La rebelión de Río Blanco, hito en la historia política y social del país
Patricia Vega, enviada /IV, Río Blanco, Veracruz Ť Estamos en la ``cuna del movimiento obrero mexicano'', un lugar que para muchos ha llegado a ser casi mítico: centro de peregrinación de los sindicalistas o de los especialistas en historia obrera.
Si bien -desde el punto de vista de la arqueología industrial- la fábrica textil de Río Blanco es una reliquia arquitectónica del siglo XIX, al mismo tiempo su gran significación social radica en el hecho de haber sido escenario de una de las represiones más cruentas de la historia del movimiento obrero mexicano de este siglo.
Pocas veces hay coincidencia en la interpretación de un hecho histórico, pero en este caso todas las versiones concuerdan: la rebelión de los trabajadores de la fábrica textil de Río Blanco marcó un hito en la historia social y política del país. La famosa huelga y la subsecuente represión, el 7 de enero de 1907, es considerada uno de los antecedentes que culminaron en el estallido armado de 1910. De ahí el valor simbólico de dichas instalaciones fabriles dentro del llamado martirologio de la Revolución Mexicana.
¿Revoltosos?
Un peculiar y fascinante legajo documental hallado en el Archivo Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), el número 142, contiene ``copias de cartas de mexicanos revoltosos'' interceptadas por la Furlong's Secret Service Company y remitidas al consulado de los Estados Unidos Mexicanos en San Luis Missouri el 20 de febrero de 1907. Esos documentos dan cuenta de un aspecto poco conocido de la insurgencia de 1906-1907, en la que hombres y mujeres se enfrentaron a las fuerzas del orden porfirista. De ese legajo es el siguiente testimonio manuscrito:
``...a la fábrica de Río Blanco sólo han ido unos mil obreros (...) Las tropas están recorriendo las montañas cercanas para atrapar a los fugitivos. Muchos están presos: unos 200, y otros tantos fueron asesinados por las tropas inconscientes y salvajes. No pocas mujeres están presas por haber arengado a los obreros. Una mujer heroica, Margarita Martínez, se distinguió entre otros armada de una bandera que tremolaba como una insignia redentora, alentaba con frases elocuentes a los obreros para que atacaran a las tropas. Ahora hay varios batallones guardando el `orden', el orden maldito encubridor de crímenes. Se ha abierto, se ha ahondado más el abismo que separa al pueblo de sus verdugos. Cada día se ahonda más el abismo en que perecerá el tirano. Este año tiene que ser fecundo en acontecimientos y me forjo la risueña ilusión de que 1907 será el fin de la etapa de vergüenza y de martirio del pueblo de México''. La firma de R. M. Caule corresponde a uno de los tantos mexicanos considerados revoltosos.
Para el prestigiado historiador de origen inglés, Barry Carr, autor de varios libros sobre el tema, la violenta represión desencadenada en 1906 y 1907 señaló un cambio de rumbo en la historia de las organizaciones obreras durante el porfiriato. En su libro El movimiento obrero y la política en México 1910/1929 ( Editorial Era, 1981), el especialista establece:
``El aumento en el precio del algodón y la declinación del mercado de telas de esa fibra que se presentó en 1906, hicieron aumentar la presión de la mano de obra textil hasta el punto que fue inevitable un enfrentamiento. A la contundente negativa de los industriales poblanos para atender las demandas obreras de mejorar sus condiciones de trabajo, siguió un cierre de fábricas textiles en Puebla y Tlaxcala, y más tarde, el 22 de diciembre, el cierre de todas las fábricas textiles del centro y el oriente de México, con la consecuente expulsión de los obreros.
``El último recurso de los trabajadores para poner fin a su desesperada situación fue solicitar la intervención del presidente. Este anunció el resultado de su mediación el 7 de enero de 1907: los reglamentos existentes subsistirían, prometiéndose reformas de importancia tan pronto como los huelguistas regresaran al trabajo. Sin embargo, a cambio de esta promesa de acción futura, se pedía a los trabajadores del ramo textil que aceptaran el control de sus periódicos por parte de agentes nombrados por el gobierno y que prometieran abstenerse de tomar parte en huelgas futuras...''
La represión
El historiador Salvador Hernández Padilla, en su libro El magonismo: historia de una pasión libertaria 1900/1922 (Editorial Era, 1984), detalla los hechos:
``Salvo pequeños incidentes, los obreros de las fábricas textiles de cinco estado del país aceptaron el laudo de (Porfirio) Díaz. Pero el domingo 6 de enero en el Teatro Gorostiza de Orizaba, rodeado de fuerzas rurales y policías, se efectuó una caldeada asamblea. A las cinco de la mañana del día siguiente sonó el silbato de la fábrica de Río Blanco. Un grupo de obreros encaminó sus pasos hacia ella, pero no con la intención de reanudar sus labores, sino de incendiarla junto con los patrones y recortados -así se les llamaba en esa época a los esquiroles- que en número menor se encontraban dentro del edificio. Comenzaron por lanzar piedras contra las ventanas del inmueble, y fue entonces cuando el teniente Gabriel Arroyo ordenó -según su propio informe de lo acontecido en Río Blanco la mañana del 7 de enero- que su `fuerza montada desenvainara los sables y retirara a los amotinados'. Lejos de amilanarse los obreros persistieron en su propósito, y de nueva cuenta Arroyo ordenó cargar sobre la multitud... Daba comienzo la rebelión obrera de Río Blanco y no la huelga, como hasta hoy día se le ha llamado.
