La Jornada Semanal, 20 de abril de 1997


Cometas: historia, ciencia y fantasía

Christine Allen

Christine Allen se especializa en cinemática y dinámica estelar. Su labor como divulgadora de la ciencia se consolidó en la sección ``Descubriendo el Universo'', de la revista Ciencia y desarrollo. En colaboración con Arcadio Poveda mostró en 1974 que los sistemas múltiples de tipo trapecio no se encuentran en expansión sino en un estadio de equilibrio dinámico, y en 1982 que la estrella típica es en realidad triple o cuádruple (pero la mayor parte de las compañeras son invisibles).


Terminaba el año de 1758. En París, el equipo compuesto por Alexis Clairaut, Joseph Lalande y Nicole Lepaute trabajaba día y noche sin apenas detenerse a comer alguna cosa, para terminar los cálculos que darían la fecha exacta del retorno del célebre cometa Halley. Más de 76 años atrás, en 1682, el mismo cometa había hecho su última aparición, y había movido a Isaac Newton, a la sazón en Cambridge, a publicar por fin su famoso libro Principia (el título completo es Principia Mathematica Philosophiae Naturalis). El cometa de 1682 había intrigado particularmente a Edmond Halley, cuya influencia fue fundamental en la decisión de Newton de dar a conocer los métodos matemáticos que había ideado para calcular las trayectorias de los cuerpos en movimiento. El mismo Halley calculó, hacia los mismos días de la publicación de los Principia, las órbitas de algunos cometas.

En ese entonces el cálculo de las trayectorias de los cometas era un problema muy laborioso. Newton mismo lo caracterizaba como un problema ``largo y difícil''. Halley publicó su monumental esfuerzo de cómputo en un pequeño librito de apenas 18 páginas, Synopsis Astronomiae Cometicae, aparecido en 1705. La parte medular de la obra es un cuadro que resume las características de las órbitas de 24 cometas. En particular, para el cometa de 1682 había minuciosos y precisos registros de su posición en varias fechas, lo cual hacía particularmente confiable el cálculo para este cometa. Al recorrer su lista de resultados, Halley notó que la órbita del cometa de 1682 era muy parecida a la de los cometas de los años 1531 y 1607, respecto a los cuales había también observaciones confiables. Halley empezó a sospechar que se trataba del mismo cometa, y que las pequeñas diferencias se debían a las perturbaciones que Júpiter y Saturno ejercían sobre él. Pero Halley dio un paso adelante que le aseguraría un lugar destacado en la historia de la ciencia. Con gran audacia, y con total confianza en los métodos de Newton, predijo que el mismo cometa se presentaría nuevamente 78 años después, en 1758. He aquí la razón por la que a Clairaut, Lalande y Madame Lepaute les urgía terminar sus cálculos.

Halley murió en 1742, a la avanzada edad de 86 años, sin alcanzar a ver de nuevo ``su'' cometa. Pocos años antes había reiterado su predicción, y había expresado su deseo de que ante el puntual regreso del cometa, la ``cándida posteridad reconociera que había sido un inglés quien lo anunció''.

El problema que ocupaba al equipo de matemáticos franceses era mejorar las tablas de Halley, tomando en cuenta de manera más precisa las interacciones del cometa con Júpiter, Saturno y la Tierra misma. Debían obtener una fecha prevista para su retorno, desde luego antes de que el cometa hiciera nuevamente su aparición, para que nadie pudiera acusarlos de haber ``ajustado'' las cosas con el objeto de obtener el resultado correcto. Después de más de seis meses de arduos y extenuantes cálculos, predijeron que el cometa tendría su máximo acercamiento al Sol a mediados de abril de 1759, y que sería visible desde unos meses antes. Sus resultados se presentaron ante la Academia Francesa de Ciencias en noviembre de 1758. A partir de entonces, mucha gente en Francia escudriñaba el cielo todas las noches en búsqueda del cometa. Sin embargo, fue el campesino alemán Johann Palitzsch, astrónomo aficionado, quien le dio al mundo un bello regalo de Navidad al descubrir el cometa en la Nochebuena de 1758. El cometa tuvo su máximo acercamiento al sol el 13 de marzo de 1759, apenas un mes antes de lo calculado por los matemáticos franceses.

