La Jornada Semanal, 4 de mayo de 1997


EL SNCA: UNA REFLEXION

Alberto Blanco

En otros números hemos ofrecido revisiones críticas del Sistema Nacional de Investigadores. En esta ocasión, el poeta y ensayista Alberto Blanco, quien formó parte del jurado que recientemente otorgó los apoyos del Sistema Nacional de Creadores de Arte, ofrece una ponderada reflexión, no exenta de autocrítica, sobre este discutido tema de la cultura mexicana.


Ahora que se han dado a conocer los resultados para el año en curso de la convocatoria del Sistema Nacional de Creadores de Arte, quisiera compartir algunas reflexiones en torno al Sistema, y a la vez -en calidad de miembro del mismo desde 1994 y, sobre todo, como miembro de la Comisión de Evaluación en el área de Letras de este año- hacer una sincera autocrítica.

Por lo que toca a las reflexiones, quiero aclarar que éstas se encuentran contenidas en una carta que entregué a las autoridades del Sistema Nacional de Creadores fechada el 24 de febrero de 1997, con copia para los miembros de la Comisión de Evaluación, misma que ahora hago del dominio público.

Pero antes de proponer a su consideración estas reflexiones en torno a la constitución del Sistema y sus procesos de selección, y a la luz de las diversas reacciones que estos concursos provocan -y que van desde la muy justificada alegría de aquellos que obtienen su ingreso al Sistema, hasta la tristeza, el disgusto y el desánimo, la indignación y el desdén de los que no fueron favorecidos por los fallos de las Comisiones de Evaluación-, quiero comenzar por la autocrítica. Porque creo que el que ejerce la crítica debe ser el primero en pasar al pizarrón. Y mi autocrítica se condensa en dos instancias: la primera fue un error; la segunda, una ingenuidad.

Debo decir, en primer lugar, que a fines del año pasado fui invitado por José Luis Martínez a formar parte de la Comisión de Evaluación en su modalidad de Letras, y que -no sin serias dudas de mi parte- acepté por una razón principal: me pareció incoherente e incorrecto declinar una invitación de las autoridades del Sistema a participar en el dificilísimo trabajo de selección que implica su conformación, cuando ya antes he sido favorecido por el mismo.

A pesar de todo ello, y viendo el tamaño del monstruo y sus contradicciones (asuntos que abordaré en detalle en las reflexiones contenidas en la carta), a fines de enero tomé la decisión de renunciar a ser jurado. Sin embargo, los juiciosos argumentos de las autoridades y -sobre todo- mis propios escrúpulos me impidieron mantenerme firme en mi decisión. Ahora sé que debí hacerlo y creo que cometí un error al actuar en sentido contrario.

La segunda instancia, a la que he calificado de una ingenuidad, es la siguiente: por compromisos pactados de antemano no pude estar presente en la sesión final donde se discutió el ingreso de los nuevos miembros del Sistema. Es por ello que dejé, con mucha anticipación, mi evaluación escrita. Por desgracia, las consecuencias de este acto han sido, para mí -y creo que también pra otros- lamentables.

A pesar de haber revisado con suma atención todos y cada uno de los 139 voluminosos expedientes que nos fueron confiados (misma cantidad que me exigió abandonar por más de un mes todos los demás compromisos y trabajos personales, para poder dedicarme de lleno a la tarea de su revisión y evaluación); a pesar de haber intentado una reflexión seria, sincera, de las contradicciones del Sistema Nacional de Creadores y sus criterios de selección para poder fundamentar mi dictamen; a pesar de haber hecho a un lado -en la medida de lo que es humanamente posible- las inclinaciones personales, para no cometer arbitrariedades; a pesar de haber puesto todo ello por escrito para compartirlo con las autoridades y los demás jurados -y, ahora, con los lectores en general-, el hecho es inamovible: uno nunca sale bien librado de esta lides.

Para muestra basta un doloroso botón: entre los escritores que por méritos propios merecían obtener su ingreso al Sistema Nacional de Creadores, no quedó ninguno de mis más cercanos y entrañables amigos: ni Pura López Colomé, ni Luis Cortés Bargalló, ni Francisco Serrano ni çlvaro Uribe fueron seleccionados. Tal vez por falta de experiencia en estos menesteres (debo decir que es la primera vez que participo como jurado en un certamen de estas características), ingenuamente me pareció que, antes que nada, sus obras se bastaban a sí mismas, y que con mi apoyo razonado y escrito -a todas luces insuficiente- estarían dentro del Sistema. Una verdadera ingenuidad. Confieso abiertamente que me equivoqué al pensar que yo cumplía con mi responsabilidad como jurado dejando mi evaluación por escrito. Los resultados me demuestran que cometí un craso error.

