Luis Hernández Navarro
Dominó chiapaneco

La partida de dominó que se desarrolla alrededor del conflicto chiapaneco dio un giro la semana pasada. Dos jugadores pusieron sobre la mesa fichas importantes para reencauzar el proceso. Las visitas por separado a Chiapas de la Comisión Episcopal para la Paz y la Reconciliación y de la Cocopa evidenciaron tres hechos que actúan en contra del proceso de pacificación en la entidad: la violencia creciente de grupos paramilitares, la militarización y el desgobierno.

El viaje de obispos y legisladores busca crear un corredor de salida a la situación de impase en la que entró el Diálogo de San Andrés, a raíz del incumplimiento gubernamental de legislar conforme a lo acordado en materia de derechos y cultura indígena. Aunque con esta actitud el gobierno federal se ahorcó su mula de seises, al tirar por la borda el marco y tejido institucional de la negociación con el EZLN y el de la credibilidad sobre su disposición a cumplir sus compromisos, prefirió perder esta partida antes que permitir a los zapatistas ganar la posibilidad de reinsertarse en la vida pública con un triunfo a sus espaldas.

La ofensiva de la CEM y la Cocopa tuvo como consecuencia inmediata fortalecer la mediación y la coadyuvancia de la negociación. Estas se habían visto debilitadas y desgastadas por el golpeo del gobierno, que no parece dispuesto a aceptar ningún protagonismo de otros jugadores de la partida que no le sean incondicionales. Ello muestra que las posibilidades de éxito en las tareas de pacificación no dependen sólo de la decisión de las partes en conflicto sino de la fortaleza e iniciativa de la o las mediaciones.

Aunque la visita de los religiosos fue independiente de la Conai, el resultado inmediato fue reforzarla. Los siete obispos vieron directamente que lo que ha informado y advertido la Comisión de Intermediación sobre el conflicto es exacto. El señalamiento de los jerarcas católicos en el sentido de que hay un deterioro generalizado en Chiapas, su llamamiento a reducir al mínimo indispensable el número de tropas y a frenar la intimidación en las comunidades indígenas en la zona norte tiene gran valor en las actuales circunstancias. La acción mediadora de representantes eclesiásticos en procesos de paz como el de El Salvador, Guatemala y Nicaragua ha sido clave en la pacificación del conflicto, mientras su ausencia, como en el caso peruano, ha tenido consecuencias desastrosas. De paso, con esta acción los obispos refuerzan la autonomía de su institución con respecto al gobierno, aprovechando la salida del nuncio Prigione.

En Chiapas, la Cocopa escuchó dramáticos relatos de violencia e impunidad gubernamental, vio el uso político que se da a los recursos de Procampo, padeció las chicanas de la administración local y observó cómo el Ejército es utilizado en funciones distintas a las asignadas en la Constitución ante la incapacidad de utilizar las armas de la política para solucionar el conflicto. Al capitalizar con iniciativas en el terreno de los hechos el clamor general de honrar la memoria de Heberto Castillo, haciendo cumplir los Acuerdos de San Andrés, los legisladores han apostado fuerte colocando en la mesa una de las últimas fichas con la que cuentan.

Más allá de la salida de Marco Antonio Bernal de la comisión gubernamental, la apuesta oficial sigue siendo ``administrar'' el conflicto hasta después de las elecciones. Oficialmente ha repetido una y otra vez que está dispuesto a volver a la mesa de negociaciones, pero sin cumplir con los requerimientos para ello. Ha hecho que la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos funcione como vocera de la Secretaría de Gobernación y declare en contra de los Acuerdos de San Andrés. Ha seguido adelante con su intento de remunicipalizar el estado al margen de los zapatistas y las comunidades como está acordado, exacerbando aún más los ánimos. Ha hecho crecer la nariz de Ruiz Fierro insistiendo en que siga desempeñando el papel de Pinocho al declarar que no es alarmante la militarización en Chiapas. Y, en lo que parece su lance más audaz en esta partida, ha invitado a la Comisión de Defensa de la Cámara de Senadores a visitar Chiapas para verificar las actividades del Ejército, y contrarrestar los efectos de las declaraciones de obispos y Cocopa.

Las fichas zapatistas están también en la mesa. Los rebeldes han avanzado en la construcción de la autonomía de hecho en sus territorios, han estrechado sus alianzas internacionales, han facilitado el fortalecimiento del movimiento indígena nacional y han hablado fuerte con su silencio.

Si la iniciativa de obispos y cocopos puede cambiar el rumbo de la partida está aún por verse. Mientras tanto, el conflicto está a la deriva, sin un marco institucional de solución. En el dominó chiapaneco, el final del túnel parece estar más lejos que nunca.