MODAS TERMINALES
Arturo García Hernández Ť Bienvenidos sean todos ustedes: espíritus posmodernos, sensibilidades apocalípticas, existencialistas gozosos, cybernautas en momentáneo reposo, vanguardistas irredentos, contras culturales, darkys de butic, profetas del hedonismo, apólogos de la decadencia light, estetas de la hibridez, milusos del arte, neólogos, todólogos, simples curiosos o vulgares esnobs... Bienvenidos al más espectacular desfile de vestuarios de fin de milenio: Modas terminales o Los dobladillos del caos (Teatro Metropólitan).
Oigan el último grito de la moda; escuchen el más reciente alarido del arte; presencien la libérrima práctica de la creación sin camisas de fuerza, sin las estorbosas anacronías de la academia, sin más límite que el talento y la imaginación (o falta de imaginación) de cada quien; confróntense con la real o fraudulenta originalidad de los diseñadores que parecen esgrimir un lema común: ``De tu arte a mi arte, yo prefiero miarte''. La extravangancia es la única norma.
Más de cien modelos a escoger en una actividad cuya magnitud no tiene precedentes en su tipo. ¿Qué les parece La serpiente emplumada de Lorena Herrera? ¿Y la Socyalcurnia Bursa Iva/Angel, de Maris Bustamente? ¿O Moscas muertas, de Zin? ¿O La mujer dormida despertó y El Popo no la reconoció, de María Cantinelli? Hoy más que nunca, en la variedad está el gusto. Deléitense, por ejemplo, con ese modelito de acentuada influencia cachirulesca; ríndanse al vinílico encanto de ese novedoso vestido que hace apenas 20 años causó furor en Nueva York; juzguen este prodigio de la retacería trabajado con inconcebible paciencia; clávense en la textura policroma de aquellas crinolinas como arcoiris portátiles o en esta falda literalmente multifacética a fuerza de máscaras. Para las sensibilidades futuristas tenemos esta reproducción satelital totalmente reciclable.
Ahora, que si las densidades de sus espíritus exigen mayor sofisticación conceptual, detengan la mirada en la espectral monja con top y una cruz a cuestas. ¿Y qué les piden a las bizarras evocaciones de Blade Runner y Mad Max que en este momento transitan por la pasarela?
De acuerdo, tal vez algunos diseños les parezcan más logrados que otros. Seguramente algunos se rozan con el facilismo o la charlatanería, o tal vez sean ustedes lo bastante rígidos y anacrónicos para percibir las motivaciones más profundas del artista. No importa. Lo que no pueden negar es la absoluta, lúdica, deliciosa libertad que se derrama desde la pasarela hacia todos ustedes, el complemento variopinto de nuestro desfile de Modas terminales.
Esto, a fin de cuentas, escapa aún a la más lúcida y desprejuiciada teoría del arte. Atiendan mejor al mensaje que Carla Faesler, diseñadora del proyecto, escribió en el programa de mano: ``Pocas cosas están tan claras en la moda de este fin de siglo como las tendencias primavera-verano que imponen los ligeros ropajes de la espiritualidad. Atrás quedaron los tiempos aquellos en los que nos vestíamos de papel moneda y dedicábamos los días de playa al embellecimiento del cuerpo puro, desalmado, sensual, californiano. Hoy en día, más que el bronceado perfecto y el músculo inmejorablemente a tono, se impone la delgadez del yogui y su complexión un tanto desmejorada por las diatribas internas en las que nos mantiene el alma y toda su problemática''.