Había nacido una nueva ciencia: la mecánica celeste. Lalande, Clairaut y Madame Lepaute, siguiendo los pasos de Newton y Halley, demostraron que los movimientos de los cometas eran regulares y que el cálculo de una órbita de más de 78 años de periodo podía efectuarse con un error de apenas 30 días. Después de la puntual aparición del cometa Halley en la fecha predicha desde 1758, ya nadie pudo sostener racionalmente concepciones mitológicas o supersticiosas sobre los cometas. El mismo cometa que cada 76 años había atemorizado a la humanidad presagiando todo tipo de desdichas, ahora se revelaba como un cuerpo natural, sujeto a las leyes de la mecánica y con un comportamiento comprensible e incluso predecible. No obstante, los mitos y supersticiones asociados a los cometas tardaron mucho en desaparecer, e incluso en nuestros días somos testigos de modernos brotes de ``fiebre cometaria''.

Un rápido examen de las variadas manifestaciones supersticiosas a las que han dado origen los cometas a lo largo de la historia puede quizá servirnos como antídoto contra estos recurrentes brotes de ignorancia.

Desde épocas inmemoriales los cometas han sido interpretados como presagios de calamidades. El más antiguo registro que se conoce data del siglo XV a.C.; lo realizaron astrónomos chinos que observaban el cielo con asiduidad desde esas épocas; en ese registro se lee que ``...cuando Jie ejecutó a sus fieles consejeros, hizo su aparición un cometa''. Tres siglos después, otro registro chino señala: ``Cuando el rey Wuwang emprendió una guerra contra el rey Zhou, apareció un cometa cuya cola señalaba hacia el pueblo Yin.'' En Occidente, uno de los registros más antiguos relativo a cometas procede de la antigua Persia. En una inscripción de la época de Nabucodonosor I, siglo XII a.C., se dice que ``...cuando el cometa alcance el camino del Sol, Gan-ba disminuirá. Estallarán tumultos en dos ocasiones''. Otro ejemplo es una inscripción caldea acerca del cometa del año 1140 a.C., la cual relata que en el cielo ``surgió un cometa, cuyo cuerpo era brillante como el día y cuya cauda se extendía como la cola de un alacrán''.

En la información sobre el mundo antiguo recopilada por los historiadores griegos y romanos, principalmente Aristóteles y Séneca, hay numerosas referencias a ``luces en el cielo'' que anuncian el nacimiento de altos personjes. En los libros sagrados hindúes se afirma que la aparición de ``luces celestes'' anunció el nacimiento de Krishna y de Buda. Algo similar se registró en China, antes del nacimiento de Yu, el fundador de la primera dinastía, y de Lao Tse, el venerado sabio. En las leyendas judías se lee que sendas ``estrellas'' aparecieron al nacer Moisés y Abraham. Si bien en todas estas antiguas y vagas referencias no se distingue entre los cometas propiamente dichos y otros fenómenos celestes o atmosféricos, como la caída de meteoritos, las auroras boreales, las novas y supernovas, etcétera, es claro que siempre se les asoció con grandes acontecimientos.

En el mundo clásico a los cometas se les consideraba eventos capaces de ejercer poderosas influencias. La palabra cometa proviene del griego kometes (de pelo largo), y en latín coma significa pelo. Aristóteles consideraba a los cometas productos de nuestra atsmósfera, ``exhalaciones que por su constitución ígnea se incendian''. De ahí concluye que, claramente, los cometas presagian sequías, calor y vientos huracanados. Las ideas de Aristóteles sobre los cometas prevalecieron durante cerca de dos mil años. Quizá la más notable excepción haya sido Séneca (4 a.C.-65 d.C.), quien a pesar de que incluye a los cometas en la sección de meteorología de su libro Questiones Naturales, los considera creaciones permanentes de la Naturaleza: ``Algún día -dice- los hombres podrán demostrar cuáles regiones recorren los cometas, por qué su curso es tan distinto del de las estrellas, cuál es su tamaño y su constitución...''. También observa que las colas de los cometas siempre apuntan en dirección contraria al Sol (``huyen de los rayos del Sol''). Estas ideas, escritas hace casi 2,000 años, tienen un sabor sorprendentemente moderno.

