MAR DE HISTORIAS Ť Cristina Pacheco
La historia extraordinaria
Sandra se apoyó en el respaldo de su silla y a distancia miró fijamente la pantalla de su computadora. Nunca le había antipatizado más ese ojo luminoso, implacable, donde el principio de una historia aguardaba su final y 10 renglones exigían la dosis de palabras que les permitiera alcanzar, cuando menos, el nivel de cuartilla.
Luego de aclararse la garganta, Sandra leyó en voz alta: ``Beatriz levantó los ojos y miró la nave que poco a poco fue confundiéndose con las estrellas que iluminaban una noche excepcionalmente hermosa; a sabiendas de que Rexemel ya no podía distinguirla, la muchacha dibujó en el aire una última despedida y se preguntó si, después de la experiencia vivida con el hombre llegado de Plutón, ella podría ser la misma de antes. Beatriz no esperó la respuesta, entró en la casa y se quedó toda la noche junto a la ventana. Conforme amanecía, los astros se borraron y aquello fue para Beatriz como otra despedida''.
``A la que van a despedir es a mí --pensó-- si no logro escribir una historia que interese a todo el mundo.'' Eso era lo que su productor le había pedido en la reunión del miércoles, luego de restregarle en la cara la hoja de los ratings. A Sandra le había disgustado menos ver las raquíticas cifras que oír a Elizondo decirle, con un tono entre paternal y amenazante: ``¿Lo ves, m'hija? Estamos en la lona; así que te me pones a trabajar''.
Reconoció que no era el momento propicio para fortalecer sus rencores hacia Elizondo y optó por regresar al perfil de su heroína: alta, llenita, con el rostro enmarcado por una coronilla de rizos naturales; quizá en algún momento pudiera presentarla como ávida devoradora de tartas de manzana. Pero ¿qué importancia podía tener ese detalle estúpido dentro de una historia excepcional? Ninguna, absolutamente ninguna.
Odiándose por su falta de imaginación, pensó en borrar el texto; pero la sola idea de enfrentarse otra vez con la pantalla vacía la llevó a desistir por el momento y se dio una tregua: se frotó el cuello, luego miró el reloj. Las manecillas del Quartz marcaban las 6:20. Demasiado temprano para abandonar el trabajo y muy tarde para comunicarse con su amiga Noemí, que a esas horas debía estar con Manuel.
Envidió la buena suerte de Noemí: tenía un galán para disfrutar la noche del viernes y además ignoraba la horrible presión de tener que urdir una historia excepcional. Reconoció que la que estaba escribiendo no lo era. Quizá la falla radicara en los nombres de los personajes: una Beatriz devoradora de tartas de manzana ¿sería capaz de enamorarse de Rexemel, un hombre llegado de Plutón?
Iba a contestar la pregunta cuando oyó el timbre. Sandra bendijo mentalmente la llegada del intruso --fuera quien fuese-- que la justificaba para alejarse de la abominable computadora. Oprimió la tecla F 10 y se encaminó a la salida: ``Voy, voy...'' Quedó inmóvil, como su Beatriz, mirando alejarse la nave espacial, cuando al abrir la puerta vio a su amiga: ``¿Qué sucedió?'' ``Nada. ¿Puedo pasar? ¿No te interrumpo?'', preguntó Noemí desde mitad de la habitación. Sandra no tuvo valor para decirle la verdad y corrió a la cocina: ``Iba a prepararme un café, pero si quieres algo más fuertecito...''
Noemí bebió un sorbo de ron, aspiró una bocanada de aire, la expulsó despacio y antes de que su amiga volviera a interrogarla le informó: ``Manuel no llegó''. ``El tráfico ha estado pesadísimo. Debiste esperarlo.'' ``¿Otra hora? Creo que con una fue suficiente. Ah, pero es la última que me hace. La vez pasada tampoco llegó, que porque había tenido un problema con su mamá.''
Sandra adivinó que la explicación estaba resultándole muy dolorosa a su amiga y para evitarle más sufrimiento intentó minimizar los hechos: ``A la mejor sí fue cierto''. Noemí sonrió con amargura: ``Quizá, pero ¿no te parece raro que las dos veces haya habido juego de futbol? No pongas esa cara. Estás pensando lo mismo que yo: Manuel prefirió irse al estadio con sus amigos que verme''. Sandra no ocultó su asombro: ``Ay, ¡no me digas! ¿A poco Manuel es..?'' ``No, no; nada de eso, y mira que me consta... Híjole; yo no sé qué les pasa a los señores; están rarísimos: como que ahora les gusta mucho juntarse nada más entre ellos. Pero ya no hablemos de eso. Cuéntame: ¿qué estabas haciendo?'' ``Nada'', respondió Sandra en el preciso momento en que su amiga miró la computadora: ``Estabas trabajando y yo te interrumpí. Discúlpame. Nada más me acabo mi roncito y me voy.''
