David Márquez Ayala
El regreso de los Tesobonos

Rudiger Dornbusch es un reaccionario profesor de economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), cuyo nombre se hizo familiar en México no precisamente por sus grandes aportaciones a la ciencia económica sino por haber sido maestro, tutor, asesor y/o inspiración de un número de los tecnoburócratas formados en Estados Unidos que han conducido la economía del país los últimos tres lustros. Famosa fue su advertencia al gobierno salinista, allá por 1992, de que estaban empezando a sobrevaluar peligrosamente al peso respecto al dólar y que era necesario acelerar el deslizamiento devaluatorio que entonces se aplicaba para retomar un tipo de cambio real. Sus pupilos no le hicieron caso, el peso siguió revaluándose y terminó en el desastre devaluatorio de diciembre de 1994, como tantas veces antes en el último cuarto de siglo en que nuestros gobiernos han apostado erróneamente a sobrevaluar el peso.

Hace pocos días Dornbusch reapareció en una entrevista en Multivisión sosteniendo dos puntos centrales: una advertencia y un insulto.

La advertencia fue que de nueva cuenta el Banco de México y el gobierno están siguiendo una política errónea sobrevaluando el peso, lo cual, de continuar sin ajustes devaluatorios módicos y racionales, acabará como siempre en una nueva macrodevaluación y en otro desquiciamiento económico. En esto Dornbusch tiene toda la razón. El tipo de cambio real actual debe rondar los 8.70 pesos por dólar y esa debería ser cuando menos la paridad. Incluso usando las cifras oficiales, ya hay sobrevaluación, pues el tipo de cambio promedio anual (a medio año) previsto para este año es de 8.53, lo que implica que al 15 de abril la paridad debería de ser de 8.25 y no de 7.90 como improcedentemente la mantienen (por una supuesta sobreoferta de dólares), aunque la razón principal puede estar en abaratar las importaciones para presionar a la baja los precios internos (ancla antiinflacionaria) y para dar una imagen de bonanza ficticia preelectoral, equiparable a lo que hizo Salinas al final de su sexenio.

El insulto de Dornbusch fue su propuesta de que debemos dejarnos de tonterías, tirar el peso a la basura (``Boten al peso'' fue el nombre del programa) y adoptar el dólar como moneda. Ya no se conformó con la ``autonomía'' del Banco de México, que lo pone en línea con las directrices del Fondo Monetario Internacional, ni con un consejo monetario (en vez del Banco de México) que fije la paridad un peso-dólar y que coloque al país no sólo una camisa de fuerza monetaria, sino en calidad de sucursal de la Reserva Federal y del Tesoro estadunidenses (como es ya el caso de Argentina que veremos explotar en un futuro no muy lejano), sino que fue más allá, y con enorme cinismo le da a México un trato despectivo de colonia, de protectorado y casi de estrella.

Si la lesiva y ofensiva propuesta proviniera de un provocador gratuito o de un simple orate antimexicano como ahora pululan en el norte, ni en cuenta se le tomaría. Pero no es el caso de Dornbusch y su propuesta deber ser tomada como lo es que es: el reflejo de la ideología de importantes grupos del poder económico y político de Estados Unidos (y también de México) que ven a nuestro país como impotente reo de un proceso acelerado de asimilación y control total por la economía estadunidense. La propuesta, así, no fue un exabrupto sino un globo sonda para medir reacciones. Notorio ha sido el silencio oficial, pues el que calla otorga.

Hoy, a la acelerada y cada vez mayor dependencia comercial, financiera, tecnológica, fronteriza, comunicacional y petrolera, de nuestra economía en relación a la estadunidense y al cada vez más elevado control que tienen sus empresas de nuestra planta productiva, se adiciona la noticia (casi en paralelo a la propuesta) de que el gobierno mexicano colocará en los próximos días valores gubernamentales en dólares en el mercado interno a través de la Bolsa de Valores, similares a los que se venden en el exterior o con cobertura cambiaria, por un monto de 31 mil 150 millones de dólares, en siete emisiones.

Es el retorno amplificado de los malhadados Tesobonos, una nueva concesión (con un peso sobrevaluado) a los especuladores cambiarios, un paso más en la globalización financiera, otro golpe a nuestra moneda y a nuestra autoestima nacional, otro fragmento de soberanía que se lleva el viento. Rudi no anda tan perdido