``Al no lograr su primer objetivo, que era el de incendiar la fábrica, los obreros -que para entonces ya pasaban de los 2 mil- se dirigieron hacia la tienda de raya, propiedad del tendero francés Víctor Garcín y, antes de quemarla, se apoderaron de cuanto en ella había (...) Un numeroso grupo de trabajadores se dirigió a la cárcel y mientras unos liberaban a los presos, otros cortaban los alambres de energía eléctrica (...) Un destacamento de soldados abrió fuego contra la multitud. Se iniciaba una de las represiones más cruentas de la historia del movimiento obrero mexicano de este siglo. Hasta Río Blanco llegaba el subsecretario de Guerra, el general Rosalino Martínez, al frente de 2 mil soldados. La orden que le había dado Díaz era terminante: acabar con la rebelión (...)
``A partir del día 8 de enero, un implacable cateo domiciliario se extendió por todos los pueblos fabriles de la región. Hombres, mujeres y niños eran sacados de sus viviendas y fusilados en los cuarteles. Algunos huían hacia las colinas. Hasta ahí eran perseguidos y asesinados. Abajo, en la fábrica de Río Blanco, los patrones levantaban sus copas rebosantes de champaña y al unísono brindaban con el general Martínez. Celebraban la matanza (...) Se mencionaban centenares de muertos. Pero el señor Presidente fruncía el ceño y declaraba: `Desgraciadamente hubo algunos, no centenares. Tengo entendido que pasaron de 30 y no llegaron a 40, entre soldados, alborotadores y curiosos'.
``Sin embargo, de los 7 mil 83 obreros que laboraban en las fábricas textiles del cantón de Orizaba, hasta antes del paro patronal, sólo regresaron a trabajar, el día 9 de enero, 5 mil 512; faltaban mil 571 y, aunque no todos fueron asesinados, no fueron muchos los que lograron escapar con vida. Ese día, minutos antes de la hora de entrada, los obreros de la fábrica de Santa Rosa fueron testigos de la ejecución sumaria de los dos principales líderes de la rebelión rioblanquense: Rafael Moreno y Manuel Juárez. La ejecución cumplía su cometido: escarmentar a los trabajadores -por lo menos durante un buen tiempo- para que no secundaran a los revoltosos magonistas...''
La regresión neoporfiriana
¿Qué es un monumento? Paco Ignacio Taibo II responde: ``Un montón de piedras que están asociadas a una historia humana y que quieres preservar porque son un memorial de tu historia, no de la historia de otros''.
Las primeras impresiones del historiador y novelista frente a la destrucción del edificio de la fábrica de Río Blanco -rebautizada por su nuevo dueño como Textiles Plácido Mata-, lo llevan a declarar a La Jornada: ``Sin duda en este país se ha producido, en los años recientes, una regresión neoporfiriana que es, curiosamente, muy obvia en el espacio de lo simbólico.
``Los primeros indicadores evidentes se dieron hace cinco años, durante la batalla contra el libro de texto de historia de México: recuerdo muy bien que había un proceso de blanqueamiento de la imagen de Porfirio Díaz; había una revisión de su figura para decir `tiendas de raya, sí, pero construyó ferrocarriles'. Nuevamente venían a vendernos la idea del progreso a cualquier precio. El maquillaje populista, que había acompañado a los gobiernos en décadas anteriores, se perdía totalmente y llegábamos a un descarnado retorno a una propuesta neoporfirista: riqueza para unos poquitos sin importar el costo social.
``Es curioso, pero en este país las grandes batallas siempre se han dado en torno a los elementos simbólicos, todo se vuelve `representativo de'. Y ya en el contexto de la destrucción de la fábrica, que fue durante mucho tiempo el símbolo de la resistencia obrera al porfirismo -Cananea y Río Blanco son los nombres que, asociados, te decían que el porfirismo no fue el progreso barato de los ferrocarriles, sino la cara de la represión, la brutalidad, las tiendas de raya, el despotismo, el gobierno asociado a patronales-, no es sorprendente que primero se empiece por el monumento y luego se siga con el sindicato; son fenómenos totalmente asociados que forman parte de la mentalidad de `les vamos a dar paz y prosperidad, pero tal como nosotros las entendemos'.
``Hay dos sentidos de la historia que siempre han estado en choque: ¿qué entenderá un patrón neoliberal, salinista, como concepto de la historia? Pues el tener en su casa dos platos de la vajilla en la que comieron Maximiliano y Carlota. ¿Y qué entendemos nosotros como concepto de la historia? Pues que el lugar donde los rurales y el ejército porfirista asesinaron a los obreros en Río Blanco, sea respetado tal cual, para que la memoria no se pierda.
``Es un fenómeno muy interesante: el Instituto Nacional de Antropología e Historia ha tenido una posición extraordinariamente progresista en esta defensa del derecho a la historia y a la memoria, pero no sólo a nivel de sus actos formales desde la autoridad, preservando monumentos, conservando piedras, sino que también la ha tenido en la vida diaria: el sindicato del INAH ha sido uno de los más activos en la defensa de los contenidos de una memoria.'' (Patricia Vega)