La Jornada Semanal, 30 de marzo de 1997
Como el tronco y las ramas,
leve criatura alada,
sombra,
alma del fuego,
humo,
tiendes al cielo,
tiendes a un cielo
más alto que las ramas.
Afuera está lloviendo
pero sé que la lluvia
no te moja
ni detiene tu ascenso.
Nuestros ojos se van
con el fuego y el sueño,
nuestras pieles se enroscan
y se quedan adentro.
Las llamas se deslizan
hacia arriba.
El árbol, ser de un solo pie,
se adelantó:
ya es humo y es ceniza.
El árbol que crecía
entre el suelo y la copa
ya tiene su medida.
Todos los ríos
van al mar,
todos los humos
al cielo.
Cada cosa su fuego
y su humo,
cada quien su incendio.
Cada cosa su ruina
y su polvo,
cada quien su tristeza
y desmoronamiento.
Cada llama su fuerza
y su melancolía,
cada humo su estatura
y su tiempo.
Si el mundo fuera presa de las llamas
se podría diferenciar las cosas por su humo.
Heráclito