Entre los griegos y los romanos la superstición floreció -a veces al lado de la razón. Así, en la Ilíada se dice que el yelmo de Aquiles brillaba ``...como la estrella roja que sacude sus cabellos en llamas y arroja enfermedades, pestilencia y guerras...''. Otro ejemplo: la aparición de un cometa en el año de 431 a.C. se relacionó con disturbios en Grecia y con la guerra del Peloponeso. Aristóteles, Diódoro Sículo y el mismo Séneca hablan del ``terrible'' cometa del año 373 a.C., que tuvo como nefastas consecuencias tembloresÊde tierra, invasiones y la caída de Roma. En 146 a.C. la toma de Cartago y de Corinto se le supuso señalada por la presencia de un cometa. Virgilio se refiere en sus obras a los prodigios anunciados por los cometas. Plinio el Viejo escribe que los cometas son ``temibles estrellas'' que presagian copiosos derramamientos de sangre, y cita como ejemplo la conmoción civil del año 48 a.C., anunciada por la aparición de un cometa. Del cometa del año 48 a.C. nos dice que ``mostró sus terribles rizos, derrocando poderes terrenales'', y le atribuye la guerra entre el César y Pompeya. Entre los discípulos más famosos de Séneca está Nerón, quien, como veremos, utilizó con gran cinismo las enseñanzas de su tutor. Sucedió que durante su reinado apareció un cometa al que se le consideró un presagio de grandes disturbios políticos; entre el pueblo surgieron entonces insistentes rumores sobre la inminente caída del tirano. La situación era muy delicada. Después de consultar con su astrólogo Babilo, y siguiendo sus recomendaciones, Nerón decidió desviar el maleficio del cometa hacia el sector más prominente de la nobleza romana, de modo que ordenó la matanza de buena parte de los nobles del reino y la expulsión y persecución de sus familias. Por lo visto, el consejo de Babilo no pudo haber sido más efectivo: el pueblo quedó satisfecho, pues el ``presagio'' del cometa se cumplió, al tiempo que Nerón se deshizo de sus adversarios políticos; el tirano sobrevivió incluso a la aparición de otro cometa, antes de morir a los 32 años sin que ningún fenómeno astronómico anunciara su fallecimiento.

Los ejemplos podrían continuarse indefinidamente. Como se ve, en la mayoría de los casos se pensaba que los cometas eran anuncio de grandes calamidades. No obstante, algunas contadas veces los cometas auguraban buenas nuevas. En otras palabras: la cometomancia siempre ha sido sencilla, pues sus reglas son flexibles. Así, el cometa que apareció después del asesinato de Julio César fue interpretado como la forma que el alma del emperador asumió para ascender a los cielos. Hacia fines del siglo I d.C., cuando se escribieron los Evangelios, no era extraño asociar la aparición de un cometa o ``nueva estrella'' con el nacimiento de un rey o con el principio de una dinastía. Así, San Mateo menciona que una ``estrella'' surgida en el Oriente anunció el nacimiento de Jesucristo y guió a los Reyes magos hasta Belén. Muchos siglos después, en 1301, la aparición de un cometa sirvió al Giotto como modelo para representar la ``estrella'' de Belén en los maravillosos frescos de la capilla Scrovegni, en Padua; en esa época, la representación de un cometa anunciando buenas noticias fue tan innovadora como el estilo del Giotto.

Un poco al margen de los presagios cometarios encontramos un hecho curioso, reportado por Eforo de Cima (405-330 a.C.), para quien el cometa del año 371 a.C. se fragmentó en dos pedazos. Esta afirmación resultaba tan insólita para la época que hizo que Séneca, quien escribió sobre Eforo cuatro siglos después, dudara de su veracidad y lo acusara de inventar cuentos para aumentar el número de lectores de sus escritos. No obstante la opinión de Séneca, hemos observado en nuestros días varios cometas que se fragmentan, como el Cometa Biela (1826) y, más recientemente, el West (1976).

