La Jornada 4 de mayo de 1997

Calculan en $107 millones los daños causados en Río Blanco

Patricia Vega, enviada/ III, Río Blanco, Veracruz Ť Muchos dicen haber presenciado la escena. Diversos testimonios recabados entre trabajadores y funcionarios describen al propio empresario, Juan Mata González, manejando el trascabo utilizado para arrasar un conjunto de casitas -descritas por él como ``casuchas''- para trabajadores y talleres que consideró inservibles.

``Cargó con todo lo que había dentro, ni siquiera nos dio chance de sacar nada y hasta tuvimos que salir corriendo'', señala tímidamente un trabajador que pide guardar el anonimato.

Esta es, tal vez, la imagen más elocuente de la modernización preconizada por el empresario Juan Mata González, quien el 27 de agosto de 1993, durante la reinauguración de la fábrica de Río Blanco, prometió -ante el beneplácito del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari- invertir un mínimo de 200 millones de dólares y crear innumerables fuentes de trabajo para alentar el desarrollo de la región de Orizaba.

Ochenta y dos años antes, el periodista estadunidense John Keneth Turner en su influyente libro México bárbaro, publicado por primera vez en 1911, escribió: ``Se dice que el mayor orgullo del gerente Harkington -inglés, de mediana edad y ojos acerados, quien vigila el trabajo de 6 mil hombres, mujeres y niños-, estriba en que la fábrica de textiles de algodón de Río Blanco no sólo es la más grande y moderna del mundo, sino también la que produce mayores utilidades respecto a la inversión''.

Los peritajes especializados

En peritajes elaborados por diversos especialistas se concluye que la fábrica de Río Blanco es una obra civil relevante del siglo XIX, cuyas estructuras metálicas habían sido movidas en un siglo; por tanto, se trata de un monumento histórico protegido por las disposiciones de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos, y su reglamento.

A partir de la revisión de diversas fuentes bibliográficas, hemerográficas y documentales -como fotografías y planos-, la licenciada Nuria María Rosa Salazar Simarro (cédula profesional 1100994) elaboró un dictamen de 15 cuartillas sobre la historia de la construcción de la fábrica de Río Blanco, centrando su investigación entre la constitución de la Compañía Industrial de Orizaba, SA (Cidosa), en 1889 y 1910, con el fin de distinguir lo edificado en el siglo XIX y lo correspondiente al XX.

La especialista señala que la primera etapa de la construcción de las instalaciones fabriles se llevó a cabo entre el 28 de junio de 1889 y el 9 de octubre de 1892, fecha en que la fábrica de Río Blanco fue inaugurada por el presidente Porfirio Díaz, contando en ese entonces con tres amplísimas naves para las operaciones de hilado, tejido y estampado, que ocupaban un área de 32 mil metros cuadrados. Además, se construyeron los tres fosos de las turbinas, a lo largo de la calle que se encontraba entre dichas instalaciones fabriles y los talleres (mecánico, carpintería, hojalatería, fundición, las fraguas y la herrería).

En el dictamen también se establece que había el andén de las bodegas de algodón, borras y desperdicios, separadas entre sí por muros tan gruesos que se consideraba que en caso de incendio se mantendrían aisladas unas de otras. El edificio que albergó las oficinas centrales de la compañía destacaba por la torre del reloj, situada sobre el acceso principal de la planta. En los extremos de ese edificio se construyeron sendos almacenes que, poco después, se convirtieron en casas habitación de dos plantas para los empleados y operarios de la fábrica. Una compleja instalación hidráulica aprovechaba las aguas de los ríos Blanco y Salado, mediante la construcción de un canal.

Asimismo, se señala que la fábrica de Río Blanco tuvo una segunda etapa entre 1892 y 1899, en la que fue ampliada la planta fabril y se llevaron a cabo importantes obras hidráulicas relacionadas con la efectividad y economía en la producción de hilados y tejidos de algodón. Y citando al libro publicado por la propia empresa para celebrar su centenario, se agrega que ``toda la obra de la segunda etapa se realizó como extensión de la primera, empleando los mismos materiales, la misma técnica constructiva, el mismo estilo arquitectónico y las mismas dimensiones modulares, con el resultado visual de una gran unidad en todo el conjunto''.

Una vez establecido el carácter de ``monumento histórico'' de la fábrica de Río Blanco, edificada en su mayor parte a fines del siglo XIX -utilizando sistemas constructivos de fierro colado (estructuras importadas de Bélgica), cuya técnica de colocación y montaje a base de remaches y tornillos constituye una muestra del desarrollo tecnológico de la naciente industria de la construcción europea, derivado de la Revolución Industrial-, los arquitectos Raúl Salas Espíndola (cédula profesional 608633) y Alfonso Zamudio Castro (cédula profesional 1907397) fueron los peritos designados por el INAH para elaborar un dictamen arquitectónico que describiera y cuantificara los daños ocasionados a la mencionada instalación.

