Aquí está nuestro consejo a los políticos que son los responsables de nuestros actuales problemas de drogas. Entiendan los resultados electorales en California y Arizona, donde los votantes demostraron que están preparados y dispuestos a adoptar formas más pragmáticas para abordar el tema de las drogas. La gente está harta de la guerra contra las drogas. Han perdido su fe. Desean una política sobre drogas más sana, y no más de la misma retórica vieja y nuevas cárceles cada año.
Empecemos con la verdad. Reconozcan, por ejemplo, que la gran mayoría de los 70 millones de estadunidenses que han usado drogas ilícitas no se han rendido a la narcoadicción. La mayoría de los estadunidenses que usan drogas ilícitas lo hace de forma responsable. Cuando se señala que ``casi tres cuartas partes de los que usan drogas están empleados'', utilicen eso como evidencia de que la mayoría son ciudadanos y em-pleados responsables, y no como una justificación para una cacería de brujas de exámenes de uso de droga en cada esquina de Estados Unidos. Dejen de pretender que no existe una diferencia entre el uso responsable e irresponsable de drogas, legales o ilegales.
Respétese la ciencia. Cuando la Academia Nacional de Ciencias del gobierno y virtualmente todo organismo de asesoramiento científico de expertos están de acuerdo en que hacer disponibles jeringas estériles a los drogadictos que se inyectan reduce la propagación del HIV sin incrementar el abuso de drogas, pongan atención.
Actuar pragmáticamente, no ideológicamente. El tratamiento de adictos sí puede funcionar, si se le da una mínima oportunidad. Pero el tratamiento es un asunto de diferentes formas para diferentes personas. Programas de 12 pasos y comunidades terapeúticas son lo que algunos desean y necesitan. Cuando se trata de la adición a la heroína, los científicos están de acuerdo en que la me-thadona es la mejor opción. Pero en este país todavía existe un estigma aso- ciado con esta opción, lo cual limita su disponibilidad.
Usen el sentido común. Todo lo que entendemos de la adición a las drogas nos demuestra que las opciones no son exclusivamente entre el abuso de droga y la abstinencia total. Cuando la gente reduce su uso de drogas, o lo limitan a momentos y lugares particulares, o consumen drogas en maneras menos peligro- sas, todo esto representa pasos en la dirección correcta.
Recuérdese la línea final. Los ciudadanos estadunidenses tienen el derecho de insistir en que sus funcionarios gubernamentales no desperdicien los fondos públicos en programas de buena cara que no logran nada. Un verdadero liderazgo político requiere de la valentía y honestidad de dejar a un lado las vacas sagradas de la guerra contra la droga --los esfuerzos de interdicción internacionales que no hacen nada para proteger los hogares y comunidades estadunidenses; algunos programas de educación (como DARE) que cuestan cientos de millones de dólares pero no educan o evitan de otra forma el abuso de drogas; prisiones federales y estatales para decenas de miles de violadores no violentos de las leyes antidroga. Dieciséis mil millones de dólares federales y tal vez lo doble en dólares estatales y locales es mucho dinero para gastar en una política antinarcóticos fracasada. Merecemos algo mejor.
Finalmente, dejen de pretender. Basta de pretender que todo llamado para una reforma en la política antinarcóticos es un caballo de Troya para la legalización. Las iniciativas en California y Arizona no se tratan de legalización, sino de políticas de droga más razonables. La mariguana médica, se trata de usar cualquier droga que funciona para aliviar dolores y náusea, y no de legalización. El intercambio de jeringas, se trata de reducir la propagación del sida, no legalización. Hablar honestamente sobre las diferencias entre el uso responsable e irresponsable de drogas, se trata de una honesta educación sobre drogas, no legalización. Y mantener a los violadores de las leyes antinarcóticos no violentos fuera de las cárceles, se trata de una buena política de control de crimen, no legalización.
Hay una forma mejor de enfrentar el asunto de las drogas en Estados Unidos. Sólo que necesitamos líderes con la valentía y honestidad para verdaderamente cambiar las políticas antinarcóticos de esta nación.
*Nadelmann es director del Lindesmith Center en Nueva York y uno de los analistas más prominentes de la problemática de la droga. Especial para La Jornada.