Si no han visto esa película que nos habla de la tierra incógnita de Macedonia, corran a verla antes que empiece la tormenta. Confieso que hasta hace poco Macedonia era para mí una referencia histórica: el reino de Felipe y de su hijo Alejandro Magno o el territorio peleado por los búlgaros, los griegos y los serbios poco antes de la Primera Guerra Mundial; era también una referencia culinaria, una ensalada de verduras, o de frutas, muchas y revueltas. Macedonia es una de las repúblicas, ahora independientes, que formaban la difunta Yugoslavia. Es un pequeño Estado amenazado por sus vecinos; Grecia no permite que se llame oficialmente Macedonia y le ha obligado a cambiar su bandera.
Amenazada también por su naturaleza misma: una ensalada de grupos étnicos revueltos y peleados, como lo demuestra la hermosa película de Miguel Manchevski. No es nunca fácil entender claramente lo que llaman una nación. Uno se pierde y vacila entre modos muy diferentes de definición: ¿raza, lengua, tierra, religión, voluntad, historia, derecho? ¿Pero qué es la raza, el derecho, la historia? Lo sabemos y no lo sabemos.
¿Quiénes son los 2 millones de macedonios? En la película escuché tres idiomas: entendí el inglés, algo de un idioma parecido al ruso, nada de lo que decían los albaneses. Esos albaneses forman la cuarta parte de la población y son generalmente musulmanes. Viven más bien en el campo y la solidaridad clánica sigue muy fuerte. El líder del partido albanés afirma que ``no somos'' macedonios, ``somos albaneses'' que viven en Macedonia. Los cristianos son mayoritarios divididos en eslavos y griegos (del otro lado de la frontera hay una Macedonia que es provincia de Grecia), además hay valacos cristianos y musulmanes, gitanos, judíos, griegos musulma- nes, macedonios musulmanes (eslavos convertidos, como en Bosnia) y hasta turcos cristianos.
En la antigua Yugoslavia hubo millones de matrimonios mixtos, es decir, entre croatas, serbios, bosnios, etcétera, mientras que eso no sucedió con los albaneses que vivían, y siguen viviendo, en un mundo paralelo. Son muy raros los matrimonios entre albaneses étnicos y los otros grupos de Macedonia. El líder del partido albanés no duda en afirmar: ``Podemos vivir como vecinos, no podemos mezclarnos con los macedonios''. Así hablaba el serbio Radovan Karadzic en Bosnia.
Por eso Macedonia se encuentra ``antes de la lluvia''. El cielo es negro, se oyen los primeros truenos en la vecina Albania que se encuentra en la frontera occidental. Todo el mundo ve en la televisión el espectáculo aterrador y fascinante del caos en Albania, con las bandas armadas que actúan con toda im- punidad. Eso confirma a los nacionalistas macedonios en su idea de que no hay que hacer ninguna concesión a los albaneses, esa ``raza maldita''. Los moderados de la oposición democrática piensan con pesimismo que tienen 20 por ciento de posibilidades de evitar que el caos en Albania contagie al país desatando guerra civil y limpieza étnica.
Los extremistas albaneses y macedonios son felices. Como en la película preparan sus armas y gritan a los moderados: ``¡Defínanse!'' El nacionalismo estridente del partido albanés asusta al ciudadano común y corriente. Los macedonios extremistas asustan a la mayoría pacífica de los albaneses. ¿Quién podrá parar la espiral infernal? Un líder de la oposición dice que se siente como sus colegas en Bosnia, cuando hace seis años intentaban calmar a los extremistas, parar la marcha a la guerra.
Es cierto que la minoría albanesa ha sufrido, sufre una discriminación real y que los otros grupos étnicos no quieren a esos malditos. Ahora la situación empeora porque los nacionalistas dicen que toda concesión a esa minoría llevaría tarde o temprano a su secesión, a su unión con una gran Albania.
Para colmo, Macedonia acaba de vivir, en pequeño, una crisis financiera semejante a la que provocó el derrumbe de Albania: uno de los bancos más importantes quebró y arruinó a miles de ciudadanos, un mes después del derrumbe de tres pirámides. En consecuencia el director del Banco Central fue a dar a la cárcel. Parece que todos esos negocios estaban conectados con las pirámides albanesas. Lo grave es que eso mina la coalición en el poder (que incluye el ex partido comunista) en una nación que necesita estabilidad económica y política para no caer al abismo. Estamos antes de la lluvia.