Los arquitectos establecen, empezando por la delimitación perimetral del predio, que sobre un antiguo murete rematado anteriormente por una reja de fierro colado se colocaron páneles de concreto armado fabricados en el sitio, ocasionando la pérdida de la transparencia que existía a través de la reja entre la fachada principal y su contexto inmediato. Asimismo, el conjunto histórico arquitectónico de la fábrica se ve afectado por la desaparición de su acceso principal, concebido desde el proyecto original, ya que coincidía con el eje de composición de la torre ubicada sobre el edificio administrativo del conjunto fabril. De igual manera, señalan agresiones consistentes en la demolición de muros originales y la desaparición de dos accesos para el ferrocarril.

Entre los diversos daños ocasionados al inmueble histórico, los arquitectos señalan: obras de modificación a la Casa del Consejo, con el propósito de adecuar el inmueble como hotel; en el eje que divide el hotel de la zona fabril se han alterado los niveles originales por medio del relleno de tierra, se ha construido un lago artificial y una alberca, y las antiguas bodegas de algodón fueron demolidas totalmente.

El peritaje, cuya versión original es mucho más amplia y detallada, calcula el monto de los daños en 107 millones de pesos (más lo que se acumule por las obras que siguen en proceso), con base en la intervención de restauración integral destinada a revertir los daños provocados al monumento histórico a partir de 1993. Sin embargo, en el dictamen elaborado por los arquitectos Salas Espíndola y Zamudio Castro se advierte que sólo es posible revertir un porcentaje de las obras de adecuación y modificación ya que en muchas partes, al ser demolidas las estructuras históricas, los daños son irreparables, debido a que es imposible recuperar las características arquitectónicas originales.

En consulta telefónica realizada posteriormente, el INAH aclaró que todas las modificaciones señaladas son atribuidas a Mata González, hecho que se puede probar técnicamente con diversos planos, fotografías y fuentes documentales.

Las autoridades municipales

Descendientes directos de ``los que hicieron historia en 1907'', el arquitecto Armando Núñez Espinosa y Roberto Porras Valdez, regidor quinto encargado de Obras Públicas y jefe de Prensa y Estadística, respectivamente, del ayuntamiento de Río Blanco en poder de los panistas, se quejan de que le han girado numerosos oficios a Juan Mata González y éste no les hace caso.

Argumenta Roberto Porras: ``Son arbitrariedades, hace lo que quiere. No sé si tenga por ahí, como dicen, algunas palancas, pero sinceramente sí causa problemas con sus acciones y la gente está descontenta. Algunos lo apoyan porque, la verdad, se necesita el trabajo, pero desafortunadamente el señor no cumple lo que promete y es muy dado a hacer lo que le viene en gana. La posición del ayuntamiento es aplicar la ley pero, desgraciadamente, este tipo de gente no obedece''.

Núñez Espinosa aclara que empezó a ejercer su cargo público como regidor de Obras Públicas el primero de enero de 1995, cuando Mata González ya casi había concluido su obra, y agrega: ``Los que le extendieron las licencias de construcción fueron los que estuvieron antes -concretamente el ex presidente municipal, el priísta Joel Rodríguez. Con la intervención del INAH, la Agencia del Ministerio Público Federal nos mandó un citatorio y fuimos a declarar -ante el licenciado Bernardi- lo que teníamos que declarar.

``Ahora, ya como ciudadano rioblanquense y como arquitecto, no me pareció bien que modificara la fisonomía de la fábrica, porque es un edificio histórico. Y no soy el único rioblanquense que piensa así, ya el presidente municipal -Luis Abascal Amador- le pidió que, cuando menos, quite la barda para que cuando vengan personas de fuera, pues vean lo que fue la fábrica.''

El regidor de Obras Públicas de Río Blanco se declara ``impotente'' para frenar lo que describe como prepotencia de Mata González, e ilustra la situación con un ejemplo: ``No pidió permiso para poner el armatoste ese a media calle, (el funcionario municipal se refiere a una antigua máquina estampadora que estaba en el jardín de la planta Acabados Río Blanco, ubicada en Xochimilco). Ya le mandé un oficio y no hace caso. ¿Y sabe cuánto me cuesta quitar eso? La hora de máquina sale en 2 mil pesos y hay que traerla de Puebla o Veracruz, porque aquí no hay. Mata sí tiene dinero, él mandó traer una grúa no sé de cuántas toneladas, sacó el armatoste de su fábrica y lo puso a media calle, donde le dio la gana.