Una situación como esta que describo no es mera anécdota ni cosa excepcional. Y es que tratando de ser imparcial uno puede llegar a cometer injusticias, sobre todo con la gente más querida. Creo que todos los que han padecido el trance de desempeñarse como jurados han sufrido situaciones equivalentes o semejantes, por razones que van desde las obvias limitaciones personales -como las que acabo de confesar- hasta otras que son constitutivas del Sistema y que, me parece, vale la pena airear. ¿Por qué? Porque el Sistema Nacional de Creadores sigue operando con una serie de contradicciones y hasta de incoherencias que le impiden llegar a ser un organismo sano, con métodos de evaluación más justos.

Por lo que toca a las contradicciones, me remito a la carta aludida y a las reflexiones en ella contenidas. Por lo que toca a las incoherencias, baste citar, a guisa de ejemplo, la más reciente: a pesar de que el Sistema Nacional de Creadores no se propone como una serie de becas, sino que intenta constituirse, justamente, como un Sistema, es incoherente que acepte que hoy, en su seno, todos los miembros del Sistema somos iguales, a la vez que acepta que hay algunos que son ``más iguales'' que otros. ¿A qué me refiero? A la reciente -y lamentable- decisión del Consejo Directivo de avalar un doble estatuto que permite a todos los miembros que entraron al Sistema en la primera generación solicitar su reingreso, mientras que no lo admite para todos los demás. ¿Por qué?

El Sistema Nacional de Creadores surgió, en gran medida, como una propuesta que tomaba como modelo (tal vez errónamente, éste es uno de los muchos aspectos del Sistema que habría que discutir) al Sistema Nacional de Investigadores. Pocos investigadores en el país estarían en desacuerdo con la siguiente afirmación: el SNI ha permitido que se desarrolle una actividad científica en México que de otra forma sería impensable, y ha contribuido decisivamente a que no se desmantele la planta de científicos del país.

Desde su inicio, en la década de los ochenta, el SNI ha tenido que buscar mecanismos de autorregulación que afinen y afirmen sus métodos y sus propósitos. Y lo ha conseguido. Como resultado de todo ello, el SNI cuenta en la actualidad con casi 6,000 miembros, y el porcentaje de rechazo que admite en cada una de sus promociones es del orden del 30%. Se trata, como se ve, de un orden de frustración muy manejable para el gremio de los científicos. El Sistema Nacional de Creadores, en cambio, cuenta apenas con unos 360 miembros, pero lo más grave es que el porcentaje de rechazo en cada una de sus convocatorias es del orden del 90%. Los niveles de frustración son altísimos, y a estas alturas punto menos que insoportables. Y si no lo creen, pregúntenle a todos los escritores, y artistas en general, que merecen estar en el Sistema -no pocos de ellos lo merecen con creces- y que no lo están. ¿Cómo no va a haber inconformidades?

Cabe aclarar que de los 360 miembros del SNCA, alrededor de la mitad del total de ``creadores artísticos'' pertenece a la primera generación, y que ésta es la única autorizada a solicitar su reingreso en abierta contradicción con el modelo de Sistema que se pretende implantar. ¿No se trata, pues, de una incoherencia? ¿Es válido que un Sistema Nacional opere, de hecho, con dos reglamentos totalmente distintos -y contradictorios- al mismo tiempo?

Por todo lo expuesto, y porque creo que es posible llegar a ver un Sistema más justo, he decidido hacer pública esta carta.

Al Consejo Directivo
y a los miembros de la Comisión
de Evaluación en el área de Letras
del Sistema Nacional de Creadores de Arte

Por medio de la presente quisiera compartir con todos ustedes algunas reflexiones sobre el Sistema Nacional de Creadores de Arte y su proceso de integración, para el cual fui convocado en calidad de miembro de la Comisión de Evaluación de Letras para el año de 1997.

Primero que nada, quisiera decir que pertenezco al Sistema Nacional de Creadores desde 1994, y que el apoyo que he recibido del Sistema ha sido para mí muy importante. Entre otras cosas, el dinero que recibo como miembro del Sistema facilitó mi regreso a México después de pasar algunos años dando clases en el Programa de Creación de la Universidad de Texas en El Paso.

Sé, pues, por mi propia experiencia, qué tanto puede significar el apoyo económico del SNCA para un artista y no dejo de tenerlo presente a la hora de compartir con ustedes los comentarios y las propuestas que siguen.