Los siglos que siguieron a Aristóteles no aportaron nuevos conocimientos sobre la naturaleza o los movimientos de los cometas, los cuales quedaron firmemente clasificados como exhalaciones atmosféricas; las supersticiones asociadas a su aparición fueron en aumento, hasta alcanzar matices rayanos en la histeria.

Entre la vasta y monótona cosecha de supersticiones sobre los cometas que aporta la Edad Media, el caso más famoso es quizás el del cometa del año 1066 d.C. (una de las apariciones del cometa Halley). Fue observado con particular temor en Inglaterra, que poco después sufriría la invasión de los normandos, con Guillermo el Conquistador al frente. La muerte del rey Haroldo fue el ``evidente'' resultado del maléfico cometa. Para los vencedores, claro está, el cometa presagió excelentes noticias. La reina Matilde, esposa de Guillermo, sintió que la ocasión merecía un especial festejo y mando confeccionar un magnífico tapiz conmemorativo, en el cual quedó registrada la historia de la conquista. El tapiz mide cerca de 70 metros de largo y puede admirarse en Bayeux, Francia; una de las escenas que ahí se representan muestra al rey Haroldo, entristecido, mientras sus súbditos ``se maravillan ante la estrella''. El tapiz de Bayeux es una de las representaciones pictóricas más antiguas del cometa Halley

Los grandes pensadores cristianos de la Edad Media, influidos por las ideas de Aristóteles, contribuyeron a cristalizar la imagen supersticiosa de los cometas. Al cometa del año de 1347 se le atribuyó la terrible plaga de peste bubónica. La aparición de una serie de cometas brillantes en el siglo XV se interpretó como señal del amenazante y continuo avance de los turcos sobre Europa. Al cometa de 1456 se le relacionó con la caída de Constantinopla, y al Papa Calixto III se le atribuye la excomunión del visitante celeste (al parecer, lo que ocurrió es que el Papa decretó varios días de oración para rogarle al Señor que cualquiera que fuese la calamidad anunciada por el cometa ésta recayese sobre los turcos y no sobre los cristianos; de ahí la frase ``...del turco y del cometa líbranos Señor'').

Con el advenimiento del protestantismo, las supersticiones sobre los cometas adquieren un carácter casi febril. Lutero se refiere a ellos como ``estrellas prostitutas'' y afirma: ``Los infieles escriben que los cometas se deben a causas naturales, pero Dios no crea uno solo que no signifique calamidades. Todo lo que se mueve extrañamente en el cielo es señal de la ira de Dios.'' Andreas Celichius, notable pensador protestante, propone incluso un modelo cometario. Según él, los cometas son el ``denso humo de los pecados humanos, que sube diariamente, cada minuto, maloliente y horroroso, hasta engrosar tanto que adquiere forma de cometa, con cabellos horriblemente trenzados y rizados que se incendian por la ardiente y justa ira del Juez Supremo''.

El cometa de 1556 fue interpretado por el mundo hispánico en general, y por Carlos V en particular, como un augurio de grandes cambios en el Imperio, y precipitó su abdicación. El cometa de 1572 fue visto como un castigo por la masacre de San Bartolomé, en París. A la ejecución de Carlos I de Inglaterra se le consideró un resultado de la aparición de otro cometa. La gran plaga en Londres en 1665 fue causada, suspuestamente, por el cometa de ese año, olvidando que en otras ciudades, desde las cuales también fue visible el cometa, no se presentó la epidemia. Llegó a tal grado la manía por los cometas que los historiadores de los siglos XVI y XVII inventaron cometas ficticios para relacionarlos con la muerte de grandes personajes, cuando la naturaleza no les proporcionó ninguno que sirviera a este propósito.


Los cometas

Julieta Fierro

Julieta Fierro es investigadora y profesora de la Facultad de Ciencias de la UNAM. Su área de especialidad es el estudio del material interestelar y el sistema planetario.Ha obtenido varios premios, entre ellos el Kalinga, otorgado por la UNESCO. Próximamente entrará en funciones como presidenta de la Comisión de Docencia de la Unión Astronómica Internacional.



