El escenario electoral se le descompuso a Ernesto Zedillo, quien en 1996 imaginó poder confundir a todo mundo al simular la democratización del régimen para conservar una mayoría neoliberal (PRI-PAN) en el Congreso y un control de la capital con cualquiera de sus dos opciones: el panista Carlos Castillo Peraza (candidato de Carlos Salinas) o el priísta Alfredo del Mazo (candidato de Chuayffet).
1. El primer obstáculo ha sido, desde luego, el del abierto repudio popular a los candidatos del PRI y el de la desastrosa campaña de Del Mazo, con lo que a los estrategas de Bucareli no les queda más que una alternativa: esperar que la diferencia entre Del Mazo y Cárdenas no sea mayor de 5 por ciento y poder voltear la elección por medio del fraude: con unos 25 mil votos en cada distrito electoral.
2. El más grave obstáculo para Zedillo ha sido, sin embargo, el del fracaso del candidato blanquiazul Carlos Castillo Peraza, que a pesar del apoyo de medios salinistas como Televisa o Crónica no ha tenido la estatura política para competir, naufragando en una patética campaña.
3. La desesperación no es la mejor arma en política y la campaña del yucateco ha envilecido notablemente la vida política del país. Castillo Peraza no sólo comprometió al PAN subordinándolo en una alianza con el salinismo, sino que ahora lo degrada al hacer de la política una práctica cotidiana del insulto y la difamación.
4. Las contradicciones de los panistas (que pretenden ser a la vez oposición y gobierno) y sus pugnas internas (Diego contra Castillo), las evidencia también el ex procurador Antonio Lozano Gracia, quien tras encubrir durante dos años a Salinas, ahora acusa a Zedillo de proteger al narcotráfico. Respondiendo a la declaración hecha por éste en Atlanta en el sentido de que lo cesó por no haber combatido a los cárteles de la droga (CNN, 28 de abril), Lozano señaló haberle informado desde un año atrás que el general José de Jesús Gutiérrez Rebollo era narco (Reforma, 1 de mayo), con lo que de paso se autoincriminó por no actuar él mismo en ese entonces conforme a derecho.
5. El problema del PAN no lo resume, sin embargo, solamente la pugna interna entre Diego y Castillo Peraza por el poder, pues si en el sexenio pasado la disputa entre ambos era por ver quien hacía mejores negociaciones (si Diego en Bucareli o el yucateco en las antecámaras de Los Pinos), ahora es evidente que Castillo lleva la delantera a su rival y actúa envalentonado por saberse un hombre de las confianzas de Zedillo, que con seguridad lo prefiere por sobre Del Mazo: a pesar de Chuayffet (y de lo que éste le ha hecho decir en apoyo del PRI). La crisis panista deriva de que estos dos individuos echaron por la borda el proyecto de Manuel Gómez Morín y el esfuerzo de miles de militantes de buena fe en todo el país, y le quitaron al PAN la posibilidad de ser una alternativa moral al régimen.
6. El problema del PAN es que se asemeja cada vez más al PRI. A nadie sorprendió, por ejemplo, que Castillo Peraza guardara silencio cuando la prensa informó, a principios de 1996, que si intentaba reelegirse líderes panistas iban a dar a conocer fotos al parecer comprometedoras para él. O cuando en 1997 se le denunció por obligar al gobierno de Jalisco y al municipio de Naucalpan a darle ``asesorías'' a su empresa ``Humanismo y Desarrollo'', en un abierto tráfico de influencias.
7. El problema de Castillo Peraza es de tal suerte el mismo de Del Mazo: carece de credibilidad, y no es de extrañar por ello que los panistas hablen de sustituirlo como candidato.
8. La estrategia equivocada de Diego y de Castillo de uncir al PAN a los intereses del salinismo para alcanzar mayores espacios políticos, convirtiendo al que era un partido de oposición en un ``aliado estratégico'' del régimen, fortaleció la impunidad, obstaculizó cualquier posible transición y, lo que era de esperarse, en poco tiempo terminó por revertirse contra el PAN, que si en un principio pudo alcanzar ayuntamientos y gubernaturas, muy pronto perdió parte de su imagen como una fuerza política de oposición.
9. Los viscerales ataques de Carlos Castillo a Cuauhtémoc Cárdenas en vistas a las elecciones, lejos de desacreditar al candidato del PRD han terminado así por hundir al yucateco en el desprestigio, evidenciando no sólo su ausencia de propuestas sino su duplicidad y su carencia de estatura moral. Castillo Peraza no denuncia la corrupción oficial porque no tiene el valor civil para hacerlo, pero sobre todo porque es una comparsa de los tecnócratas. No en balde encabezó en 1997 una campaña pidiendo ``el perdón'' para Carlos Salinas por todos sus crímenes, por lo que cabe preguntarse: ¿eso es un dirigente de oposición o un cómplice de actividades criminales?
10. La vida política no deja de deteriorarse, y el desafío para los ciudadanos sigue siendo, en tanto, el mismo de siempre: defender su voto frente a un sistema fraudulento.