Sólo 2.3% de quienes ingresan a la UPN llega a titularse
Rosa Elvira Vargas/ II Ť Tensiones entre corrientes ideológicas y politicosindicales; inestabilidad de sus cuerpos directivos --11 rectores en 18 años-- y falta de liderazgo académico de los mismos; escaso impacto social de sus servicios, y su permanente ir a la zaga de los cambios en los programas educativos, configuran la errática historia de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN).
Diagnósticos institucionales y opiniones de maestros y alumnos arrojan que la UPN --fundamentalmente su sede central Ajusco-- se caracteriza por el exceso de personal, lo que deriva en una tortuosa buro-cratización; instrascendentes y dispersos proyectos de investigación; baja eficiencia terminal (sólo 2.3 por ciento de quienes se matriculan llegan a titularse), y escasa competitividad frente a otras instituciones.
La situación se agudiza porque no hay una ``fortaleza institucional'' que defienda los objetivos que dieron vida a este proyecto. Por el contrario, las innumerables administraciones han tratado siempre de responder y adecuar la universidad a lo que el aparato educativo (SEP) plantea coyunturalmente.
Pese a esto, la UPN ha sido incapaz de diversificar sus propuestas para satisfacer las necesidades de la educación y del magisterio en el país, lo que ha impedido que las pocas experiencias exitosas surgidas de algunas de sus 75 unidades puedan constituirse en verdaderas alternativas pedagógicas.
De este modo, desde su fundación, la UPN oscila entre la indefinición de su identidad como universidad y algunos avances nunca suficientemente advertidos ni valorados. Todo lo anterior se asienta en diagnósticos elaborados por los cuatro últimos rectores de la institución: Olac Fuentes Molinar, 1992 (en la actualidad subsecretario de Educación Básica y Normal); Magdalena Gómez Rivera, 1993-94 (hoy funcionaria del Instituto Nacional Indigenista); Eduardo Maliachi y Velasco, 1994-96, y el rector en funciones, Jesús Liceaga Angeles.
Incertidumbre y desorden laboral
Entre los problemas de la UPN, la situación laboral es un elemento que viene a complicar aún más el panorama.
Hay quienes afirman que la desconcentración de la UPN (traslado de las unidades al ámbito de los estados), a raíz de la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica en 1992, acentuó la crisis institucional y tiene a sus trabajadores --académicos y administrativos-- en la incertidumbre laboral.
María Elena García Rivera, docente en la unidad 061 de Colima, comparte esa opinión y comenta que la batalla emprendida hace muchos años para que los trabajadores de la UPN formaran su propia sección dentro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) --y que fue obstaculizada por la corriente que encabezaba Carlos Jonguitud Barrios--, ha llevado a una abierta desatención de los trabajadores por parte de la dirigencia del gremio (incluso en algunas unidades no les cobran cuotas) y, lo que es peor, a la pérdida de prerrogativas laborales.
``Con la descentralización de las unidades, los gobiernos estatales argumentan no tener información sobre cómo atender las demandas de quienes laboran en ellas. Ahora debemos esperar que negocien los compañeros del Ajusco para luego pelear su aplicación en las entidades. Esto afecta sobre todo a los académicos'', agrega.
Pero aún más, la maestra García Rivera sostiene que los retrasos en la emisión de convocatorias para exámenes de oposición son suplidos con la incorporación de personal docente por contratos de 5 meses y medio y, por tanto, sin seguridad laboral.
Incierto futuro de la educación a distancia
A lo anterior, apenas una muestra del desorden organizativo y de funcionamiento en la UPN, se suma el problema de la contracción en la demanda de sus cátedras en el mediano plazo dentro de sus 75 unidades, las cuales están orientadas primordialmente a la nivelación académica de los maestros en servicio (otorgamiento de licenciaturas).
Si de entrada esa actividad no formaba parte de las funciones de la UPN y fueron decisiones administrativas las que la impusieron, al modificarse en 1984 la currícula de las normales para dar licenciatura a sus egresados, ello disminuyó de inmediato el universo de solicitantes de los servicios a distancia que imparte la Pedagógica.
``Hoy, el maestro que menos tiene de ejercicio profesional sin licenciatura es entre 15 y 18 años, ya maduro, de 35 o 40 años de edad, y que no tiene demasiado interés por una nueva carrera'', admite el rector Jesús Liceaga. Ahora son bachilleres quienes más se inscriben en la institución.
``Ante ello, admite el funcionario, el ámbito de acción de la universidad se reducirá aún más y en unos cuantos años ya no tendremos maestros en el Sistema de Educación a Distancia. En esa encrucijada estamos''.
Y es justamente ese, para el rector Liceaga, uno de los grandes conflictos de la UPN: ``nivelar maestros, insisto, no era parte del proyecto original de la universidad; ahora estamos en una situación realmente de desventaja para regresar a aquél. Además, desde la descentralización del 92, a la unidad central Ajusco sólo corresponden funciones de normatividad académica, mientras que en las sedes estatales la actividad marcha en forma heterogénea y, sobre todo, de acuerdo con el interés, mucho o poco, de los gobiernos locales''.
Por otro lado, tampoco gozan de mejor salud las cinco licenciaturas que imparte la sede central. El diagnóstico elaborado en la época del rector Maliachi (1995) señala que las carreras de administración educativa, pedagogía, psicología educativa y sociología educativa ``compiten desfavorablemente con otras instituciones formadoras, tanto en términos de mercado potencial para el egresado como en los costos por alumno. Como hipótesis, puede plantearse que actualmente la UPN cubre la función de recibir a los rechazados de otras universidades''.
La mayoría de esas licenciaturas, asentaba ya desde 1992 Fuentes Molinar, tienen una orientación ``excesivamente teoricista'' y una insuficiente atención a los problemas concretos del sistema educativo nacional y de los procesos escolares.
Sostenía que no se trataba de reorientar planes y programas con ``enfoques empiristas'', pero preguntaba si al final de sus estudios los alumnos logran ``aterrizar'' los enfoques teóricos en la explicación de la realidad de su campo profesional o si lo que se conserva son saberes aislados y poco claros.
Ahí mismo, el subsecretario destacaba como otro elemento preocupante en las carreras de la UPN la debilidad en el conocimiento de la escuela mexicana y de sus problemas y necesidades actuales.