La inversión trasnacional, a países de bajos salarios
Andrea Becerril/II Ť Con la devaluación del peso, a fines de 1994, los empresarios estadunidenses dueños de las maquiladoras instaladas en la frontera norte de México tuvieron una ganancia inesperada de 750 millones de dólares por la disminución en el costo de la mano de obra.
Es claro que el Tratado de Libre Comercio (TLC) ha traído grandes utilidades a las trasnacionales que exportan a Estados Unidos desde la franja fronteriza, pero también lo es que el incremento del intercambio no ha beneficiado a los trabajadores de ninguno de los dos países, coinciden sindicalistas y académicos estadunidenses.
Aunque no se ha dado la fuga masiva de empleos a México temida por los sindicatos del vecino país -tan sólo 82 mil 223 trabajadores certificaron ante la administración Clinton haber sido afectados por el TLC hasta el año pasado-, hay una tendencia a disminuir estándares laborales, a acabar con los regímenes de seguridad social y con las legislaciones laborales tutelares y a romper el poder sindical, sostiene James Cavanaugh, dirigente de la AFL-CIO en Madison, Wisconsin.
En contraparte, Abraham Katz, presidente de una de las principales organizaciones patronales de Estados Unidos, The United States Council for International Business, advierte: ``Los sindicatos tienen que entender dos cosas: primero, que que el capital se irá a aquellos sitios donde los costos sean menores, y que hay una tendencia de las empresas en todo el mundo a bajar los costos no salariales''.
Entrevistado en sus oficinas de Nueva York, Katz sostiene que, ``pese a la crisis de México y a la decepción que provocó en Estados Unidos lo acontecido al final del sexenio de Carlos Salinas, el TLC va bien''.
Si no fuera por el Tratado, agrega, la crisis, ``resultado de un mal manejo de la política económica y financiera, hubiera sido peor''.
Hace notar que los sindicatos en Estados Unidos y Francia ``no están muy contentos con el comercio internacional porque tienen miedo a que la inversión se vaya a otros países con legislaciones menos proteccionistas. Hasta Alemania, que tiene el más alto nivel social y laboral del mundo, se ha visto obligada a bajar sus costos laborales para ser más competitiva''.
Representante de los inversionistas y hombres de negocios de Estados Unidos ante el gobierno de ese país y organismos comerciales internacionales como la OCDE, Katz sostiene que carecen de fundamento las críticas y temores de la AFL-CIO y sindicatos independientes mexicanos, toda vez que el TLC ``ha hecho crecer el comercio en los dos países y logrado que se queden en alguna de las dos naciones empleos que se hubieran ido a Asia''.
Las cifras de la AFL-CIO y los datos y estadísticas contenidas en el estudio elaborado por la Universidad de California, Tres años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, contradicen a Katz.
Según este último estudio, la inversión directa de Estados Unidos en México cayó 80.48 por ciento entre 1994 y 1996. El 58 por ciento del capital estadunidense, cerca de 11 mil millones de dólares, se dirigió a las maquiladoras.
Sin cumplirse, la prometida creación masiva de empleos en el TLC
Contra las promesas de los gobernantes que impulsaron la firma del TLC, éste no ha logrado la creación masiva de empleos en los países firmantes. El estudio de la Universidad de California, publicado en diciembre de 1996 y que elaboraron seis investigadores -entre ellos Raúl Hinojosa y Curt Dowds-, precisa que en 1994 se crearon en Estados Unidos 42 mil empleos directos por las exportaciones a México, pero a raíz de la devaluación del peso y la crisis de 1995, declinaron éstas y hubo una reducción de 33 mil trabajos.
Ese año, agrega el documento, además las importaciones estadunidenses de manufacturas a México, originaron otros 13 mil empleos menos. Para 1996, el tercer año del TLC, de nuevo las exportaciones estadunidenses soportaron el crecimiento de 26 mil empleos, y ``las expectativas son que se retornará al impacto positivo del empleo en la Unión Americana'' por las ventas de sus productos a nuestro país.
El déficit comercial que Estados Unidos tiene con México a partir del TLC -sólo en el primer año, las compras de productos mexicanos fueron superiores a las ventas y en los últimos años inferiores, de 5 mil 444 millones de dólares en 1996-, preocupa a los sindicatos estadunidenses, sobre todo porque, en los últimos 15 años, ha habido ``una ola de importaciones de manufacturas en aquel país, con un efecto devastador para los trabajadores, al perdese 2.6 millones de empleos en ese sector industrial''.
En cuanto a México, la AFL-CIO resalta que, ``contrariamente a lo que los impulsores del TLC aseguraron en el sentido de que ese acuerdo de libre comercio eliminaría la necesidad de establecer plantas maquiladoras fuera de Estados Unidos, hasta 1996, en la frontera mexicana se crearon 160 empresas que para el año 2000 generarán cerca de un millón de empleos''.
``La expansión de las maquiladoras confirma que producir en pesos, y vender en Estados Unidos por dólares genera muchas ganancias para las firmas multinacionales que operan a lo largo de la frontera mexicano-estadunidense'', precisa en un amplio análisis la AFL-CIO.
Cita declaraciones de William Smith, de KPMG Peat Marwick, quien sostiene: ``Tú nunca encontrarás mejor acuerdo si compras una compañía en México, donde los costos de las partes son extremadamente bajos y los precios están más bajos que nunca'', tanto que, después de la devaluación del peso, los empresarios de las trasnacionales en las maquilas fronterizas tuvieron una ganancia inesperada por más de 750 millones de dólares por el menor costo laboral de sus cerca de 700 mil trabajadores.
En la zona de las maquiladoras ni siquiera se respeta la Ley Federal del Trabajo, pues el gobierno mexicano ``prefiere pasar por alto las violaciones de las trasnacionales, a fin de atraer la inversión'', precisa Don Turner, presidente de la AFL-CIO en Chicago, y uno de los principales oponentes al TLC.
Y para ``los trabajadores mexicanos en general, la cosa es peor'', advierte la AFL-CIO. Señala que durante el régimen de Carlos Salinas, es decir, de 1988 a 1994, el salario mínimo cayó de 10.9 a 8.4 pesos, y a partir de la crisis de 1985, los niveles de vida de la población mexicana registraron una profunda caída.
Turner aclara que no están contra los trabajadores mexicanos ni esperan que se igualen los salarios de éstos con los que se perciben en Estados Unidos. El problema, agrega, es que los patrones amenazan con cerrar empresas e irse a establecer a los estados del sur -donde no hay sindicatos-, a México o a cualquier otro país en el que encuentren la mano de obra más barata.
Fuentes del Departamento de Estado resaltan, sin embargo, que es muy difícil determinar el efecto real del TLC sobre los trabajadores de México y Estados Unidos, porque hay muchos otros factores. ``El primer año, aún con Salinas, con el peso sobrevaluado, hubo muchas importaciones de México y todo mundo se sentía bien. En 1995 fue como caer en un precipicio, pero la situación se está normalizando''.