La intensa batalla de contrapropaganda sostenida en los días recientes por Carlos Castillo Peraza y Cuauhtémoc Cárdenas despide el inconfundible olor de las letrinas y despierta serios temores acerca de sus consecuencias destructivas, que podrían frustrar las expectativas creadas por las reformas democráticas al régimen de gobierno del Distrito Federal.
El intercambio de dicterios entremezcla certeza y dudas que debieran ser examinadas separadamente. Las certezas más obvias son: 1) La escritura notarial cuya copia fue exhibida por Castillo Peraza es un documento auténtico. 2) El predio de playa Eréndira es actualmente propiedad de la señora Amalia Solórzano. 3) Los derechos correspondientes derivan de un acto jurídico formalizado con la intervención de su hijo, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, por entonces gobernador de Michoacán.
Las dudas serían: 1) ¿El predio cuya propiedad se transmitió, por decisión gubernativa, a la señora Amalia Solórzano, estaba sujeto al régimen de los bienes de dominio público del estado de Michoacán? 2) En caso afirmativo, ¿se formalizó previamente un acto de desincorporación con base en la legislación por entonces vigente en dicho estado? 3) ¿Fue un caso aislado o, como afirma el hoy candidato del PRD, fue uno entre varios actos de regularización de la tenencia de la tierra? 4) ¿Existe algún decreto o, en su defecto, algún acuerdo de carácter general relativo a las fracciones regularizadas, donde aparezcan los nombres de los distintos beneficiarios y la extensión y colindancias de las respectivas porciones?
Desde otra perspectiva, emergen también las siguientes dudas: 1) ¿Cómo obtuvo Castillo Peraza copia del testimonio notarial que exhibió, reprodujo y repartió públicamente? 2) ¿Se lo proporcionó el notario que dio fe del acto jurídico respectivo? 3) ¿Lo solicitó a una dependencia oficial, como el Archivo de Notarías o el Registro Público de la Propiedad? 4) ¿Demostró, en cualquier caso, un legítimo interés jurídico para requerirlo? 5) ¿Cuál fue el interés jurídico que invocó? 6) ¿Mintió para obtener el documento? 7) ¿Se lo entregó una tercera persona? 8) ¿Lo obtuvo ésta legítimamente o mediante subterfugios?
Conforme al señalamiento de que fue José Córdoba Montoya el provedor del documento que esgrimió ante los medios Castillo Peraza, las certezas son: 1) Córdoba puede invocar, ante las dependencias oficiales en cuyos archivos obran documentos de esa especie, el carácter de actor en una controversia judicial en la que uno de los demandados es Cuauhtémoc Cárdenas. 2) Antes de la acusación pública del 29 de abril, Córdoba había ofrecido como prueba documental pública en el juicio de marras, los datos registrales sobre el acto jurídico relativo al predio de playa Eréndira. 3) Existe una solicitud de fecha 11 de abril, ante el Registro Público de la Propiedad de Morelia, para obtener copia de la escritura pública exhibida después por el candidato del PAN.
Quedan, sin embargo. las siguientes dudas: 1) ¿Qué interés político mueve a Córdoba Montoya en este caso? 2) ¿Desprestigiar a Cuauhtémoc Cárdenas es un fin por sí mismo o sólo un medio para impulsar la campaña de Castillo Peraza? 3) Si éste triunfara en la elección del 6 de julio, ¿asumiría Córdoba el papel de asesor y detentador invisible del poder que ejerció durante el salinato, de triste memoria?
La gran certeza es que, de continuar y proliferar las tácticas del peor maniqueísmo que ha abrazado jubilosamente el candidato del PAN, la contienda electoral podría dar un peligroso vuelco (hacia las alcantarillas) y arrastrar consigo los logros de la transición democrática, a los que han consagrado grandes esfuerzos el gobierno de la República y las principales corrientes políticas del país.
Una duda de la misma magnitud queda, por ahora, flotando en el ambiente: ¿podrán resistir los demás partidos a la tentación de sacar a la luz pública las lacras de sus adversarios, en caso de que las consabidas encuestas comiencen a reflejar los resultados esperados por Castillo Peraza y su proveedor de proyectiles escatológicos?
Alguien tendrá que hacer una severa advertencia a los fanáticos de los sondeos de opinión: en vista del nivel de las aguas negras, mejor ya no hagan olas.