1. Cualquier discusión seria sobre la forma de operar del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sobre el papel que en él desempeñan las Comisiones de Evaluación tendría que comenzar, desde mi punto de vista, por tratar de entender por qué existe un Sistema Nacional de Creadores de Arte, pues de otra forma resulta inútil tratar de comprender por qué tendríamos que elegir entre cientos de artistas a unos cuantos que merecen el apoyo del Sistema.

2. Me parece que, para tratar de entender, así sea en mínima parte, las razones básicas que justifican la existencia de un Sistema Nacional de Creadores de Arte, tenemos a la mano dos posibilidades. La pragmática: el Sistema existe porque sí; por razones políticas; porque se necesita; porque muchos artistas tienen dificultades económicas y hay que apoyarlos; o porque otros países cuentan, de alguna forma, con sistemas semejantes. Y la filosófica, que tendría que comenzar por poner en tela de juicio las palabras ``Arte'' y ``Creadores'', y luego las otras dos: ``Nacional'' y ``Sistema''.

3. Mientras no tengamos claro qué entendemos por ``arte'' y por ``creador'', creo que resulta perfectamente inútil intentar cualquier aclaración de los términos que siguen. Al menos por lo que toca a este miembro del Sistema Nacional de Creadores y de una Comisión de Evaluación, estas palabras, ``arte'' y ``creación'', son la clave que nos puede allanar la salida de un laberinto en el que estamos metidos.

4. Pero, ¿por qué hablo de un laberinto en el que estamos metidos algunos -tal vez todos- los miembros de las Comisiones de Evaluación del Sistema Nacional de Creadores de Arte? Por una razón muy sencilla: porque no sólo no es posible evaluar las cualidades que hacen de una obra un trabajo netamente superior a otras que se han desarrollado -más o menos- en igualdad de condiciones y que han conducido a logros semejantes, sino que -como decía el gran Pero Grullo-, además, es imposible.

5. Pero, ¿por qué es imposible? Porque yo quiero saber dónde se encuentra la balanza analítica que habrá de permitirnos evaluar la producción de 139 escritores, entre los que se encuentran esta vez unos 40 que, desde mi punto de vista, tienen -otra vez, más o menos- los mismos méritos para entrar a formar parte del SNCA.

6. Se me dirá que es justamente en este ``más o menos'' en donde radica la responsabilidad -y hasta el arte- de los jurados. Pero yo reto a cualquiera de los miembros de las Comisiones, o a las mismas autoridades, a que me digan qué poemas tienen más mérito: ¿los de Elsa Cross o los de Gloria Gervitz? ¿Los de Myriam Moscona o los de Elva Macías? ¿Los de Verónica Volkow o los de Pura López Colomé?

7. Y, sin embargo, la mitad de estas poetas forman parte del Sistema Nacional de Creadores y la otra mitad no. ¿Por qué? ¿Acaso de veras es posible pintar una raya -una demarcación objetiva- que nos permita decir: esta sí y esta no? No lo creo.

8. Entonces, ¿cómo hacer la selección? Este es el laberinto al que tan amablemente se nos ha invitado a pasar, con la pretensión idílica de que habremos de salir de él no sólo bien librados, sino con una lista de 6 o 7 escritores que objetivamente son mejores que los otros ciento treinta y tantos que habrán de esperar mejores tiempos, o mejores circunstancias, o jurados más benévolos, o simple y sencillamente un mejor y más abultado currículum.

9. Porque no es posible engañarnos: el Sistema Nacional de Creadores de Arte es, hasta ahora, un reconocimiento al currículum de un artista -en nuestro caso, de un escritor- y no a las cualidades o calidades intrínsecas de su trabajo. Un premio a su ``trayectoria''. Y es que, ¿quién, en su sano juicio, podría pensar que los miembros de la Comisión de Evaluación de Letras van a leer las obras de 139 escritores en un par de meses?

10. Cierto es que, si se nos ha convocado a dar un dictamen, es porque se confía en nuestra capacidad de deslinde. Pero también es cierto que nuestras lecturas son siempre insuficientes y que -al menos en mi caso- desconozco, bien sea en parte o hasta en su conjunto, la obra de muchos de los escritores que solicitan su ingreso al Sistema.

11. Creo que se necesita o bien mucha ingenuidad o bien mucha arrogancia para decir: ``puedo juzgar en base a lo que he leído hasta ahora, y a los que no conozco los puedo descartar precisamente porque no los conozco. ¿Por qué? Porque si fueran de veras buenos, yo los conocería. El hecho de que yo no los conozca es prueba más que suficiente de que no son buenos''. Expediente cerrado.

