Los pintores Emil Schumacher (1912), Bernard Schultze (1915) y Fred Thieler (1916) exhiben dibujo y pintura sobre papel en la Sala Antonieta Rivas Mercado del Museo de Arte Moderno. Excepto el primero, no son conocidos en México, pero sí en todas las capitales europeas. Han obtenido premios en la Bienal de Venecia, en la Documenta Kassel y la frecuencia de sus exposiciones individuales y colectivas en museos y galerías habla de trayectorias muy activas (incluso hoy día) en artistas que vivieron y se vieron conminados contra su voluntad a combatir durante la Segunda Guerra Mundial. Dos de ellos: Schumacher y Thieler están vinculados con el tachismo (la versión europea del expresionismo abstracto), Schultze cultiva otra opción a la que me referiré después.
Aunque el público no se encuentra familiarizado con las biografías y trabajos de estos pintores, ni aun con Schumacher que es un artista eminente, sus lenguajes pueden sonar cercanos. La pintura abstracto-lírica pronto se convirtió en una modalidad universal, cultivada en casi todos los países del mundo. El hecho de que, salvo pocas excepciones, la mayoría de las obras ahora exhibidas en México sean de formato mediano o aun pequeño es paradójicamente lo que las hace interesantes, porque permite ver que el campo pictórico utilizado por un artista abstracto, por más que utilice la mancha (Thieler) o expanda el trazo (Schumacher) resulta mayormente controlado y preciso si los formatos son limitados.
Las obras de los tres artistas son individualizadas, no se parecen, pongamos por caso, a las pinturas y dibujos de Pollock, a las de Penk (algunas analogías hay con éste, sobre todo en Schumacher) o a Lilia Carrillo, por citar ejemplo mexicano de pintura informalista.
El éxito y la fuerza de la nueva figuración alemana ha opacado en México la vigencia de esta otra vertiente que tiene en Schumacher y Thieler a dos representantes de magnífico nivel, activos y vigentes.
La obra de Schultze es predominantemente dibujística. A excepción de una enorme acuarela, bellísima por cierto, montada sobre lino, que mide 226 x 137 cm, en la que el trazo no es visible, en todas las demás, incluso la que abre la exposición (otra acuarela finísima de 62 x 86 cm) el dibujo resulta ser protagonista. La raíz de este pintor proviene del surrealismo no ortodoxo, pero no a la manera de André Masson, por ejemplo, sino a la de Wols (1913-1951)*. Y si bien el color es extremadamente sutil en este artista, igualmente es cierto que sus dibujos al carbón, en barra o en tinta, ofrecen un sinnúmero de posibilidades exploratorias. El soporte lógicamente siempre es el papel, pero todos están montados sobre tela. Una de sus obras más impresionantes es Mein Traum (Mi sueño) y es de 1992. Su concepto de lo onírico es parangonable a Piranesi, a Gustave Doré y a Moreau, aunque no haya una sola imagen totalmente discernible en lo que allí vemos, lo que hay es atmósfera tormentosa, oquedades, figuras extrañas, idea de paisaje, todo realizado con una finura que llega a la exasperación.
Esta exposición a primera vista se antoja para conocedores, para degustadores de sutilezas como las que puede proporcionar Schumacher a través de unos pequeños aguafuertes, Thieler con su manera de expander y combinar diversas densidades y calidades de mancha y trazo, o Schultze con su muy patente horror vacui saturado de un imaginario raro, original (pero original de origen, de pulsiones que van tomando forma mediante procesos semiautomáticos traducidos por mano de dibujante maestro). Sin embargo la exposición ha atraído a un público joven que ha dejado sorprendentes comentarios en la libreta a ello destinada en la sala de exhibición.
Así, quien firma Hazel, escribe que la muestra le pareció ``muy erótica y sensual. Es muy rico imaginar, interpretar colores y formas''. Denis afirma que ``es un privilegio examinar a estos tres excelentes artistas'', quien inicia la NCR ``se va a poner a estudiar el arte de estos exponentes extranjeros. Algo nuevo todos los días''.
Philippe no está tan de acuerdo. Su mente es quizá demasiado cartesiana: ``Le probléme de l'art abstrait c'est son hermetisme'', dice. Lucía González da cuenta de su edad: ``soy una niña de 6 años. Fueron cascadas, ríos, bosques, animales y personas lo que vi hoy aquí'', escribió con su caligrafía en letra de molde, bien legible.
Al leer los comentarios, hallé uno que me sorprendió. Si la firma correspondiera a la persona que realmente lo escribió (lo dudo) tendríamos que una mujer entendida, con carrera de historia del arte en la Ibero, amplia experiencia en museos, curadora de varias exposiciones, encuentra que tanto esta exposición como las que se exhiben en el Carrillo Gil son ``puras perradas''.
* Wols es el seudónimo, a partir de contracciones, de Alfred Otto * Wolfgang Schulze, artista que a partir de la fotografía tomó la * pintura desde 1939 en que estuvo internado en un hospital * psiquiátrico. Lo mejor de su obra es de la posguerra. Su * ``tachismo'' es puntiagudo y tan atípico como el de su casi tocayo * Schultze