La Jornada 27 de abril de 1997

Quien no sepa distinguir entre fines del Estado y de partido no debería tener un cargo público: Savater

Georgina Saldierna Ť Al hablar sobre el código deontológico que deben cumplir los políticos, el escritor y filósofo Fernando Savater dijo ayer que deben tener muy en claro cuáles son los fines de su partido y cuáles los del estado, pues si no saben diferenciar entre ellos, es mejor que no ocupen ningún cargo público.

En una conferencia que dio en el Polyforum Cultural Siqueiros destacó la importancia del tema, sobre todo cuando se trata de personas que están fanatizadas con su partido.

Ante cientos de jóvenes, Savater agregó que los políticos tampoco pueden ser una casta que viva a espaldas de los ciudadanos. Se requiere que haya transparencia en la gestión pública y parte de la deontología de un político es negarse al oscurantismo, subrayó.

Invitado por la agrupación Causa Ciudadana, establecio que la política tiene el própósito de resolver los problemas, razón por la cual, consideró que no hay nada peor que un político que se niega a la solución de los problemas, por el hecho de provenir esta del opositor.

En la relación que dio sobre los principios que deben cumplir los políticos, ennumeró también que los partidos no deben acostumbrarse a comprar el voto de los electores, a través del otorgamiento de regalos.

Recordó que con frecuencia las agrupaciones políticos se convierten en circos para ganar la atención del elector, pero éste le debe señalar que no es así cómo va a ganar las elecciones.

Agregó que otra parte de la deontología del político es acostumbrarse a hacer campañas austeras y no de derroche, y no aceptar regalos de nadie, aunque estos le sean entregados con buena intención.

En su conferencia, intitulada Etica y Política, Savater también dijo que sólo en un sistema autoritario no se presentan conflictos. Cuanta más libertad haya, más conflictos habrá, insistió.

Los grupos humanos no pueden hacer las cosas como un sólo hombre, pero si las pueden realizar de manera más armónica, enfatizó.

Fue entonces, cuando el filósofo se refirió a la tragedia de la embajada japonesa en Peru. Logicamente en el caso del secuestro, el estado tenía que intervenir, pero eliminar a todos los terroristas, es violar el límite de la política, subrayó. Por más crueles que hayan sido, agregó que los secuestradores tenían derecho a ser juzgados y castigados, pero no a ser eliminados.

Durante la sesión de preguntas y respuestas, se refirió al narcotráfico. Dijo que la prohibición que ha impuesta el gobierno de Estados Unidos en contra de la venta de los enervantes surge de una posición ``moralina''. Recordó que cuando no existía esa prohibición, el uso de los enervantes era asunto estrictamente personal, pero hoy, el narcotráfico se ha convertido en un problema mundial a causa de la posición ``puritana'' de ese país, subrayó.

Por último se le pregunto sobre los zapatistas. Dijo no conocer a fondo el problema, pero dijo que en Europa muchos intelectuales se horrorizarían de ver un guerrilero en su sala y sin embargo, les parecen muy simpáticos los guerrileros en otros lugares del mundo.

Consideró que esta actitud es muestra del colonialismo mental, para luego destacar que no es conveniente mitificar las guerrillas, pues el mundo no mejora porque estas aumenten en número, sino cuando no son necesarias.