Durante la primera quincena de abril el cometa Hale-Bopp fue visible como una estrella con cola, en la dirección noroeste, cerca del horizonte, al principio de la noche.

Los cometas son cuerpos congelados que forman parte del Sistema Solar. Pasan la mayor parte de su existencia muy alejados del Sol, principalmente en dos regiones, una llamada el Cinturón de Kuiper que está un poco más allá de la órbita de Plutón (a más de 40 veces la distancia que hay entre la Tierra y el Sol) y otra en la orilla del Sistema Solar, que forma una envolvente: la Nube de Oort. Cuando los cometas se encuentran en estas regiones no se pueden observar desde la Tierra, porque son muy pequeños y la cantidad de luz solar que reflejan es insignificante. Estas estructuras se infieren al estudiar las órbitas de los cometas. Puesto que se mueven en elipses en torno al Sol se sabe que son parte de nuestro sistema; si fueran órbitas hiperbólicas vendrían de otro sitio. Al medir la elongación de la órbita se puede determinar, a partir de la distancia máxima de alejamiento, el sitio de donde provienen. A diferencia de los planetas cuyas órbitas están casi todas en el mismo plano y son bastante circulares, las de los cometas están en todas direcciones y son muy elongadas, de ahí que se haya llegado a la conclusión de la existencia del Cinturón de Kuiper y la Nube de Oort.

La parte sólida de los cometas mide algunos kilómetros de diámetro y está compuesta por hielo de agua, amoniaco, bióxido de carbono y metano; además, posee incrustaciones metálicas y de rocas. Algunos investigadores describen a los cometas como ``bolas de hielo sucias''. Su temperatura en los confines del Sistema Solar es de -260¼C. Se estima que existen millones, a pesar de lo cual la masa de todos ellos es menor que la de la Tierra. El único núcleo de un cometa que se ha podido fotografíar es el del Halley, que en ese momento tenía la forma de una papa con unos siete kilómetros de diámetro.

Cuando los cometas se acercan al Sol la radiación los calienta y provoca que las sustancias volátiles se evaporen; de esta manera, la parte sólida se rodea de una envolvente gaseosa. Las envolventes cometarias pueden tener un radio mayor a la distancia que hay entre la Tierra y la Luna, lo que facilita su descubrimiento, aun cuando se encuentran a una distanciaÊigual a la que nos separa de Júpiter (cinco veces la distancia que hay entre la Tierra y el Sol).

El Sol, al igual que las estrellas, produce un viento. Se trata de partículas cargadas eléctricamente, principalmente protones, núcleos de helio y electrones, que viajan por el medio interplanetario a una velocidad de 250 km/seg. Cuando el viento del Sol llega hasta donde está un cometa, arrastra los gases que rodean al núcleo y se produce la cola. ƒsta es la razón por la que las colas de los cometas siempre apuntan en dirección contraria al Sol. Los cometas parecen una nube alargada y brillante, o, como indica su nombre griego, una estrella con cabellera. Los gases de la cola brillan porque están incandescentes debido al calentamiento solar. Las colas de los cometas pueden llegar a medir 300 millones de kilómetros, dos veces la distancia que hay entre la Tierra y el Sol; por consiguiente, son los cuerpos más extendidos del Sistema Solar, de allí su espectacularidad y que se puedan observar a simple vista. Las colas de los cometas son tan tenues que es posible ver las estrellas a través de ellas. ¡A principios de siglo la Tierra pasó por la cola del cometa Halley! Además, los cometas poseen una enorme envolvente de gas de hidrógeno que los rodea por completo, mucho más extendida que las demás estructuras.

Algunos cometas tienen dos colas, una de gas incandescente y otra de polvo. La primera es más recta y de color ligeramente azul; la otra es curvada y de color rosado. La cola de polvo brilla porque sus partículas reflejan la luz del Sol. Los astrónomos conocen las propiedades físicas de los cometas porque además de tomar fotografías pueden analizar la calidad de la luz que emiten. Para esto descomponen la luz, formando un arco iris, lo que se conoce como un espectro. Esto permite conocer su composición química, densidad, temperatura y velocidad.

