Qué lástima que la economía de Estados Unidos esté tan bien. Esta situación permite hacer algunas reflexiones. Primero, parece que el buen desempeño económico no puede sostenerse por mucho tiempo. Los mercados no resisten el éxito y tarde o temprano requieren de un ajuste. Entiéndase que eso significa el ajuste restrictivo en las ganancias de las empresas y el gasto de los consumidores. El crecimiento del producto en Estados Unidos se ha sostenido por varios años, y ahora comentan los analistas --que suelen ser tan atinados y probos a toro pasado-- que la fortaleza de la economía es mayor que lo estimado y, por ello, puede ser presa de presiones inflacionarias que tengan un efecto adverso en la asignación de los recursos y ponga en cuestionamiento la capacidad misma de expansión del producto.
El sobrecalentamiento de la economía significa que está creciendo la demanda más allá de las posibilidades de la capacidad instalada de proveer los bienes y servicios requeridos, y entonces la presión tiende a darse sobre los precios. Un ajuste planeado debe, pues, reducir la presión, y por ello la Reserva Federal fue preparando el terreno para un aumento de la tasa de interés, que finalmente ocurrió en la semana anterior. Las empresas verán crecer sus costos de financiamiento y las familias tendrán motivos para ahorrar más, desinflando las condiciones de operación de los mercados. No cabe duda que la Economía seguirá siendo una ciencia lúgubre.
La fortaleza de la economía tiene que controlarse y, con ella, todos aquellos factores que ponen en riesgo el bienestar de la gente, no vaya a ser que se acostumbren a vivir mejor, y deben ser conscientes de los límites en la apropiación de la riqueza. Después de todo, esta vida no es sino una estación en el viaje a la eternidad, en la que no habrá necesidades insatisfechas, y esto conforme a las visiones laicas del funcionamiento de los mercados.
En segundo lugar, la fortaleza de la economía de Estados Unidos también resulta estorbosa e incómoda para México. Mr. Greenspan decidió aumentar las tasas de interés en medio punto porcentual, y ello provoca varias cosas. Los mercados de dinero y capitales reaccionan muy rápido a los cambios en los rendimientos, se mueven con gran agilidad de un lugar a otro del mundo en busca de mayores ganancias. Por ello, en México tendrán que darse los ajustes, ya sea en las tasas de interés o en el tipo de cambio para hacer que los recursos invertidos aquí no se vayan y sigan llegando del exterior. Este ajuste no será benéfico en cuanto a las condiciones que son necesarias para la recuperación de la actividad económica, o sea, la mayor producción, empleo e ingresos.
Técnicamente los que hacen y participan de los mercados financieros, las autoridades monetarias y los agentes e intermediarios, suelen decir que el mercado descuenta por anticipado los efectos esperados de los cambios en las principales variables financieras. Eso bien puede ser cierto para el corto plazo y, en efecto, a pesar del alza de los réditos en Estados Unidos, las tasas de interés en México cayeron durante la última subasta de Cetes el pasado 24 de marzo. Pero lo que es relevante es la tendencia del desempeño económico y, por eso los efectos de más largo plazo de los ajustes observados. La gestión financiera de la economía sigue definida por las exigencias del corto plazo, pero lo que no se ve claro todavía es que se sienten las condiciones para una recuperación estable. Así, las expectativas siguen siendo de inestabilidad y de una insuficiente fortaleza de la economía. Si las cosas van mal en el norte, aquí se magnifican, y si van bien también tienen efectos perversos. Qué lúgubre es esta disciplina.