Paulatinamente, la ciudad muestra su efímero rostro electoral. Las principales avenidas colorean sus grises paisajes con endebles plásticos, y los primeros anuncios espectaculares se asoman sobre los congestionados periféricos. Las viejas bardas remozan su epidermis con las tradicionales promesas, y los visibles rostros de Cárdenas, Castillo Peraza, Del Mazo, Ferriz y otros más, empiezan a predominar en la urbe.
Parte del maquillaje electoral son las estrategias políticas del gobierno del Distrito Federal que, sin mayor recato político y asumiendo los riesgos jurídicos, brinda su apoyo directo al PRI. Destacan, por ejemplo, los 320 ``superagentes'' viales que, como dinámicos personajes televisivos, con sus vistosos uniformes amarillos y veloces motocicletas, están prestos a salvar del mal a los automovilistas en apuros. Lo cuestionable de tal programa no es su atinada utilidad, entendiendo la ayuda que representa la reparación de un auto descompuesto en las principales avenidas durante las horas pico, sino el pretendido rostro humanitario que intenta darse el gobierno durante el periodo electoral. Por eso habrá que escudriñar los orígenes del programa.
La propuesta apareció publicada hace casi 7 años, en octubre de l989, en el libro El Transporte y la contaminación de la ciudad de México, editado por el Centro de Ecología y Desarrollo. Ahí se consignaba que, ante el grave congestionamiento, la reducción de la velocidad y la provocación de mayores emisiones contaminantes, sería conveniente ``concertar con las empresas de auxilio vial, un servicio de emergencia para reparar o retirar de inmediato los vehículos descompuestos en las grandes avenidas. O bien, crear un cuerpo técnico motorizado del DDF y del estado de México que diera servicio gratuito a las unidades descompuestas'' (pág. 33l).
Nada se hizo en los años siguientes, hasta que, durante la campaña electoral de l994, el DDF lo experimentó por vez primera. De pronto, una docena de agentes vestidos de azul en motocicletas de tres ruedas, aparecieron auxiliando autos descompuestos en las principales vías.Pero, como todo maquillaje, pasando las elecciones desaparecieron. Seguramente los actuales radares amarillos correrán la misma suerte.
Otro presunto apoyo del gobierno al PRI es más grave y rebasa los simples maquillajes políticos. Se trata del reparto en las colonias populares de credenciales de Sedesol, con los colores patrios, para la entrega gratuita de tortillas y leche. Primero se investiga el nombre del jefe de familia; semanas después las credenciales personalizadas son entregadas a los vecinos, comunicando que se trata de una ayuda del gobierno. Dos horas después, coincidentemente, pasa otra brigada con distintivos del PRI para invitar a votar por ese partido. La campaña se realiza esta semana en algunas colonias del sur, como en Santa Ursula Coapa, en donde algunos vecinos han rechazado tan indigna invitación. Fuimos testigos de cómo esta última invitación fue rechazada, no así --por supuesto-- el reclamo diario de las tortillas y la leche.
Independientemente de probarse, por la vía judicial, los usos indebidos del presupuesto público para fines electorales, tal estrategia expresa a todas luces la desesperación del gobierno capitalino y del PRI por conservar el poder, recurriendo a tan viejas y poco éticas prácticas para inducir el voto.
Otros apoyos más del gobierno, como los sorpresivos aumentos en las prestaciones del personal sindicalizado del Departamento del Distrito Federal, la puesta en práctica de inumerables acciones sociales y el regalo de juguetes y despensas, son apenas el inicio de una avalancha preparada con los mismos fines. Pero, insistimos, las condiciones ahora son otras. La asociación del PRI con el gobierno le causa más daño que beneficios, pues para la población ambos son culpables de la crisis.
Alfredo del Mazo sabe muy bien que esa asociación no le sirve para elevar su votación. Una actitud crítica de su partido al gobierno no sólo le favorecería a él, sino que sería un aporte fundamental a la campaña electoral. Sería una forma de confrontar libremente sus ideas y sus propuestas con los demás partidos; sería una forma de elevar el nivel político de la contienda, más allá de los maquillajes políticos y de las clásicas prebendas para inducir el voto. La última oportunidad de modificar estrategias equivocadas, contribuir a fortalecer la legalidad y convertirse en un auténtico partido político, la tendrá el PRI en el próximo debate. Veremos.