Para que un cometa se observe bien desde la Tierra se necesita que la orientación sea adecuada. En términos muy generales, los cometas se observan mejor al amanecer o al anochecer, cuando están más cerca del Sol y la Tierra oculta su brillo. En estas condiciones evaporan más y la cola es más larga. Los cometas son tan hermosos que se han utilizado para decorar murales, cuadros y cerámicas.

Conforme pasan sucesivamente cerca del Sol, los núcleos de los cometas se evaporan y se fracturan. Por consiguiente, se desgastan, y sólo consiguen resistir unas cuantas miles de órbitas en promedio antes de deshacerse por completo. Algunos fragmentos de cometa quedan a lo largo de las antiguas órbitas cometarias; cuando la Tierra pasa por alguna de ellas, los fragmentos caen a nuestro planeta, y al hacerlo calientan el aire circundante por fricción y producen una estría luminosa: una estrella fugaz. Las lluvias de estrellas que observamos año con año son producto de esta caída de fragmentos cometarios sobre la Tierra.

En tiempos recientes, astrónomos aficionados han descubierto la mayor parte de los cometas. Suelen monitorear ciertas regiones del cielo con telescopios que en ocasiones ellos mismos construyen. En promedio se descubren unos 15 cometas nuevos al año, pero muy de vez en cuando uno es tan brillante como el Hale-Bopp visto desde la Tierra. Por cierto, el nombre del cometa se suele tomar de la persona que lo descubre o que lo estudia. El cometa Haro-Chavira, por ejemplo, lleva el nombre de dos astrónomos mexicanos.

La importancia astrofísica de los cometas es grande y variada: indican las condiciones del viento solar, las emanaciones de partículas cargadas que produce nuestra estrella y la manera como éstas arrastran a las partículas del campo magnético; además, dado que provienen de la orilla del Sistema Solar, aportan información sobre sitios inaccesibles y remotos.

Uno de los problemas fundamentales de la astrofísica es el origen del Sistema Solar. Se piensa que se formó, igual que el resto de las estrellas, por la contracción de una nube de gas y polvo interestelar. Con la mayor parte de la materia se formó el Sol, y con el sobrante los planetas y cuerpos menores que circundan a nuestra estrella. En los últimos años se han descubierto varios objetos celestes que parecen ser sistemas solares en formación, similares al nuestro hace 5,000 millones de años. La composición química de los cometas, sus tamaños y densidades, ofrecen información sobre las condiciones de la nube que dio origen a nuestra estrella, la cantidad de materia que tenía, su temperatura y densidad. Es posible que en el futuro se explore directamente la superficie de algún cometa. La comunidad científica europea trabaja en un proyecto llamado Roseta, que tiene la finalidad de hacer un análisis in situ de la cortezaÊde un cometa.

Tanto para el espectador casual como para el astrofísico, los cometas representan una oportunidad para sorprenderse y preguntarse sobre nuestro origen y evolución.


El gran cometa Hale-Bopp

Miguel Angel Herrera

Miguel Angel Herrera se doctoró en física en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Es Secretario Técnico del Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial. Es autor y co-autor de catorce libros de divulgación de astronomía y física. Sus principales temas de investigación son: Astronomía Estelar e Impactos Asteroidales o Cometarios. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

