La Jornada 3 de abril de 1997

Encarcelamiento y saqueo, lecciones a indios inconformes

Hermann Bellinghausen, enviado /I, Colonia San Pedro Nichtalucum, Chis., 2 de abril Ť Saqueadas, una por una, 74 casas y tres tiendas cooperativas, con la crudeza de la destrucción, saltan a los ojos de los testigos. Colchones despanzurrados (donde los había), ropas rasgadas, utensilios rotos, seguramente a patadas, papeles quemados; fantasmas de lo que falta: en una casa, por ejemplo, mil 800 kilos de maíz, la televisión, cuatro machetes, 8 mil pesos en efectivo. Mariano, su dueño, está preso en Cerro Hueco, acusado de homicidio. Es sub-juez municipal de San Juan de la Libertad.

Oscar Oliva, consternado, señala: ``Los golpean, los meten a la cárcel y los saquean''.

Ocho hombres, de los 346 desplazados el 14 de marzo de este poblado tzotzil, después del ataque de Seguridad Pública, la Policía Judicial y el Ejército Federal, se hacen acompañar casa por casa por los representantes del gobierno de Chiapas, un grupo de observadores internacionales (estadunidenses la mayoría), dos miembros de la Conai, varios defensores de derechos humanos y un grupo de periodistas nacionales e internacionales (ninguno local ni la televisión comercial).

Tras ellos, una decena de policías armados vigila a distancia el recorrido por la parte abandonada del pueblo. De cada casa llevan una lista escrita a mano, en hojas de cuaderno arrancadas: Lo que había, para cotejar lo que queda.

San Pedro es más grande de lo que parece. Lo componen numerosos caseríos ocultos entre barrancas y cafetales. El ambiente es tenso. Estos ocho desplazados, zapatistas y perredistas, abren la caja de Pandora y sale un tufo de podredumbre, humedad y mierda. Las colinas abandonadas huelen a orines.

Juan Bañuelos, en un cobertizo del sol riguroso del mediodía, considera:

Estos saqueos siguen el mismo patrón de La Sultana, de Prado, el 9 de febrero de 1995. La destrucción como escarmiento a los indios inconformes.

La actriz chicana Marisol Padilla, protagonista de El fin de la violencia (The end of violencia), la cinta más reciente de Wim Wenders, y que según el poeta Oliva es una nueva Claudia Cardinale, comenta al fin del recorrido. ``Está más grueso de lo que imaginaba''.

En el centro del poblado, ante la agencia municipal, los hombres priístas de San Pedro. Rodean el edificio junto con una veintena de policías estatales, judiciales y del agrupamiento Maya, y parecen atrincherados tras dos grandes camiones de cinco toneladas de Seguridad Pública. Desde la azotea, otros policías apuntan a la comitiva de observadores. Ahora los policías municipales visten verde olivo y camisetas de la Fuerza de Tarea Arcoiris.

La presencia de Mario Arturo Coutiño Farrera, director general del Gobierno del estado, y un grupo de guardaespaldas y colaboradores, ayuda a suavizar las cosas.

``Ustedes son del gobierno'', confirma, aliviado, el agente municipal priísta.

No hay mujeres. Las del lado priísta están recluidas en sus cocinas. Las zapatistas en otros pueblos, desplazadas en cocinas ajenas.

Este tipo de recorridos son los que no se han podido realizar en los pueblos destruidos de la zona norte. Aquí al menos no hay Paz y Justicia; los priístas de San Pedro Nixtalucum parecen más rehenes de una situación que parte beligerante. Clarito lo dice uno de ellos al licenciado Coutiño: ``No queremos matarnos entre nosotros''.

Es el mismo equipo técnico del gobierno ruizferrista que ha intentado, infructuosamente, penetrar la olla secuestrada de Sabanilla, en el camino a El Paraíso.

Antiguos izquierdistas, hoy operadores del gobierno estatal, Coutiño Farrera y Jack Demóstenes Muñoz ya no se han de acordar de cuando eran de los partidos Revolucionario de los Trabajadores y de la Revolución Democrática y el Partido, respectivamente, pero tratan de ser cordiales con los indígenas del PRD y el EZLN, agraviados.

No los guía la pregunta: ¿quién es responsable del saqueo?, se conforman con una más modesta: ¿qué falta? Todo puede arreglarse con dinero. Menos los muertos, los heridos y los presos consignados.

Esa sal

Coutiño Farrera se excusa de no permanecer en el recorrido, porque tiene que ir a resolver ``otro problema'', y todos entienden que se refiere al ex presidente municipal de El Bosque, secuestrado por perredistas en la cabecera municipal. Como si aquí hubiera ``otro'' problema, y no fueran todos el mismo.

Queda Jack Demóstenes Muñoz con su representación. El ex dirigente estatal del PRD y sus colaboradores toman nota de los motores faltantes, los molinos destrozados, los cochinitos rotos y vaciados.

La tienda cooperativa era por lo visto el orgullo de los zapatistas. Desde hace 15 años. La tenían bien surtida. Hoy, tras las puertas partidas, aparece patas arriba, los anaqueles vacíos.

``Teníamos zapatos, comida, herramientas'', enumera uno de los cooperativistas.

Por el suelo, regados entre tablas y papeles, hay algunos cascos llenos de refresco y bolsas de sal.

Se robaron todo -exclama un indígena.

Puntilloso, el ex diputado Muñoz Corrige:

¡No, mira, esa sal todavía sirve, y están esos focos en la esquina! ¿No podríamos abrir un refresco?

Y es que sí, el calor y la caminata dan sed. Ya en otra casa el mismo representante gubernamental había confirmado, con alivio que no omitió transmitir a los agraviados, que de los ocho machetes denunciados como faltantes habían aparecido cuatro debajo del tiradero. (¿Qué tanto es tantito?, me quedo pensando).

Durante la reunión previa en El Bosque con el presidente municipal autónomo Agustín Alvarez, el director de Gobierno de Chiapas había dejado claro:

-No vamos a hacer acciones para sancionar responsabilidades. Eso corresponde a otra autoridad.

Aunque en ese momento se refería a algo más grave: la responsabilidad de que el día 14 se disparara desde helicópteros a la población civil. Si para esa responsabilidad no tenía competencia, menos para determinar la responsabilidad del saqueo en San Pedro.

En la reunión de El Bosque, los desplazados expresaron reiteradamente su inquietud central:

``¿Quien mandó la Seguridad Pública?'', le preguntó uno de ellos al licenciado Coutiño. ``Esa es la pregunta de la gente. Atacaron cuando ya se estaba arreglando el problema''.

El regidor municipal de San Juan de la Libertad dijo a los funcionarios: ``Nosotros tenemos orden. Tenemos ley. Tenemos todo y podemos arreglar nuestros problemas. No queremos ejércitos ni policías. Basta con nuestra gente''