Alberto Aziz Nassif
Resistencias a la observación electoral

Un gobierno que no sabe reconocer sus triunfos y oportunidades anda sin brújula. Es el caso de la reciente negativa de la Secretaría de Relaciones Exteriores para dar su visto bueno a un financiamiento de los países de la Unión Europea (UE), un poco más de 300 mil dólares, para que la Academia Mexicana de Derechos Humanos llevara a cabo varios proyectos de observación electoral en el país durante 1997. El Instituto Federal Electoral (IFE), a través de un grupo de consejeros electorales (siete de los ocho y después también el mismo presidente) apoyaron a la Academia y enviaron una carta al canciller Gurría para que el gobierno mexicano autorizara el uso del dinero porque no existe ninguna causa jurídica para no hacerlo. El litigio seguirá en estos días.

En 1994, el gobierno, urgido de elecciones creíbles y legítimas, aceptó financiamientos externos para la observación independiente; ahora tres años después, el gobierno de Zedillo piensa que la reforma electoral, mayoriteada por el PRI en el Congreso, es suficiente para tener comicios transparentes y se da el lujo de considerar que esos fondos son una injerencia inaceptable en asuntos internos. Sería ridículo no reconocer que entre 1994 y 1997 hay algunos avances importantes, a pesar de los muchos obstáculos y litigios de una reforma electoral que prometía mucho más de lo logrado, pero tampoco se puede cantar victoria con esos avances porque nuestro sistema político camina en zonas inseguras y aún puede haber trampas y trucos. La realidad es que la calidad democrática de nuestras elecciones está por comprobarse y se necesita mucha observación y vigilancia independiente, ya que la reglas del juego no son del todo satisfactorias y, sobre todo, porque las inercias y prácticas fraudulentas no desaparecen de un día para otro; se necesita consolidar una nueva cultura política que sólo se logrará con el tiempo.

La actitud del gobierno mexicano resulta extraña: sus razones son que se trata de una cuestión política y no electoral; o que no lo electoral también es político; o peor aún, que la observación electoral no es tal; y el remate es lo mejor: aceptar ese dinero es como depositar en la Academia y en la UE la legitimidad de los comicios. Resulta muy significativo que los únicos que respaldaron a Gurría en el Consejo General del IFE fueran los representantes priístas y un consejero también cercano a esa filiación, es decir, los mismos que durante años se han encargado de poner piedras en el camino para que las elecciones mexicanas sean democráticas.

Por otra parte, resulta curioso que el gobierno se dé baños de pureza, cuando si algún gobierno ha puesto en peligro la soberanía ha sido el zedillista, ¿o ya se olvidaron las condiciones terribles del paquete de rescate financiero del gobierno de Estados Unidos para sacar al zedillismo del ``error de diciembre'' de 1994? ¿Por qué se ponen trabas a un dinero que no tiene ninguna condición y que no lastima en nada la soberanía y sí puede ayudar a que las elecciones de 1997 tengan más ojos y mayor transparencia? ¿Por qué oponerse a un financiamiento para observación electoral por parte de una organización no gubernamental como la Academia, cuando se podría sumar a la iniciativa, como la forma más coherente de dar significado a su discurso de limpieza electoral? Sin embargo, se mandó una señal equivocada que los dinosaurios entendieron con claridad y rápidamente se envolvieron en la falsa bandera del nacionalismo y la soberanía al estilo de Gómez Villanueva.

Si el gobierno piensa que los avances electorales son suficientes para tener comicios limpios y legítimos es posible que se equivoque y haga un cálculo demasiado optimista. Todavía hay miles de ciudadanos que dudan que esas elecciones vayan a ser limpias. En este mundo globalizado hay que replantear la soberanía y, en el caso nuestro, con mayor razón, ya que nuestros gobiernos neoliberales han hecho que ésta dure mientras el Departamento del Tesoro de Estados Unidos no tome alguna decisión económica adversa; por otra parte, hay que aceptar que somos un país del Tercer Mundo y aún necesitamos ayudas internacionales para construir nuestra democracia. Esperemos que el gobierno modifique su posición y no insista en hacer cosas ``buenas'' que en realidad generan consecuencias ambiguas y negativas al país.