El descubrimiento

Para Alan Hale y Thomas Bopp, la noche del 22 de julio de 1995 se presentaba como una de tantas ocasiones de observación. Hale, astrónomo profesional interesado en el comportamiento de los cometas, inició su rutina de trabajo con la observación de un cometa conocido; luego, debía esperar una hora antes de observar otro cometa, también conocido. Para pasar el tiempo libre, consultó los mapas celestes y se percató de que un objeto interesante, un cúmulo globular llamado M70, estaba en ese momento en posición adecuada para ser observado (un cúmulo globular es una agrupación esférica de unos cientos de miles de estrellas). En vista de ello, dirigió su telescopio hacia el cúmulo y de inmediato se percató de que cerca de M70 había una especie de nubecita que no estaba ahí un par de semanas antes. Tras consultar mapas celestes y posiciones de cometas conocidos visibles en ese momento, quedó convencido de que se trataba de un cometa hasta entonces desconocido. Para probarlo, siguió observándolo por unas horas hasta que no hubo duda de que la ``nubecita'' se desplazaba respecto a las estrellas (las estrellas no cambian sus posiciones relativas, mientras que los cometas y los planetas sí). Una vez corroborado el hecho, envió un mensaje que anunciaba el decubrimiento al Central Bureau of Astronomical Telegram (CBAT).

La historia del co-descubridor del Hale-Bopp, Thomas Bopp, no es muy distinta. Bopp, un aficionado a la astronomía, había salido al campo con un grupo de amigos a realizar observaciones astronómicas por pura diversión. Tras observar el cúmulo globular M70, mientras un miembro de grupo buscaba en los mapas un nuevo objeto hacia el cual apuntar los telescopios, Bopp, quien ni siquiera tenía un telescopio propio, decidió echar una última ojeada al cúmulo. Por la rotación de la Tierra, éste se había desplazado hacia un extremo del campo visible en el telescopio y, para sorpresa de Bopp, por el extremo opuesto había ``entrado'' a dicho campo una curiosa nubecita que parecía no tener nada que hacer ahí. A partir de ese momento, Bopp siguió prácticamente los mismos pasos que Hale; su mensaje al CBAT llegó apenas unos minutos después. Ambos habían descubierto simultáneamente un nuevo cometa que, por ello, fue bautizado Hale-Bopp -aunque su nombre ``oficial'' es C/1995 O1, que indica que fue el primer cometa de largo periodo descubierto en la segunda quincena de julio de 1995.

La órbita

Cada año, aficionados y profesionales de la astronomía descubren de cinco a 10 nuevos cometas. Sin embargo, el Hale-Bopp pronto empezó a revelarse como un caso muy especial. Al descubrir un cometa, la primera tarea es determinar su órbita, es decir, su trayectoria en torno al Sol, lo que permite conocer su posición y velocidad en cualquier momento anterior o posterior al descubrimiento. La órbita del Hale-Bopp reveló que cuando sus descubridores lo observaron se encontraba a 7 Unidades Astronómicas (UA) del Sol. Una UA es la distancia media de la Tierra al Sol, y equivale a unos 150 millones de kilómetros, lo que significa que el cometa estaba ¡siete veces más lejos del Sol que la Tierra! El hecho resultaba inusitado, pues los cometas brillan por el calor del Sol y, en consecuencia, son visibles sólo cuando están relativamente cerca del astro. Pronto se encontró también que faltaba más de un año para que el cometa alcanzara el punto más cercano al Sol de su órbita (su perihelio) que esto ocurriría el primero de abril de 1997, y que en ese momento la distancia del cometa al Sol sería de 0.914 UA. Todas estas noticias hicieron surgir la cometomanía: si estando tan lejos del Sol el cometa ya era tan brillante, ¡cómo luciría al pasar por su perihelio!

El cometa pasará a una distancia mínima de 1.315 UA de la Tierra, el 22 de marzo de 1997; su velocidad al pasar por el perihelio será de ¡158,000 km/hora! Por cierto, no es la primera vez que el Hale-Bopp se acerca al Sol: hace 4,200 años pasó por su periehlio, y dentro de 2,380 años retornará (a este intervalo de tiempo entre dos pasos sucesivos de un cometa por su perihelio se le denomina periodo).

La órbita del Hale-Bopp está contenida en un plano casi exactamente perpendicular al plano general del sistema solar (las órbitas en torno al Sol de todos los planetas -menos Plutón- están contenidas casi en el mismo plano), de manera que el cometa viaja hacia el Sol ``de abajo hacia arriba'', y después de pasar por el perihelio se aleja de él ``de arriba hacia abajo''.