12. En mi caso, por ejemplo, resulta que, salvo las honrosas excepciones que no hacen más que confirmar la regla, soy un lector prácticamente nulo de narrativa. ¿Qué puedo opinar, en realidad, de la trayectoria de muchos novelistas y cuentistas que solicitan su ingreso al Sistema? ¿Y qué decir de aquellos que escriben para cine? ¿O de los que escriben periodismo, teatro o literatura infantil?

13. Repito: no sólo no se puede dar un dictamen justo, rápido, imparcial y objetivo, sino que además es imposible. ¿Qué hacer entonces? Veo tres alternativas. La primera: dar un juicio arbitrario basado en el propio gusto -siempre cambiante- y en el conocimiento -siempre insuficiente- de la materia. La segunda: cambiar las bases de la Convocatoria para invitar a los Creadores a solicitar su ingreso de acuerdo con nuevas reglas. La tercera: no escoger. ¿Hay otras? Tal vez una cuarta alternativa -la que no se define aún con claridad y que ni siquiera sé si existe- sea la buena.

14. Confieso que a mí la tercera alternativa es la que más me seduce y la que considero, a final de cuentas, la más real y sincera. Porque -volvemos al inicio de esta carta- ¿por qué hay que escoger?

15. ¿No sería mucho más deseable vivir en un medio en el cual un artista pudiera desarrollar su trabajo honestamente y, a la vez, pudiera vivir honestamente del mismo? Si así fuera, en el acto se acabarían los empujones y las envidias que todos estos concursos y convocatorias -con sus respectivos fallos- generan.

16. Claro está que es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Lo que tendría que suceder en este país para que semejante cosa fuera posible es poco menos que un milagro. En el caso de los escritores, debería suceder que las colaboraciones a periódicos y revistas se pagaran bien, desterrando la práctica de los pagos ``simbólicos'' que todos hemos padecido; que hubiera regalías suficientes derivadas de nuestros libros, lo cual implicaría más y mejores lectores con el suficiente poder de compra; que se desterrara la nefasta costumbre de ver el trabajo de un escritor como un regalo que vale mucho, muchísimo, pero que no cuesta nada.

17. Por supuesto que, para que cosa semejante sucediera, habría que inventar al país de nuevo. Es evidente que resulta más fácil otorgar unas becas o apoyos o reconocimientos a unos cuantos cientos de artistas y escritores: a un grupo selecto de ``creadores''. ¿Acaso es otra cosa el Sistema Nacional de Creadores de Arte?

18. Mientras sigamos dando por sentado que sabemos lo que es un ``creador'' y que la ``creación'' es un punto de partida unánime sobre el que todos estamos de acuerdo, inevitablemente desembocaremos en contradicciones como estas que he señalado. Yo sólo quiero hacer notar que estas contradicciones no son las de muchos artistas ni las de muchos lectores, auditores y espectadores, y que, por lo tanto, no son insuperables. Bastaría con quitar el acento de los productos de los ``creadores'' -los artefactos- y poner el acento en la ``creación'' -el ``arte'', la conciencia y el conocimiento con los que se hace algo (``Tan bien como pude'', como ponían en sus firmas los hermanos Van Eyck)- para que comenzara a entrar un poco de luz al laberinto.

19. Mientras tanto, no hay ni habrá manera de justificar que un equis número de artistas -en el caso que nos ocupa, de escritores- sean miembros del Sistema Nacional de Creadores de Arte, y que en esta medida disfruten de todas sus ventajas y sus prerrogativas, mientras que un número necesariamente mayor se sienta afectado, y hasta estafado, pues con no poca razón habrán de pensar que cuentan con tantos méritos como otros muchos que forman parte del Sistema.

20. Es por todo esto que, después de aclarar que de las tres alternativas mencionadas para resolver este crucigrama, la que yo prefiero, por mucho, es la de no escoger, no nos queda entonces más alternativa que escoger alguna de las otras dos: la subjetiva o la objetiva. Y conste que podemos -y aun debemos- dejar abierta la posibilidad de que exista una cuarta alternativa todavía no definida, porque las dos que se presentan como viables me parecen muy poco satisfactorias. Pero vayamos por partes y dediquemos una breve reflexión a las alternativas actuales.

21. La primera, la que he llamado ``subjetiva'', consiste en premiar las obras que a mí me gustan, de los escritores que yo conozco. Pero, ¿qué importancia tiene que sea tan sólo lo que a mí me gusta, o que se trate, tan sólo, de los escritores que yo conozco? Si hemos de elegir esta opción, no hay que plantear estas preguntas. Una mezcla de ingenuidad y de arrogancia habrán de ser suficientes para resolver el dilema.