Sandra estiró la mano y le pidió a su amiga que volviera a sentarse; luego le refirió sus dificultades con el trabajo y le contestó que estaba a punto de hacerse el jaraquiri porque, aunque se había puesto a escribir desde temprano, apenas llevaba media cuartilla: ``Y para colmo, creo que está pésima''.
La confesión de Sandra le sirvió a Noemí para confirmar su teoría acerca de su amiga: ``Siempre he dicho que eres exageradísima. Déjame ver lo que escribiste. En serio, yo te digo si está mal''. Se dirigió a la computadora y se quedó leyendo en voz baja. Al terminar murmuró: ``Está bien. ¿Por qué te preocupas tanto? Además, falta que lo desarrolles todo...''
Sandra se levantó y fue a colocarse al lado de Noemí: ``¿Te interesó? ¿Te gustaría ver la historia en la tele? Dime la verdad''. La recién llegada dudó antes de hablar: ``Es muy poco lo que tienes escrito y así no puedo decirte si la historia quedará bien. El principio suena bien''. Sandra conocía demasiado a su amiga como para no advertir que su vaguedad ocultaba un juicio más preciso y decidió conocerlo: ``Interesante pero... ¡Dímelo! ¿No ves que así ayudas más que ocultándome la verdad?''
En broma, Noemí levantó su vasito; luego que Sandra lo llenó con otra dosis de ron, manifestó su punto de vista: ``Hay varias cosas. Para empezar, el nombre del héroe: Rexemel. Suena a jarabe. ¿Por qué no se lo cambias por otro que tan siquiera suene a marca de preservativo?'' Sandra no estaba de humor para bromas y respondió a la defensiva: ``Porque es un extraterrestre que llegó de Plutón y se enamoró de...''
Antes de que Sandra terminara la frase oyó la carcajada de Noemí: ``Un extraterrestre? ¿Desde cuándo escribes ciencia ficción?'' Sandra movió la cabeza desconsolada: ``Desde que tuve una junta con mi productor y me exigió que le llevara una historia original, fabulosa, capaz de captar la atención de todo el mundo''.
Noemí ladeó la cabeza y buscó la mirada de su amiga: ``Hay miles de cosas interesantísimas; no creo que necesites meterte con los extraterrestres''. Sandra dejó caer los hombros: ``No me entendiste. Elizondo me pidió algo fuera de serie, insólito, nunca visto''. ``Le hubieras dicho que ya nada es insólito. Todos los días sucede todo en el cine, en el teatro, en la tele.''
``¿Y qué me dices de las noticias? --preguntó Sandra con amargura--. Hay algunas cosas que suceden y son tan fantásticas que jamás se me hubiera ocurrido escribirlas. ¿Ahora comprendes por qué fui derechito a Plutón.'' Las dos amigas rieron hasta las lágrimas, pero después Sandra volvió a manifestar sus temores: ``Si el lunes no le llevo la historia a Elizondo, me despide. Siempre ha querido hacerlo para darle mi puesto a su hermana; ahora, con el pretexto de los ratings tan bajos. Piensa en algo...''
Noemí puso la mano sobre la de su amiga y con la mirada le pidió silencio: al cabo de unos minutos exclamó triunfal: ``Se me acaba de ocurrir una historia increíble, que hace por lo menos 20 años nadie ha leído ni escrito: un hombre y una mujer que no están enfermos ni son incestuosos, se conocen, se aman y deciden vivir juntos. En sus días no hay asaltos, ni violaciones, ni suspiros ante el automóvil que no podrán comprar; en la noche pasean por la ciudad antigua, sin miedo; de vez en cuando se detienen en un quicio para besarse y después caminan y hablan mucho, mucho: se lo dicen todo. Luego corren a su casa y hacen el amor como locos, seguros de que serán felices por los siglos de los siglos. ¿Qué te parece la historia?'' Sandra parpadea y responde: ``Maravilloso. Pero, ¿quién la va a creer?''