El gobierno ``de Zedillo'' no puede mantener al ``sistema'' más que por la fuerza militar y la corrupción institucionalizada, y esto es muy grave para el país.
1. El proyecto de Chuayffet y de Zedillo de ``legalizar'' un financiamiento público descomunal a los partidos políticos y a las organizaciones sociales, como medio para subordinarlos a las políticas oficiales y reciclar al ``sistema'', ha logrado institucionalizar la corrupción y contribuir a la domesticación de un buen número de dirigentes de oposición, pero también ha ahondado la crisis moral del régimen y la confusión política, y hace sin duda cada vez más difícil una posible transición.
2. El gobierno ``de Ernesto Zedillo'', al igual que el de Carlos Salinas, no ha pretendido transitar a la democracia sino refuncionalizar al más longevo ``sistema'' autoritario del siglo XX y -tras someter a las dirigencias de los partidos con este financiamieno descomunal, legalizado por las reformas al Cofipe- ahora busca hacer lo propio con las organizaciones sociales, a las que pretende reconocer como ``entidades de interés público'' (con derecho a financia-
miento del Estado) en una ley que negocian gobierno y ONG.
3. La pretensión del gobierno es evidente: no busca subordinar a partidos y organizaciones sociales a la legalidad sino a la lógica oficial, lo que presupone: a) que reconozcan una supuesta legitimidad del PRI (como un partido igual a los demás) y de Zedillo (como un gobernante ``electo'' y no impuesto), y b) que actúen de manera ``leal'' al gobierno y ``funcional'' a la globalización. La oferta es clara, y al parecer buena parte de los dirigentes partidistas ha aceptado estas reglas del juego aguardando una mayor apertura de espacios políticos y al nuevo financiamiento, y con el señuelo de que (algún día) habrá una ``transición''.
4. Jesús Silva Herzog escribió en sus Memorias que el ``sistema'' se mantuvo en sus primeros años por el asesinato, la corrupción y el Partido, y al parecer nada ha cambiado.
5. La guerra de Chiapas ha sido ejemplar en ese sentido, pues en vez de negociar en serio la paz con el EZLN y satisfacer las demandas sociales, el gobierno buscó imponerse por la fuerza y la corrupción. Al mismo tiempo que lanzaba al ejército contra los indígenas y armaba a grupos paramilitares, buscó coptar a los líderes agrarios. Salinas envió en 1994 a ``los tres Reyes Magos'' (Laco, Fábregas y Robledo) con chequera abierta, y Zedillo hizo lo propio en 1995 con Dante, para después dejar manos libres a Eraclio Zepeda para que reprimiera y corrompiera de manera discrecional, pero siempre bajo la tutela de Bucareli.
6. La ``institucionalizacion'' de la oposición ha sido una obsesión de los gobernantes mexicanos, por lo que no pudo extrañar tampoco que en la (frustrada) Mesa Dos del Diálogo de San Andrés, los emisarios de Zedillo rechazaran las demandas de los zapatistas de descentralizar el poder y ampliar los mecanismos de participación, y no tuvieran más propuesta que la de reconocer a nivel constitucional a las organizaciones sociales confiriéndoles la prerrogativa del financiamiento. Con lo que el EZLN, vuelto fuerza política, según Zedillo podría nada menos que ser subsidiado por el gobierno: como quieren ahora serlo muchas ONG, como Alianza Cívica o el MCD, ansiosas de uncirse a la ubre estatal luego de que el gobierno les veta los recursos del exterior.
7. ¿Puede el uso discrecional de los dineros de un régimen marcado por la corrupción y por su vinculación con el narcotráfico conducir a la democratización del país? La respuesta es indudablemente no.
8. El exorbitante sobrefinanciamiento público a los partidos constituye un éxito para el gobierno pues está produciendo una mayor oligarquización de la vida política: minando la mística partidista, aislando a los dirigentes de oposición de sus bases y, al mismo tiempo, vinculándolos estrechamente a los intereses del ``sistema''. Los partidos mexicanos no tiene normas internas para la distribución democrática de sus recursos ni para el control de sus dirigentes y lo que está aconteciendo es muy grave.
9. Los dineros de la nación (que ahora son del ``sistema'') están contribuyendo además a deformar y a prostituir la vida pública del país, pues están siendo entregados también a membretes de partidos y a agrupaciones fantasmales que no representan más que al propio régimen y a las camarillas corruptas que los dirigen.
10. La respuesta de la sociedad ante este proceso de deterioro de la vida nacional no puede ser por lo tanto más que el control ciudadano sobre el gobierno para terminar con la impunidad, y ahora también sobre los partidos, sin dejar por ello de exigir el derecho a las candidaturas ciudadanas.
La propaganda oficial pretende que se viven avances en la vida pública, pero a la vista están gravísimos retrocesos.