El ``objeto misterioso''

Un rumor en torno al cometa que conviene comentar se refiere a la posible existencia de un objeto cercano que, según se rumora, lo acompaña en su viaje. En primer lugar, hay que reconocer que esto no sería raro ni novedoso. En numerosas ocasiones se ha visto cómo se desprenden góbulos de gas o pedazos de núcleo de los cometas, y cómo esos fragmentos, por simple inercia, continúan viajando junto a él. Baste un ejemplo reciente: el cometa Shoemaker-Levy 9 se fragmentó en más de 20 porciones que viajaron juntas por el espacio hasta su espectacular colisión con Júpiter en julio de 1995. Así pues, que ``algo'' acompañara al cometa Hale-Bopp no sería ni original, ni misterioso y mucho menos inexplicable.

Sin embargo, ocurre que ni siquiera es así: no hay ni hubo jamás ``un objeto extraño'' viajando con el cometa. Sucede simplemente que algún gracioso tomó una de las imágenes del cometa aparecidas en Internet, la procesó con algún programa de computadora y después la envió, como si se tratara de una imagen real tomada por ``un astrónomo anónimo'', a dos de los lugares de la red en que se recopilaba y ofrecía información al público sobre el cometa. El fraude ha quedado totalmente expuesto en la página de Internet del Instituto de Astronomía de Hawaii. Aunque uno podría pensar que este tipo de ``bromas'' son inofensivas, el caso de los 39 individuos que se suicidaron en San Diego hace menos de un mes para ``irse con el ovni del cometa'' parece demostrar lo contrario.

Viendo el cometa

Aunque observar un cometa en una ciudad moderna es punto menos que imposible, pues su cola suele ser tan tenue que sólo se puede apreciar bien en un cielo muy oscuro, el Hale-Bopp es tan brillante que ha podido verse incluso en el DF. Hay que disfrutar el espectáculo porque no se sabe (ni se puede saber) cuándo volveremos a ver un cometa así de brillante. Si el lector está poco familiarizado con el cielo, no importa; lo único que necesita para localizar al cometa es saber hacia dónde queda el norte. Si se para en esa dirección, a su izquierda quedará el poniente, y el cometa estará justo a medio camino entre el oeste y el norte, a eso de las ocho de la noche. Levantando un poco la vista deberá reconocerlo de inmediato, pues lucirá como una ``estrella gorda'', muy brillante, rodeada por una tenue nube, con su característica cola, aún más tenue, casi paralela al suelo.Para quien se interese por datos más precisos, hay que decir que su altura sobre el suelo será de unos 20¼ a las ocho de la noche (aproximadamente, lo que miden dos puños, uno sobre otro, a brazo extendido).

El cometa habrá permanecido muy cerca de esa posición durante la primera quincena de abril, aunque se irá desplazando poco a poco hacia el oeste. Este habrá sido, sin duda, el mejor periodo para observarlo. La razón es que el brillo que le vemos depende de dos cosas: de qué tan brillante es en sí mismo (su brillo intrínseco) y de su distancia a la Tierra, y en esas dos semanas estos dos factores se habrán combinado para producir su brillo máximo visto desde la Tierra.

Si el lector cuenta con enlace a la Red (Internet), podrá consultar continuamente la posición del cometa y observar su imagen en alguna de las siguientes direcciones electrónicas (la primera pertenece al instituto de Astronomía de la UNAM):

http://www.astroscu.unam.mx/cometa/menu.html

http:/www.kalmbach.com/astro/astronomy.html

http://newproducts.jpl.nasa.gov/comet/

http://encke.jpl.nasa.gov

A partir de la segunda quincena de abril el Hale-Bopp habrá dejado de ser el bello espectáculo que ha sido; su brillo aparente disminuirá cada vez más rápidamente hasta dejar de ser visible a simple vista, lo cual ocurrirá tal vez a fines de junio. Para el conocedor del cielo, durante este periodo se pasará de la constelación de Andrómeda (1¼ de abril), a la de Perseo (15 de abril), a la de Tauro (1¼ de mayo) y, finalmente, a la de Orión (1¼ de junio). Después... habrá que esperar casi 2,400 años para volver a verlo.