22. La segunda, la ``objetiva'', consistiría en proponer las bases de una nueva convocatoria, completamente distinta a la actual, que operara siguiendo criterios cuantitativos. Sugiero, a manera de ejemplo, tres alternativas:

  • Una primera opción -y ya que las publicaciones en el área de letras no son arbitradas- sería entrar en el galimatías de valorar y tabular -como se hace en buena medida en el Sistema Nacional de Investigadores- la importancia de los libros publicados en términos de las editoriales que los publican, y hacer otro tanto con todas las publicaciones en diarios y revistas, así como con los premios, las notas, las traducciones, las conferencias, las presentaciones y las críticas, tanto en el país como fuera, otorgándoles distintos pesos específicos y jerarquías, etcétera, hasta llegar a obtener una cifra total -un criterio objetivo, cuantitativo- que permitiera decir quién va punteando en la improbable carrera. Sería cosa -en pocas palabras- de entrar al terrible mercadeo de los ``puntos''.

  • Una segunda opción consistiría en dividir el monto total de los estímulos en cantidades menores para que mucha más gente se pudiera beneficiar de los apoyos. Aquí habrá que poner en tela de juicio uno de los aspectos del SNCA que a mucha gente le resulta más difícil de explicar: ¿por qué otorgar apoyos económicos a escritores y artistas encumbrados que no los necesitan?

  • Una tercera opción con una pizca de humor: acordar un número cualquiera de libros publicados (digamos cinco libros) y un número también aleatorio de premios (digamos un par de premios nacionales) para que el solicitante pudiera obtener un boleto para entrar a una rifa. Todos los boletos participarían en una lotería o tómbola de donde saldrían favorecidos, conforme a sorteo, sólo unos cuantos números (digamos siete) que pasarían a formar parte del SNCA. Se trata de una solución limpia, objetiva, y casi cabría calificarla de científica, toda vez que el azar es objetiva y científicamente demostrable.

    En resumen: es evidente que, hasta la fecha, lo que ha operado dentro de los mecanismos de selección para pasar a formar parte del Sistema Nacional de Creadores de Artes es, en realidad, una mezcla un poco confusa de criterios cuantitativos -cuántos años dedicados a la escritura, cuantos libros, cuántas publicaciones, cuántos premios- y criterios absolutamente subjetivos, por no decir arbitrarios (se trata de premiar a los que yo conozco).

    En la medida en que los criterios cuantitativos dominen la selección, habrá que resignarse a la idea de que un Kafka, un Pessoa -o, para estar más cerca de nuestro propio medio cultural, un Juan Rulfo- no tendrían la menor posibilidad de entrar a formar parte del Sistema. En la medida en que los criterios subjetivos predominen, seguiremos hundidos en el amiguismo, el revanchismo y las cuotas supuestamente debidas a los grupos de poder cultural. Ninguna de las dos alternativas me parece digna y honesta. Creo que, visto así el panorama, lo único sensato es concluir que, o bien no escogemos, o bien buscamos una cuarta alternativa.

    Por lo pronto, la única medida más o menos razonable y más-que-pragmática parece ser aquella que toma como sus puntos de referencia a los ``creadores'' que ya forman parte del Sistema. Así, de acuerdo con esta medida, es injustificable que artistas que tengan más o menos la misma cantidad y calidad de trabajo que los que ya han sido favorecidos por el Sistema, no sean admitidos en él. Y, claro, en el más o menos comienza el cuento de nunca acabar.

    Y aquí cabe hacer notar lo siguiente: hay muchos escritores que obtuvieron su entrada al Sistema Nacional de Creadores de Arte en las primeras promociones, que se verían en serias dificultades para ser aceptados en la convocatoria de este año... lo cual, por decir lo menos, no es justo.

    Tampoco es justo que escritores -como es mi caso- que se desempeñan como jurados y que no están familiarizados de manera suficiente con ciertos géneros -por lo que a mí toca: el teatro, el periodismo, y, en general, la narrativa- tengan que evaluar el trabajo que otros escritores han desarrollado en estas áreas.

    Insisto, mientras no nos vayamos a fondo en una observación apasionada de la realidad de las contradicciones que estamos todos -autoridades, comisiones de evaluación, ``creadores'' y postulantes- viviendo en el Sistema Nacional de Creadores de Arte, no podremos proponer alternativas más inteligentes.

    Pero, para ello, se requiere de buena voluntad, creatividad y tiempo. Creo que es posible construir un Sistema menos arbitrario, más abierto, más acorde con su carácter creativo y mucho más justo. Aquí está mi granito de arena.

    Alberto Blanco
    24 de febrero de 1997