La Jornada Semanal, 4 de mayo de 1997


BARCELONA Y SU ENSANCHE

Miquel Adrià

La exposición Cerdà: Ciudad y Territorio, montada en el Museo de la Ciudad de México, empezó en Barcelona como la primera etapa de un periplo mundial para homenajear a un pionero del urbanismo moderno. La libertad individual, la privacidad familiar, la voluntad igualitaria de calidad y servicios para todos los barrios, fueron algunos de los objetivos de la ciudad integral. Esas ideas formaron el Proyecto del Ensanche de Barcelona de 1859 y constituyeron las bases de la Teoría General de la Urbanización de 1863, las dos obras fundamentales de Ildefons Cerdà, un ingeniero de caminos dedicado enteramente al urbanismo. Ha sido la validez actual de las ideas de Cerdà lo que ha impulsado a presentar en diversas ciudades del mundo esta exposición, que aporta ideas a los crecientes problemas de las aglomeraciones urbanas, muchas de ellas inmersas en un caos informe.


Recientemente, han surgido propuestas urbanísticas en las que se contempla a la ciudad contemporánea como fruto del azar, y la desaparición de la ciudad tradicional como el resultado de la explosión de las grandes infraestructuras y el crecimiento demográfico. En este sentido, la experiencia urbanística de Barcelona y su Ensanche decimonónico podrían quizá cuestionarnos esta excesiva confianza en el azar como hacedor de ciudades.

La exposición Cerdà: Ciudad y Territorio nos da a conocer en detalle, mediante planos originales, fotos y análisis comparados con otras ciudades, el Proyecto del Ensanche de Barcelona, que fue en realidad el proyecto de una nueva ciudad y que ha permitido a la Barcelona cerdaniana mantener todavía hoy una calidad excepcional -como se ha empezado a reconocer mundialmente a raíz de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992.

Pero cabe preguntarse cómo sería la Barcelona actual sin el proyecto de Cerdà. ¿Habrían sido posibles las Exposiciones Universales de 1888 y de 1929 -para la que se construyó el Pabellón Alemán de Mies van der Rohe? ¿Se habrían desarrollado con la misma exuberancia y belleza las obras modernistas de Gaudí, Puig i Cadafalch o Domnech i Montaner, que se esparcen por el Ensanche barcelonés? ¿Se habrían producido con tanto éxito los Juegos Olímpicos? Basta observar otras ciudades mediterráneas semejantes para responder negativamente.

Pero, aun siendo extraordinarias las aportaciones teóricas de Cerdà, es mucho más importante lo que los ciudadanos siguen percibiendo en Barcelona, es decir, los logros reales: se circula mejor que en otras ciudades similares, hay un mayor asoleamiento y aireación, y en definitiva una mayor racionalidad en la práctica urbana.

No es menor la aportación simbólica de Cerdà. Resulta indudable que cuando alguien piensa en Barcelona, recuerda primero que nada el Ensanche. La imagen simbólica de Barcelona es básicamente la obra de Cerdà, quien, en palabras del escritor catalán exiliado en México Pere Calders, ``era uno de esos hombres que intentaban tener los pies en el cielo''.

Las ideas que parecen haber guiado a Cerdà en la concepción del Ensanche de Barcelona giran en torno a la lucha contra la densificación y al abaratamiento del precio del suelo para hacer posible a la clase trabajadora el acceso a una vivienda digna. La ciudad vieja no sólo arruina la salud y el bienestar, sino que pone constantemente en grave peligro la necesaria cohesión social.

Estos son los puntos básicos de su propuesta:

  • La vivienda es el soporte fundamental de la calidad de vida y punto de partida del razonamiento de Cerdà, para quien el ideal eran las casas con jardín, por lo que impone una superficie generosa de vivienda (200 m2), asegurando en el contexto urbano la privacidad del individuo en su hogar, así como la higiene (aire, sol, ventilación, luz natural).

