Chiapas puede ser el espacio desde el cual se dé la provocación que polarice el ambiente electoral y ``justifique'' la emboscada contra el PRD y el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Todos los signos lo gritan: desconocimiento de los acuerdos de San Andrés; provocaciones múltiples y reiteradas en diferentes áreas de la entidad, principalmente en la zona norte; incremento descomunal de la penetración, fuerza y calidad de los contingentes del Ejército nacional, con el desarrollo de acciones nefastas como las que se despliegan en los últimos días desde la Operación Cine; intentos reiterados por remunicipalizar la entidad sin la presencia y aval de los zapatistas; ampliación y sofisticación de las líneas de la guerra sucia en las áreas de mayor presencia del EZLN, etcétera.
El inefable Roque Villanueva muestra sus ansias de combate en este plano, y se desnuda: bastó una tenue referencia al México bronco en una misiva de Andrés Manuel López Obrador al Presidente para que el dirigente priísta viera en ello los inconfundibles rasgos de la proclividad perredista a la violencia. ¿Qué sucederá cuando la dirección del partido del sol azteca y su candidato a gobernar el Distrito Federal declaren de una manera clara y firme contra algún acto mayor de provocación por parte del gobierno?
Toda la propaganda del PRI está preparada para construir tal escenario: grupos focales contratados por el partido tricolor revisan spots que pronto aparecerán en nuestras pantallas televisivas, en los que entre otras escenas de violencia aparecen autobuses urbanos volcados y quemados por núcleos de vándalos ``opositores al régimen''. Prepara esta segunda fase de propaganda los spots de radio y televisión que ya han sido transmitidos, en los que abiertamente y sin tapujos se dice a la población que votar por la oposición (de izquierda, se entiende) es votar por el caos y el desastre.
Pero la provocación que pudiera darse en el espacio chiapaneco no será sin duda sólo un medio para multiplicar el ``voto del miedo'' o el no-voto. Se pretende llevar a sus últimas consecuencias la ofensiva política contra el zapatismo, en un intento máximo por ``pacificar'' la región, barbechar el terreno para el desarrollo de las plantaciones forestales (eucaliptos, pues), ``recuperar'' un espacio económico promisorio en petróleo y uranio, y ``rescatar'' nuestra frontera y puerta mayor hacia el sur americano.
Fuera de los dirigentes zapatistas y de algunos mandos religiosos (Samuel Ruiz, Sergio Obeso, etcétera), hasta ahora pocas han sido pocas las voces que han advertido sobre el peligro inminente. Andrés Manuel López Obrador y su partido han indicado en distintos momentos que tal es un escenario posible, más que hipotético. Pero su estrategia de crear una ``comisión de pacificación'' para tres estados (Oaxaca, Chiapas, Guerrero), ya malograda, no ha sido sustituida por otra línea o propuesta consistente para atajar el golpe.
De otros medios ha surgido la propuesta de constituir una Comisión Civil por la Paz que sea reconocida por el Congreso. Estaría formada por personalidades civiles, Alianza Cívica, representantes de partidos (PRI, PAN, PRD, PT) y miembros de instituciones de derechos humanos. Su misión sería diferente a la de Conai, o a la de la Cocopa: estaría enfocada a revisar los casos más graves de violación de garantías, de asesinatos políticos, y de injusticias en el procesamiento de algunos casos de presos e inculpados por acciones igualmente políticas. Pero también cumpliría un objetivo central en la coyuntura: advertir sobre el peligro de ``violentar'' las elecciones; contener las tendencias roquenses del partido oficial, sean éstas fríamente calculadas o efecto espontáneo y natural de la virulencia verbal y gesticuladora de tan inefable político.