Angeles González Gamio
¡Viva, viva San Miguel!

¡Muera, muera Lucifer!, cantaleta popular que se dice principalmente en las pastorelas navideñas, nos lleva a evocar una de las parroquias más importantes de la antigua ciudad de México, precisamente la de San Miguel Arcángel. Fundada en 1689, durante sus primeros dos años de vida funcionó en la de San Lucas Evangelista. En su nuevo sitio, que es el que ocupa hasta la fecha, en la esquina de Pino Suárez e Izazaga, se edificó un elegante templo en estilo barroco. Los materiales: el bello tezontle, cantera plateada y encantadores detalles de azulejos y mármol. Los primeros en los cupulines de las dos torres y en la gran cúpula, y el segundo en un hermoso relieve que adorna la fachada, con la figura del árcangel finamente esculpida.

Las parroquias eran sostenidas por los feligreses; el buen gusto y riqueza de materiales de esta iglesia hacen ver que la zona era de gente sensible y pudiente --cualidades que no siempre van juntas--; todavía hay algunas buenas casonas que son evidencia de ello. El autor y director del proyecto fue el doctor don Alonso Alberto de Velasco, aunque varios detalles acusan la presencia del genial arquitecto Pedro de Arrieta, quien posiblemente asesoró al constructor; él diseñó el grandioso Palacio de la Inquisición, en la Plaza de Santo Domingo, entre otras edificaciones notables.

Algunos de los detalles que lo ``delatan'' son la colocación del gran óculo encima del relieve del árcángel y las columnas toscanas que sostienen un friso combo. Este templo es representativo de la arquitectura parroquial, que suele repetir una portada principal flanqueada por dos torres gemelas; en el interior, la planta de cruz latina con cúpula en el crucero y la nave cubierta de bóveda de medio cañón; detrás del ábside se encontraban la sacristía y las oficinas parroquiales, que fueron recortadas y vueltas a edificar, por la ampliación de la avenida 20 de noviembre.

El interior es de gran sencillez, con altares y decoración estilo neoclásico, que sustituyó los espléndidos altares barrocos que la adornaron, antes de que la ``modernizaran'' en el siglo XIX. Tiene dos capillas, la de San José que conserva un bello nicho barroco que se salvó, y otra dedicada a Nuestra Señora del Pilar, que es la santa titular conjuntamente con el Arcángel San Miguel.

Esta parroquia se sentía muy orgullosa porque el Papa Pío IX le concedió la ``gracia'' de usar el ornamento color azul en la festividad de la Purísima Concepción y en las misas votivas de María Santísima. También tiene en su historia que el domingo 29 de noviembre de 1812, con motivo de haberse decretado la Constitución por las Cortes de Cádiz, fueron nombrados representantes de la feligresía de San Miguel Arcángel, para integrar el nuevo Ayuntamiento, los ilustres vecinos Carlos María Bustamante y José Manuel Sartorio.

Entre las reparaciones importantes que se le han hecho al templo aparece la de 1850, en que se estucaron y bruñeron con oro los altares neoclásicos, por instrucciones del cura José Sotero Zúñiga, quien por cierto se quejó de vejaciones cuando en 1861 el gobierno juarista, tras la promulgación de las Leyes de Exclaustración, despojó a la iglesia de valiosas alhajas y vasos sagrados.

Los alrededores del templo, que está en una linda plaza jardinada, cuentan entre sus encantos con una construcción verdaderamente maravillosa de casas de ``taza y plato'' (arriba vivían y abajo tenían el taller o negocio) que recorren todo un tramo de la calle de San Jerónimo; a pesar de estar bastante deterioradas, lucen su hermosura de tezontle y cantera y la extravagancia de sus marcados desniveles, que hablan de la existencia de una importante edificación prehispánica en los cimientos.

Seguramente en varias de ellas estuvieron algunas de las barberías que dieron fama a la zona. Allí estaban los peluqueros elegantes que cortaban el pelo y rasuraban al cliente por dos reales; anunciaban: ``perfumería fina, pomada de toronjil y aceite de macasar''. Posiblemente en una de ellas se leía el rótulo ``Nicanor Tablada, barbero y profesor de flebotomía'', porque hay que recordar que estos profesionales también aplicaban sanguijuelas para las indispensables sangrías y sacaban dientes y muelas.

Los establecimientos contaban con un braserillo con lumbre para los paños, mollejón para afilar las navajas, bacinillas de plata o metal fino, grandes espejos con lunas venecianas enmarcadas con molduras doradas, un recipiente de fina porcelana con agua fresca para las sanguijuelas, y todos los instrumentos de peluquería y sacamuelas.

No lejos de San Miguelito, como le llaman cariñosamente los antiguos habitantes del barrio, se encuentra el Rey del Pavo, único lugar en donde hacen apetitosa esa carne que suele ser seca e insípida. Hay dos establecimientos, en Palma 32 y Gante 1; este último es más bonito y además de cerveza ofrece buen vino por copa; tenía mesitas en la linda calle peatonal, pero disposiciones delegacionales, que esperamos sean temporales, las quitaron de la vía.