La Jornada Semanal, 27 de abril de 1997
Cuando a Bob Dylan le preguntaron cuál era el acontecimiento que más le había impresionado en la década de los sesenta, contestó sin vacilar: "la boda de Brigitte Bardot". Símbolo indeleble de una época, musa de la nueva ola del cine francés, BB es el mito ideal para confrontar La sociedad del espectáculo. En esta singular entrevista, la mujer-espectáculo encara el intenso performance de mayo de 1968 y ayuda a trazar (o a condunfir para siempre) las fronteras entre la sociedad y sus formas de representación.
Hemos escuchado que los hechos ocurridos durante el pasado mes de
mayo realmente cambiaron su vida. ¿De qué manera? ¿Sigue usted
actuando en películas?
-Sí, claro. La plata es muy útil. La coloco en distintas organizaciones revolucionarias. Un pezón descubierto puede financiar la publicación de un libro revolucionario (por ejemplo el libro de Vaneigem Tratado del saber vivir) u otro tipo de armas. Es más, yo trabajaría para todos estos pseudo-revolucionarios que se la pasan tratando de hacer la revolución todos los días -ya saben, desde los Fugs hasta Lindsay Anderson. Además, así me recupero; ese es el verdadero pensamiento cibernético -la retroalimentación con una pequeña ganancia capitalista de por medio.
-¿Por qué el mes de mayo transformó las cosas?
-Bueno, de repente fue muy claro todo. Ustedes saben que queremos ser capaces de vivir tal y como pensamos que debemos vivir; es por eso que traemos detrás a la policía secreta. En la escuela aprendes que un día la monarquía perdió sus derechos divinos. Nadie te cuenta que en realidad éstos le fueron transferidos a la burguesía. Recuerdo haber creído que ya lo habíamos logrado todo, salvo detener al sistema; la pasividad nos lo impedía, pero un cambio en nuestra voluntad sería suficiente. Entonces fue obvia la represión sistemática de la que ha sido objeto nuestra voluntad. Luego vino el graffitti ``La sociedad es una flor carnívora''. Diablos, debería de saberlo, y aquí estoy yo como la viva representación de las tesis situacionistas de La sociedad del espectáculo; lo que quiero decirles es que los ejemplos más claros son infinitos: desear un cuerpo de celuloide, yo actuando ser otra, alguien muerto o imaginado. La alienación se ha rebasado a sí misma gracias a la separación del obrero y el producto de su trabajo. Las cosas han llegado más lejos de lo que Marx jamás creyó.
-El sistema provee bienes. Pero, ¿podríamos sobrevivir sin ellos?
-Podemos vivir sin una oferta masiva de bienes. Empecemos por distinguir entre necesidades creadas y necesidades reales. La ``sociedad del espectáculo'' multiplica las necesidades porque no puede satisfacer una sola de ellas. Nuestras supuestas necesidades -coches, televisores, ropa, cámaras, cuadros, un auténtico universo del kitsch- salen de un barril sin fondo; nadie piensa en su utilidad sino aquellos que sacan algún provecho. Así que nos hemos convertido en una sociedad dominada por los bienes, en la cual las relaciones personales se crean a partir de los objetos: poseedores de casa de campo, coleccionistas de timbres y monedas, fumadores de mota...
-¿Eso es lo que usted llama la pobreza de la vida diaria?
