Larry Flynt, alguna vez llamado el Randolph Hearst de la prensa porno, crea en 1974 la revista Hustler, cuya originalidad fue la exhibición de la genitalia femenina, el inventario de poses y actitudes abiertamente lascivas, y el desentendimiento con cualquier cosa que pudiera oler a cultura. A la gente que hojea una revista erótica -argumentaba Flynt- no le interesa toparse con escritores de altos vuelos entre un desnudo y otro. Lo que descalificaba era el candoroso erotismo visual de Playboy o Penthouse, revistas prestigiosas que en sus páginas incluían, además de los desnudos de pubis ausente de sus conejitas, entrevistas con escritores respetables y famosos.
Larry Flynt, gran comercializador del porno, con tirajes que llegaron a rebasar los 2 millones de ejemplares, recurrió a cualquier maniobra publicitaria para alcanzar sus fines; una estrategia que impulsó a Hustler a la cumbre fue la publicación, en 1975, de cinco páginas con fotos de Jacqueline Onassis, sorprendida por un paparazzi, totalmente desnuda. (En la escala de Flynt, una verdadera declaración de principios). A partir de allí se agudiza el estilo provocador de la revista: sus mujeres son hembras insaciables que exigen la dominación de los macho-máquinas sexuales con modo de empleo (un montaje célebre muestra la mitad de un cuerpo femenino dentro de un triturador de carne), y sus ocurrencias humorísticas ostentan ya sin empacho sus tintes sexistas y racistas.
Flynt es objeto de numerosos ataques por parte de grupos moralistas, y no sólo los enfrenta con desenfado elaboradamente cínico -``sólo soy culpable de tener mal gusto''-, sino que los aprovecha para promover aún más su revista y presentarse como defensor de las libertades públicas -como esa imagen pulida y graciosa que de él ofrece el director checo Milos Forman en Larry Flynt, el nombre del escándalo (The people versus Larry Flynt).
Mr. Smith goes to Pornoland. Los guionistas Scott Alexander y Larry Karaszewski definen inmejorablemente la naturaleza de la historia: -Es Frank Capra con algo de porno''. Y el mito esencialmente estadunidense que glorifica al self-made man, que a cualquier precio abandona la oscuridad de sus orígenes humildes para alcanzar prosperidades luminosas, seduce al realizador de Atrapado sin salida y Ragtime, al punto de llevarlo a encumbrar al rey del porno hasta alturas morales cuestionables, y ciertamente cuestionadas en la calle la noche de entrega de los Oscares.
Larry Flynt, la cinta, es sin embargo una de las mejores realizaciones de Milos Forman. Las actuaciones son notables (Woody Harrelson, en el estelar; la estrella de rock Courtney Love es la esposa, y Edward Norton, el abogado de Flynt), el guión, impecable (agilidad en las escenas de tribunal, sólida estructura narrativa) y la fotografía de Philippe Rousselot (La reina Margot) escudriña con talento y malicia los rostros de los personajes. A pesar de un desenlace que banaliza al personaje central, atribuyéndole una inverosímil calidad de héroe social, y precipita a su esposa (drogadicta, bisexual, enferma de sida) en el limbo de la representación melodramática, la película de Forman es un fuerte alegato contra la intolerancia e hipocresía de los grupos más conservadores (la ``mayoría moral'' reaganiana).
A partir de la biografía de Flynt, quien por un periodo breve se convirtió al evangelismo a instancias de Ruth Carter Stapleton (hermana del presidente), Forman sugiere la coincidencia de intereses mercadotécnicos (que no espirituales) entre los fans del porno y los fanáticos de Cristo -los televangelistas que lucran con la fe. Otra coincidencia inquietante: el desprecio de la carne. Los conservadores más recalcitrantes rechazan la variedad de expresiones sexuales; Larry Flynt incluye en una variedad inmensa de goces sadomasoquistas y obscenos la degradación de la mujer y la noción de la culpa.
La revista Hustler surge en los años setenta, en medio del clima libertario de la revolución sexual, pero lejos de democratizar el placer y elogiar el cuerpo, celebra lo contrario. La voracidad del porno -que la revista contribuye a masificar y legitimar- estratifica y degrada los placeres carnales. El retrato de Althea Leasure (Mrs. Flynn) enfatiza la tristeza y la vanidad de dichos placeres, y sus consecuencias funestas. Por su parte, la revuelta de Larry se limita a ser pintoresca y extravagante: escupe el rostro de un juez, se presenta en el tribunal con la bandera estadunidense sobre los genitales, llena bolsas de basura con 10 mil dólares que luego arroja al suelo como fianza. Fanfarronería es destino. Y en su defensa testaruda de la Primera Enmienda de la Constitución, lleva su combate hasta la Corte Suprema para abogar (con éxito) por los derechos del ciudadano y su propia libertad de empresa. ¿Existe la vida fuera del libre comercio?
La cinta deja abierto un debate. ¿Cuáles son los límites de la libertad de expresión? ¿Puede proteger al mismo tiempo la opinión disidente y la incitación al odio? La agresión por bala que sufre Flynt y lo deja semiparalítico no es, como se infiere, obra de un fanático religioso, sino, según otras versiones, la de un racista indignado por ver en las páginas de Hustler una pareja de razas distintas haciendo el amor.
El filme de Milos Forman, sobresaliente en muchos aspectos, tiene además una actualidad innegable. En varios países se ha censurado su cartel publicitario, y en México se le ha remplazado por otro a última hora. Esto no deberá sorprender en el país de maxifaldas, fotos censuradas y condones proscritos (por contaminantes) con el que todavía hoy sigue soñando la derecha.