Pablo Gómez
Generación de valientes

La muerte prematura de Heberto Castillo obliga a pensar en la generación de opositores de la que él formó parte. Hacia finales de los años 50 y principios de los 60, surgió en México una camada de luchadores políticos y sociales que nunca se vendieron ni se rindieron.

Algunos de esos opositores se adhirieron a los grupos que no se habían sometido durante el alemanismo, parte de los cuales estaban formados por veteranos de la lucha contra Calles, como Valentín Campa. Otros se ligaron a nuevas organizaciones, como el Movimiento de Liberación Nacional, en el que originalmente coincidieron el Partido Comunista y el Partido Popular junto con Lázaro Cárdenas y otros muchos. A esa organización se adhirió Heberto Castillo.

Los movimientos sindicales y agrarios del México de finales de los años 50 y el triunfo de la revolución cubana, fueron contribuciones decisivas en el surgimiento de aquella generación política, esencialmente patriótica y socialista.

Persecuciones, represalias, amenazas, torturas, encarcelamientos, asesinatos, fueron armas de frecuente uso para detener a quienes eran calificados como miembros de la izquierda delirante. Los líderes de la huelga ferrocarrilera de 1959 fueron acusados de disolución social y encarcelados, algunos de ellos durante más de 10 años, como Demetrio Vallejo y Valentín Campa. Ese grupo de sindicalistas y políticos de izquierda había logrado un año antes encabezar a los trabajadores del riel y alcanzar la dirección del sindicato de trabajadores ferrocarrileros.

También había surgido el Movimiento Revolucionario del Magisterio, el cual protagonizó brillantes acciones reivindicativas y en favor de la democracia sindical, dirigido por Othón Salazar, integrante destacado de esa misma generación.

Otros de los que nunca se rindieron tomaron entonces la dirección del Partido Comunista e iniciaron un largo y penoso proceso de independencia política y construcción partidista, encabezados por Arnoldo Martínez Verdugo.

En las luchas agrarias y en los ingresos y egresos de las cárceles figuraban destacados líderes regionales, entre quienes se encontraba Ramón Danzós Palomino, postulado como candidato a Presidente sin registro contra Díaz Ordaz en 1964, quien sufrió también incontables privaciones de su libertad.

Bajo el mismo impulso surgió la revista Política, dirigida por Manuel Marcué Pardiñas, la cual se convirtió en el órgano periodístico de las luchas de entonces y de la llamada izquierda delirante.

Algunos de aquellos opositores consistentes, que arriesgaban todo a cada paso de su andar, fueron atraídos al oficialismo a través de las viejas formas de la concesión y la corrupción, pero otros muchos se mantuvieron leales a sus principios. De una forma u otra, los integrantes de esa generación política apoyaron al movimiento estudiantil de 1968, destacadamente Heberto Castillo, quien era entonces profesor universitario.

Con distintos instrumentos y programas, en medio de frecuentes polémicas y con encuentros y desencuentros, esa generación se mantuvo en la lucha penosa de la oposición progresista, en la que muchos cayeron, como Arturo Gámiz, quien había tomado el camino de las armas, o Rubén Jaramillo, acribillado junto con su familia.

Aquella generación se unió más entre sí a partir de 1988, cuando el movimiento electoral encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas abría una nueva etapa de la lucha política en México y éste se reencontraba con aquellos opositores de larga trayectoria con los que había compartido trinchera años atrás en el Movimiento de Liberación Nacional y con muchos de quienes habían estado en el movimiento de 1968. En una vuelta de la vida, esa generación se vio súbitamente dentro del PRD en la búsqueda del cambio que siempre anheló; ya no se encontraba sola, sino que en su largo camino de luchas --algunas de ellas intestinas-- se había ido nutriendo durante las dos décadas que van de 1968 a 1988.

Heberto Castillo comprendió el significado del nuevo movimiento que se iniciaba en 1988 y, finalmente pero a tiempo, sumó su voluntad en favor de la unidad de las fuerzas patrióticas y democráticas del país.

Las características de esa generación han sido el apego a sus principios, la honradez y la resistencia frente a la corrupción y la represión. En México todo esto tiene un inmenso significado: cuando muchos agachaban la cabeza y justificaban su propio oportunismo, ahí estaba una generación de luchadores que mantenía siempre la cara en alto. Esa es la generación de los valientes.

Hoy, las cosas han empezado a cambiar, aunque las represiones siguen ahí. Mas, ante la muerte de Heberto Castillo, hay que recordar que mucho de lo que se ha logrado en la ampliación de las libertades y en el respeto a los derechos, no cayó del cielo ni ha sido un regalo del despotismo mexicano, sino que se lo debemos en buena parte a aquella generación que nunca se sometió, que siempre mantuvo su lucha: esos son nuestros valientes.