En Italia, como en gran parte de Europa, predomina la derecha, e incluso entre quienes se consideran progresistas el pensamiento es conservador. Por ejemplo, según las encuestas, 49 por ciento apoya al gobierno de centroizquierda ``porque fue elegido y hay que dejarlo gobernar'', pero casi 58 por ciento apoya el envío de la misión militar italiana a Albania (en interés de las empresas italianas) y rechaza, por supuesto, a los inmigrantes. Dicho sea de paso, ambas cosas se entrelazan, ya que la derecha ha ofrecido su apoyo a Romano Prodi, el jefe de gobierno de centroizquierda, si expulsa de la mayoría a Refundación Comunista (RC); el PDS (Partido Democrático de Izquierda, ex comunista, hoy liberaldemocrático) critica a Prodi porque éste se diferencia mucho de la derecha; la empresa Pirelli (trust del caucho) critica a Prodi y dice que el PDS debe gobernar, y el gobierno vota en la Cámara el texto de la derecha sobre el envío de tropas a Italia, rechazado por RC.
El derechismo dentro del gobierno ``izquierdista'' crece día a día: en Turín, en Milán, en Ancona, en Venecia, el PDS prefiere hacer una política de derecha, presentar candidatos de derecha y combatir contra RC (y los verdes) en el plano municipal, aun a riesgo de que gane la derecha auténtica; Massimo D'Alema, líder del PDS, compite en su coqueteo con la derecha y con los fascistas con Lamberto Dini, ex ministro del Tesoro de Silvio Berlusconi, el kaiser de la agrupación derechista y actual ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de centroizquierda. No es de extrañar que el ambiente político y moral se derechice y deteriore mientras los ex comunistas y ex socialistas del PDS y del Olivo, con su política internacional chauvinista, con su política social neoliberal, con las privatizaciones de empresas estatales y con el ataque a los comunistas (a quienes acusan falsamente de nostálgicos del stalinismo), aplanan el camino para el retorno de los fascistas al poder.
Después de la decisión de enviar soldados a Albania ( como antes, en su momento, había votado en favor de la Guerra del Golfo), la derecha del gobierno, encabezada por D'Alema, se lanza ahora a la batalla por lo que llama la renovación del Estado social, en la que se opone frontalmente no sólo a RC sino también a los sindicatos. El argumento que esgrime es falso y demagógico: según dicho sector, el sistema de seguridad social privilegia a los jubilados y hace pagar caro a quienes trabajan, en vez de capacitar a los trabajadores para que sean más competitivos y aliviar la desocupación mediante estímulos de todo tipo a las empresas medias y pequeñas. La idea del PDS concuerda, por otra parte, con la oferta a los empresarios de ``flexibilizar'' y ``desregular'' el mercado laboral permitiendo, por ejemplo, amplias diferencias de salarios por el mismo trabajo según las regiones, salarios ``de ingreso'' (menores) para los jóvenes, plena movilidad laboral, etcétera.
Con el pretexto de la burocratización y corrupción del sistema estatal de pensiones y del mal uso de los fondos por las autoridades, el PDS promueve la ley de la jungla. Sólo podrán tener jubilaciones decentes quienes, por milagro, hayan trabajado sin interrupciones toda su vida salarial, hayan tenido siempre excelente salud y hayan cotizado siempre con tal fin sumas importantes. Por otra parte, la idea de destinar fondos (de los trabajadores, no de los empleadores) para formar y capacitar a aquéllos según las necesidades de éstos es igualmente demagógica: aunque durante un breve período un personal muy capacitado tendrá mayores posibilidades de trabajo y dará más ganancias al patrón si todos, por ejemplo, llegan a ser ingenieros electrónicos, algún ingeniero lavará los WC de las fábricas...
¿Quiere decir esto que no hay que tocar la seguridad social? Por supuesto que no, ya que ella está llena de errores y de insuficiencias: lo que no hay que tocar son los derechos adquiridos, después de toda una vida de trabajo, por millones de ancianos, ni un nivel de civilización y de solidaridad que fue alcanzado por luchas durísimas de enteras generaciones. Tratar de oponer a los obreros adultos con los ancianos, a los primeros con los jóvenes, a los de provincia con los de los grandes centros urbanos, pensar sólo en los intereses de los patrones es trabajar para la derecha. ¿No enseña nada el caso del PSOE o el de Mitterrand