La Jornada 30 de marzo de 1997

Unidad sindical México-EU ante trasnacionales, plantea AFL-CIO

Andrea Becerril/III Ť Parte en su afán de atraer inversiones, y bajo la severa presión de la competencia global, los gobiernos del norte y sur del continente han aceptado debilitar los derechos y normas laborales. En México, la inyección de capital foráneo a las empresas Volkswagen y Ford trajo consigo el debilitamiento de los sindicatos.

De ahí que, según Lou Moore, director de Asuntos Internacionales del Sindicato de Comunicaciones de América, las organizaciones gremiales de México y Estados Unidos tienen que hacer frente de manera conjunta a la embestida de las trasnacionales. ``Sólo así podrán recuperarse y ejercer derechos, como el de libertad de contratación y de huelga, actualmente restringidos.''

Es claro, señala por separado James Cavanaugh, presidente de la AFL-CIO --en Madison, Wisconsin--, que el capital y las multinacionales no tienen lealtad a ningún país y siempre podrán cerrar la fábrica que habían trasladado de Estados Unidos a México para reabrir otra más al sur o emigrar a Asia, donde la mano de obra sea más barata y las legislaciones laborales más flexibles.

``Los sindicatos deben dar una respuesta global, unitaria'', añade Mike Boggs, director de Asuntos Internacionales del Sindicato Binacional de Trabajadores de Norteamérica.

Tanto en Estados Unidos como en México son urgentes los cambios, precisa Steve Babson, profesor e investigador de la Universidad de Wayne, en Detroit.

En el país gobernado por Bill Clinton, precisa, el nivel de sindicalización disminuyó de 35 a 15 por ciento en cuatro décadas. En 20 estados hay leyes para impedir la creación de sindicatos, y en muchos de los principales gremios domina aún la corrupción y los nexos con la mafia.

El poderoso sindicato de los Teamsters, que busca, con Ron Carey al frente, dignificar su imagen, tuvo que expulsar el año pasado a 300 líderes locales que estaban en contubernio con los patrones o tenían nexos con el crimen organizado.

Organizar sindicatos y llevar a cabo huelgas en Estados Unidos es cada vez más difícil, sobre todo porque a partir de la gestión de Ronald Reagan se generalizó el remplazo de huelguistas por esquiroles.

En México, según un diagnóstico de la AFL-CIO, el panorama tampoco es positivo para los trabajadores. Los sindicatos, precisa la principal central estadunidense, están controlados por el gobierno y no han podido impedir que el salario se deteriore hasta ser de los más bajos del mundo --en Estados Unidos el pago mínimo por jornada es de cinco dólares--, que haya más de 40 mil niños laborando en la capital, el Distrito Federal, y que la legislación laboral no se cumpla, e incluso se modifique en los hechos para beneficiar a los inversionistas extranjeros.

Esta nueva política de las multinacionales --de cambiar sus empresas a países vecinos, e incluso a naciones de otros continentes, con menos regulaciones y salarios más bajos-- ejerce fuerte presión sobre los trabajadores de Estados Unidos para que acepten a su vez reducir sueldos y prestaciones.

Más de 25 millones de trabajadores laboran actualmente en Estados Unidos medio tiempo, sin servicio médico, y muchos de ellos fueron despedidos por cierres de fábricas que se trasladaron al sur.

Esta tendencia de las corporaciones estadunidenses, de ir al sur, comenzó en la década de los 50 y ha originado la pérdida de millones de empleos en la manufactura, y ello ``ha conducido a la disminución y fortaleza del movimiento sindical'', asegura.

De acuerdo con un estudio elaborado en 1994 por Lance Compa --entonces profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Yale, y actualmente director de Estudios del Secretariado del Acuerdo Paralelo del TLC en materia laboral--, en los años 50 el 35 por ciento de la mano de obra estaba sindicalizada, y de ese porcentaje, más del 40 por ciento en el sector privado.

Actualmente sólo está sindicalizado el 15 por ciento de los trabajadores estadunidenses; de ese total sólo el 12 por ciento labora en empresas privadas. Lance Compa precisa que esa caída de la sindicalización no se debe sólo a los cambios estructurales en la economía.

También --agrega en el estudio-- ``al pernicioso antisindicalismo, a las maniobras para quebrar sindicatos y a las violaciones a la libertad sindical''.

Menciona en el documento las leyes sobre derecho a trabajar --``right to work''--, que es como los sectores antisindicales estadunidenses han denomi- nado a las normas en 20 estados de ese país, la mayoría del sur, que prohíben a sindicatos y empresarios establecer acuerdos para percibir cuotas sindicales de los trabajadores representados.

Ed Scribner, presidente de la AFL-CIO en Detroit, advierte que hace más de 10 años que Estados Unidos ha ido perdiendo su industria manufacturera, donde se perciben los salarios y las prestaciones más altas, los de seguridad social y asistencia médica.

Detroit, la ciudad del automóvil, donde Henry Ford construyó su imperio y atrajo a trabajadores de todos los continentes, está ahora devastada, con infinidad de edificios vacíos.

Tan sólo el poderoso sindicato automotriz --United Automovile Workers Union--, conocido por sus siglas UAW, perdió el 40 por ciento de su membresía de 1980 a la fecha, debido a la mayor competitividad de los japoneses en ese sector, al traslado de trabajos a México y otros países y a las nuevas tecnologías.

Casi todas las autopartes se fabrican en México, señala Steve Beckman, director de Economía y Asuntos Internacionales de la UAW. Agrega que no están en contra de que la producción se haga en nuestro país, sino del bajo pago en los salarios.

Revela que la planta que General Motors abrió en Guanajuato --luego de cerrar la que tenía en el Distrito Federal-- paga la tercera parte del salario que se daba en esta última, e igual hizo Chrysler con la de Saltillo.

En las plantas automotrices de las tres grandes firmas de esa rama industrtial en México --Ford, General Motors y Chrysler--, el promedio salarial es de 10 a uno con respecto a Estados Unidos, pero en las maquiladoras de autopartes de 20 a uno.

Frenar esa tendencia a bajar los estándares salariales ``es lo que debemos hacer los sindicatos de ambos países'', agrega, y resalta que la prioridad de la UAW es cuidar los 800 mil empleos que aún tiene.

Por ello, en la reciente revisión de los contratos colectivos con las tres grandes firmas automotrices, la UAW logró la inclusión de una cláusula para asegurar que el 95 por ciento de las plazas se mantengan, finalizó.