea divisoria entre dos naciones soberanas, no entre la prosperidad y la pobreza; que sea la línea divisoria entre dos vecinos prósperos, no entre las oportunidades y las carencias.

Esa es la frontera que queremos para los mexicanos y los norteamericanos del siglo XXI y la edificaremos con respeto, con diálogo, con cooperación, todas estas claves en la relación nueva entre México y los Estados Unidos.

Y en estos años, quiero decirlo con absoluta convicción y sinceridad, nadie ha trabajado con mayor decisión para impulsar ese respeto, ese diálogo y esa cooperación que el señor presidente William Clinton.

El presidente Clinton ha sabido conciliar el interés legítimo de su país con el respeto a la soberanía de México y el respaldo solidario a los mexicanos.

El presidente Clinton ha demostrado su gran visión de estadista al trabajar para el futuro de la relación entre nuestros países para que avance sobre las bases de respeto y el diálogo, del entendimiento y de la cooperación.

A la vista del siglo XXI nuestra relación tiene nuevos retos; el reto de saber equilibrar lo inmediato con el largo plazo, el reto de respetar las formas distintas de ser y de sentir de nuestros pueblos y a la vez lograr una cooperación constructiva y eficaz, activa y permanente.

México y Estados Unidos comparten una relación de largo plazo que debemos cultivar entre todos para que fructifique en una convivencia afortunada para todos.

Esta visita del presidente Clinton marca un paso muy importante en la construcción de una relación a la altura de la historia de dos naciones soberanas y orgullosas, y a la altura de las aspiraciones de dos grandes pueblos.

La visita del presidente Clinton confirma que la relación entre México y Estados Unidos está llamada a ser un apoyo fundamental para acometer los desafíos de un nuevo siglo más exigente, para librar y ganar las batallas por una sociedad, un hemisferio y un mundo más prósperos y más justos, y confirma también que todo lo que cada uno de nosotros pueda hacer a ambos lados de la frontera para consolidar esa relación habrá de beneficiar a futuras generaciones de mexicanos y norteamericanos; habrá de contribuir a edificar para ellos una región, un hemisferio y un mundo donde puedan vivir mejor.

Ese es el espíritu que ha manifestado el presidente Clinton en cada momento de su visita a nuestro país, ese es el espíritu que estoy seguro compartirá él ahora con todos nosotros.

Muchas gracias.