``No quiero que se malinterprete lo que decimos Roberto Porras y yo: el señor Mata es empresario, correcto. Si tiene la idea de producir y generar fuentes de empleo, ¡qué bueno! Nosotros lo aceptamos, pero también tiene que respetar las leyes. Que no se confunda: Río Blanco no es tierra de nadie y aquí hay leyes.

``Mire, los trabajadores dicen que están con el señor Mata por conveniencia, porque sus familias dependen de ese trabajo. Hay mucho desempleo en la zona, pero eso no significa que se deje a Juan Mata hacer lo que quiera; el señor se siente maquinista, topógrafo, ingeniero, arquitecto y no contrata a nadie, por eso las cosas están hechas con las patas, sin los conocimientos técnicos especializados. Por eso las cosas luego le salen mal, como el canal que desvió, y ahora haga de cuenta que de la pared brotan unos chorronones de agua que inundan las casas de los que viven al lado de la fábrica...''


``Pese a que estoy dejando todo bonito otra vez, se quejan''

Con columnas de hierro estructural fundido -el material de soporte arquitectónico más resistente, ligero, audaz, hermoso y avanzado de la época- traídas de Bélgica y Francia, el armado de los salones de la fábrica textil de Río Blanco se empezó a montar bajo la dirección del ingeniero Arturo Coca, el mismo año de la inauguración de la Torre Eiffel, a fines del siglo XIX, siendo inaugurada por Porfirio Díaz el domingo 9 de octubre de 1892, apenas tres años después de la creación de la Compañía Industrial de Orizaba, SA (Cidosa), fundada por Tomás Braniff.

Después de 105 años, al filo de las dos de la tarde, la entrevista con Juan Mata González concluye con una exhaustiva visita a las instalaciones fabriles: 240 mil metros cuadrados construidos. Una motocicleta conducida por el propio empresario facilita un recorrido que se prolonga por casi dos horas. En los distintos salones de trabajo, los obreros se hacen a un lado al paso del veloz vehículo y observan las piruetas de su patrón, que logra pasar su motocicleta entre telares y máquinas de diversos tipos. Es así como el dueño puede supervisar personalmente en cualquier momento lo que ocurre en todas las áreas de trabajo.

Los vigilantes, habituados a ese tipo de recorridos, abren las pesadas puertas de metal casi al mismo tiempo que suena el peculiar claxon de la moto que entra y sale de las diversas áreas en que ha sido subdividida la fábrica. De cuando en cuando, Juan Mata se detiene para dar una explicación sobre el área visitada o señala con el dedo una construcción en proceso y afirma: ``Observe como están los muros derruidos, eso tiene que repararse, ¿no le parece? Después de que estoy dejando todo bonito otra vez, se quejan... Francamente no entiendo de qué destrucción me hablan''. En otras ocasiones, frente a una máquina detenida, pregunta si ya está lista para funcionar. Lo cierto es que todos los obreros se cuadran al paso de su patrón que, a veces, los saluda o se detiene para sugerir un ángulo fotográfico.

``No necesito arquitectos''

Cuando la reportera pregunta por los arquitectos que dirigen las diversas obras en proceso, Juan Mata responde: ``No necesito un arquitecto para mandar reparar un muro; cuando encontré ventanas apolilladas le dije a un carpintero que las pusiera nuevas, en el mismo estilo en que estaban antes''. Frente a una obra suspendida temporalmente, el empresario señala el estado ``lamentable'' en que encontró las oficinas administrativas que, una vez remodeladas, albergarán una sección del hotel El Aguila, que mediante un puente se comunicará con las instalaciones hoteleras que antes eran la Casa del Consejo y que por ahora sólo albergan a visitantes distinguidos o familiares del dueño del Grupo Plamat.

Ya a cielo abierto, el empresario conduce a la reportera a la parte posterior de la fábrica, y señala el lugar al que fue trasladado el enrejado de hierro traído de Bélgica a fines del siglo XIX para ser colocado en la fachada principal de la fábrica de Río Blanco, y que ahora ha sido sustituido por altos muros. El recorrido termina con una orden a su chofer y asistente personal: ``Que le cosan a la señorita un par de toallas y un juego de sábanas para que tenga una muestra de lo que aquí hacemos. Luego la llevas a comer a la Casa del Consejo para que vea como está todo, la esperas y, cuando acabe, la acompañas a la salida''. (Patricia Vega)