  • La manzana (isla, cuadra) es el primer elemento compuesto en el camino hacia la complejidad urbana. Las dimensiones superficiales de la manzana, las alturas reguladoras de los edificios, la profundidad edificable, el patio interior de manzana, la fachada mínima o la relación de la altura máxima con la anchura de la calle, son aciertos insuperables que, pese a las oscilaciones o degradaciones , han permitido conservar hasta hoy una alta calidad de vida.

  • La viabilidad del Ensanche Cerdà, su gran eficacia y funcionalidad, es el componente más visible y universalmente conocido. Todos los cruces disponen de un suplemento de superficie del cien por ciento para asegurar la continuidad de movimiento, y de carga y descarga. Además de la continuidad del flujo interno, se fortalece la conexión metropolitana y la ``vialidad universal'' con las grandes avenidas, como la Gran Vía, la Diagonal, la Meridiana y el Paralelo.

    La topografía del proyecto de Cerdà es claramente ortogonal, homogénea e igualitaria, lejos de las configuraciones radio-concéntricas (congestionadoras y discriminatorias), o de la pura superposición laberíntica y caótica de los viejos caminos rurales mal adaptados.

  • La intermodalidad, concepto avanzado para su época, en la que se pretende aprovechar las ventajas de todos los sistemas de transportes -sólo estaba ``prohibido prohibir''-, y donde los paseos peatonales eran compatibles con calles para carruajes y otras para trenes. La introducción del ferrocarril lo llevó a adaptar la cuadrícula del Ensanche, segregando las vías destinadas al ferrocarril para situarlas a un nivel distinto. La introducción de la tercera dimensión lo remitió a hacer compatibles las diferentes redes de servicios y especialmente el alcantarillado, ya que elaboró el plan de saneamiento de Barcelona.

    Esta propuesta fracasó. El ferrocarril nunca llegó a cubrir el territorio urbano y sólo con la llegada del coche los esquemas de Cerdà han adquirido pleno valor, anticipándose a Le Corbusier. A estos efectos, es un precedente del Plan Voisin de París, con sus vías e intervías, caminos en medio de los jardines o patios de manzanas para los peatones.

    Las propuestas de remodelación urbana, encabezada por Oriol Bohigas a partir de 1982, sólo eran posibles si existía una fuerte estructura urbana como la del Ensanche. Bohigas propuso dos estrategias puntuales: por un lado, la monumentalización de la periferia, dotando de significado a las ciudades-dormitorio mediante espacios de carácter público, como la plaza, el paseo, el parque, la escuela, el hospital, el ayuntamiento y el monumento. Por otro lado, proponía el ``esponjamiento'' de las densas áreas urbanas de la ciudad medieval, abriendo y saneando un tejido muy deteriorado para injertarle objetos de calidad, como el Museo de Arte Contemporáneo de Richard Meier, o el Centro de Cultura de Alberto Viaplana.

    Este nuevo modelo de ciudad a base de intervenciones puntuales ejemplares, paradigma del urbanismo contemporáneo aplicado por muchas ciudades europeas y latinoamericanas, sólo es posible si se interviene en estructuras urbanas fuertes, claras y articuladas.

    Recientemente, Fernando González Gortázar se refería a la ciudad de México como la ciudad sin dueño, y reclamaba una urbe no sólo conformada por una estructura sobre el plano, sino también armada por monumentos y símbolos que permitan al ciudadano identificarse con ella.

    Creo que el ejemplo de Cerdà nos sirve para reivindicar una propuesta de futuro y para recordar que la Barcelona proyectada en 1860 es la que hoy conocemos; que la forma de las grandes urbes del próximo milenio dependerá en buena medida de las propuestas urbanas que seamos capaces de imaginar hoy, y no de intervenciones puntuales ejemplares sobre un territorio insuficientemente estructurado, que convertirían la ciudad en un producto ultraliberal en el que los condominios encerrados sobre sí mismos y las privadas exclusivas flotarían en medio de una masa informe de autoconstrucciones que se levantaría entre cerros sin límites.