La Jornada 31 de marzo de 1997

MIRADAS Ť Santiago Ramírez
Los maderos de San Juan

...piden queso y les dan un hueso

Dicen los resultados de las encuestas, resultados estrictamente científicos, que Cuauhtémoc Cárdenas tiene que ganar las elecciones de julio. No cabe discutir aquí los méritos científicos de tales encuestas, los modos en que se escogen las muestras, las maneras de calcular el error y otras sutilezas propias de la estadística avanzada. Lo que cabe discutir es el valor de los resultados científicos a la luz de una concepción de la ciencia.

La ciencia, dicen, es un discurso cuya característica fundamental es la predicción o la previsión.

Si así fuera, y la ciencia de la estadística fuera una ciencia exacta, las elecciones saldrían sobrando. Para que no sobren, es necesario recordar una diferencia, que se debe a Horkheimer y Adorno, entre predicción y previsión. Predicción es afirmar que ``si tales condiciones se cumplen, entonces suceden tal y cual fenómeno''. Preveer, en cambio, consiste en poder contestar a la pregunta: ``¿Y cuándo se cumplen tales condiciones?''.

Las encuestas que ahora circulan por ahí, predicen la victoria de Cárdenas si ciertas condiciones se cumplen. Pero la última palabra tiene mucho más que ver con el problema de la previsión. Nadie ignora cuáles son esas condiciones y la pregunta aquí la ciencia enmudece tiene que ver con saber si tales condiciones van a ser cumplidas por quienes han demostrado que nunca cumplen sus promesas. Para resolver la cuestión, no podemos recurrir a ninguna ciencia; hay que recurrir a una razón que ya no es la Razón Pura sino que es la Razón de Estado. Esta, por más encuestas, por más exactas que sean, dirá la última palabra.

Pero, después de todo, esto no es una sorpresa. Hace ya un buen tiempo que la ciencia y los científicos están totalmente sometidos a la Razón de Estado y, si buscamos causas, podemos asegurar que la causa debe encontrarse en una actitud de los científicos que han sacrificado, ante los argumentos del poder, todo aquello que los hacía, en otros tiempos, portadores de los más altos valores humanos.