-Claro, para el obrero o el drogadicto se trata de un asunto de sobrevivencia, no de vida; la administración de la sobrevivencia en lugar de la realización del deseo. Tomemos el caso del pobre desgraciado que se dice a sí mismo: ``De no ser por mi trabajo no sabría qué hacer con mi tiempo.'' Dios mío, esa gente de vida tediosa que solamente piensa en sacar una ganancia extra, representa la verdadera apoteosis de la alienación. O hablemos de la colonización de la vida cotidiana: los ingleses dejan la India para poseer un pedazo de nuestros cráneos. ¿Y qué es esta gigantesca sociedad subterránea?: una zona de comercio como cualquier otra, una variación en el rango de los bienes de consumo. Ahora existen las mismas tiendas en cada pueblo bicicletero, indistinguibles unas de otras, ofreciendo los mismos bienes que se exhiben, se comercian y se vuelven a exhibir cada vez. La idea misma de la ciudad está desapareciendo; una muerte por asfixia consumista. La predicción de Marx se ha vuelto realidad: ``La mano muerta de la tecnología estrangulando a la humanidad.'' Todo mundo lo sabe y nadie hace nada al respecto: todos le temen a la euforia revolucionaria, por íntima y pequeña que ésta sea. Hasta los bienes de consumo podrían ser utilizados para iniciar una transformación cualitativa en el estilo de vida. Imagínense toda la pila de bienes almacenados a lo largo del Boulevard Saint Germain; con ellos podríamos transformar la ciudad: postes de luz forrados de abrigos de mink, los baños públicos adornados con joyas y pinturas, todos esos libros espantosos apilados para poder jugar ``guerritas'' con ellos, los árboles y las casas luciendo la ropa cara de las boutiques... Todo lo que se imaginen. Nadie necesita toda esa basura, así que deshagámonos de ella y de su yugo dominante. El pasado mes de mayo fuimos testigos del primer intento por transformar nuestras vidas, y como se mencionaba en un reporte de las Naciones unidas, `este es sólo el inicio del clamor juvenil que arrasará al mundo entero'. Claro que tenemos que trabajar hacia atrás, es decir, para los jóvenes y los niños. Los surrealistas, Buckminster Fuller y otros más, sabían que había que recuperar la infancia, erradicar la idea misma de realidad.
-Usted tenía una colección de pintura inmensa. Recordamos haber visto una fotografía en la que aparecía en su casa con un Caroy un Poons. ¿Por qué los vendió?
-¿Por qué? La respuesta es obvia. Ahora el arte es reaccionario. Como una imagen de la sociedad (la idea de pureza en el arte es sólo un mito), el arte siempre ha sido un fiel aliado de las condiciones sociales prevalecientes, o bien su negación. Hoy la sociedad de consumo lo ha asimilado completamente, con todos sus corredores y comerciantes. La revuelta vanguardista no es más que el acogedor espectáculo de la idea de libertad, embrutecida además por la cultura de la aceptación trabajando a su máxima capacidad. Sería grandioso oponerse a este poder de absorción de la sociedad con un arte que no es tal hasta que no se realiza; el proyecto de realización del arte es el mismo que el de la reconstrucción de la vida cotidiana. Los momentos de resistencia imaginativa a las formas externas de organización de la vida contienen tanta poesía como los mejores libros de poemas. La poesía está presente en todo aquello que se opone a una moral que para mantener su prestigio y su orden nos ofrece bancos, barracas, venenos, escuelas, iglesias, burdeles y teatros. Es una sociedad suficientemente enferma como para comprar mi colección de arte y sacar de ello una ganancia. Pero ese dinero se va directamente a nuestro proyecto de destrucción de las jerarquías y el poder. Más allá de las estructuras de poder y las ideologías que las alimentan, existe otra realidad. Dejémosla florecer; flores enfurecidas brotando de entre la mierda de hoy.
-¿Y qué nos puede decir de...?
-No, no más preguntas sobre arte, economía o política. Se acabaron los días de la crítica especializada. Nos piden nuestra opinión acerca de los detalles y terminamos ignorando el conjunto, la totalidad más importante. Nos aconsejan ir detrás de los centavitos, mientras otros se clavan los billetes grandes. Sus días están contados. La verdad está en el todo y el todo es falso. Y estos nuevos temores que sobrevuelan la atmósfera también recorren mi cuerpo. ¡Vamos pues!
Klepht, 1968
Traducción: Bruno Hernández Piché