En un centro nocturno que está en Brighton Beach, en los terrenos de Brooklyn, en Nueva York; la Comunidad Ruso-Americana (Russian-American Community, así se hacen llamar aunque a Estados Unidos le falte la mayor parte del continente americano para llamarse América, y aunque varios de los rusos, gracias al desmembramiento de la geografía rusa, ya no son rusos) celebró recientemente el día de la mujer.
Con unos días de anticipación circularon por Nueva York los volantes que anunciaban el evento, con una misteriosa frase en letras capitulares: ``La perestroika va un paso más adelante''.
El día de la mujer rusa necesitaba de una estrella de renombre que amenizara la fiesta y que pusiera a bailar a la comunidad. Como las estrellas de renombre no querían ajustarse a los rublos simbólicos que se ofrecían, los ruso-americanos se vieron obligados a cambiar el ``renombre'', por un apellido renombrado. Raisa Chernina, la organizadora, marcó el teléfono del prospecto que vivía en Los Angeles y le ofreció pagarle el avión hasta Nueva York, con la promesa de que en la fiesta habría montones de gente nice, montones de comida y montones (¿montones?) de bebida. ``Esos tres montones me pasan un montón'', dijo aproximadamente el prospecto que ya estaba con sus maletas listas.
Los asistentes iban elegantemente vestidos, habían pagado entre 60 y 100 dólares para contemplar el espectáculo y, de paso, celebrar a las rusas que, en plan de celebrar a tope su día, se arrebataban las sillas de la primera fila o forzaban un buen hueco en el suelo para sacar fotografías. Las luces de la sala del Brighton Beach Club se apagaron para encenderse nada más sobre el anunciador que gritaba eufórico en las dos lenguas oficiales de esa noche: ¡Damas y caballeros! (redoble de tambor de las orillas del Volga) ¡con ustedes! (redoble-doble de tambor de las mismas orillas) ¡Roger Clinton! Entonces la luz abandonó al presentador y cayó sobre el cantante: un hombre de 40 años, gordo, con una sonrisota que era signo de que, al final de su actuación, pensaba arrasar con los tres montones prometidos. Empezó cantando su hit personal Ain't no sunshine when she's gone. Su banda que tocaba detrás de él, hacía bailar a los 200 asistentes desde los primeros compases. Roger Clinton aprovechó el primer puente musical para reafirmar lo que ya estaba sucediendo: ``levántense y bailen si quieren''; y unos instantes después, agregó esta hermosa obviedad folclórica: ``quizá tome un vasito de vodka''.
El salón, según el afortunado periodista que cubrió el evento, tenía alfombra carmesí, candelabros extra grandes y árboles de plástico. Mr. Clinton tocó 14 canciones, 90 minutos, de jazz, blues, soul y pop; lo último que cantó llevaba un curioso estribillo: ``Es mi vida, nunca he tomado más de lo que he dado''. El periodista escribe, a propósito del estribillo y de la duración del evento: ``Sí, pero ese sábado en la noche (Mr. Clinton) nos dio hasta que nos dolió''.
Los que asistieron a la celebración del día de la rusa, estaban más interesados en codeaarse con el medio hermano del presidente, que en la cuestionable solvencia musical del espectáculo. Roger asegura que su apellido lo perjudica: ``ha sido un verdadero estorbo. Lo sé, no estoy especulando, es un hecho''.
Cuando William Clinton era gobernador de Arkansas, autorizó un operativo contra los distribuidores de drogas. El operativo funcionó a la perfección, si descontamos que el grupo de distribuidores arrestados iba engalanado por Roger Clinton.
Hagamos un breve recorrido por la trayectoria artística de Roger: durante la campaña electoral de su hermano se entregó a la tarea de escribir el libro Growing up Clinton. Fue actor en la película Pumpkinhead 2. Ha trabajado esporádicamente de locutor de deportes en los programas Prime Network's y Tennis Extra Magazine. Su carrera musical se reduce a un solo álbum: Nothing good comes easy (Nada bueno llega fácil).
Al final del concierto de Brighton Beach, antes de acabar con esos tres montones que constituían sus honorarios, Roger reveló, postrado en su camerino, que actualmente se le están presentando más oportunidades. Y enumeró sus siguientes proyectos, que son dos: aparecer en la película Retroactive (no especificó cuánto durará su papel) que estelarizará Jim Belushi (quien curiosamente es el hermano cómodo del Belushi desaparecido) y participar en un episodio del programa de televisión Cybill.
Con una toalla en el cuello y un entusiasmo conmovedor, Roger hace un balance, en una sola frase, del estado actual de su trayectoria artística: ``Está comenzando a explotar''.