El gobierno de Ernesto Zedillo tiene una obsesión que raya casi en lo patológico: aparentar en Estados Unidos que las elecciones de 1997 serán democráticas (y que ya hay una transición en México), y es por ello que le urge a toda costa evitar los conflictos poselectorales. De ahí el financiamiento multimillonario a los partidos políticos (buscando subordinar a sus dirigencias) y la campaña de propaganda en los medios (para someter a los ciudadanos).
1. La realidad es otra: las elecciones federales de este año se darán una vez más en el marco de un sistema autoritario que se está refuncionalizando, pero en el cual los ciudadanos sólo tienen opciones muy limitadas, y para hacer valer su voto tendrían que imponerse a la fraudulenta maquinaria oficial.
2. En México no ha habido una ``transición democrática'', como pretenden los voceros del gobierno. Esta supuso en otros países un proceso político por el cual un régimen de rasgos democráticos sustituía a uno autoritario, pero aquí ésta sólo implica para Zedillo y los salinistas, cederle espacios a aquellos miembros de la oposición que sean funcionales al ``sistema'' (y al neoliberalismo) a fin de que éste se recicle y ellos continúen gobernando.
3. Lo más patético de este escenario es que ésa es también la posición de los consejeros electorales y funcionarios del IFE, que al tomar posesión pretendieron ser los impulsores de una supuesta ``transición'', y que en vez de trabajar en el desmantelamiento del ``sistema'' se han entregado ahora a una campaña propagandística para hacerle creer a los ciudadanos que las elecciones serán democráticas.
4. El escenario de 1997 es por todo esto el de una farsa seudo democrática: a) con el PRI pavoneándose como un organismo de Estado, b) Ernesto Zedillo y los salinistas actuando por encima de la legalidad y como agentes del extranjero, c) sin que exista un poder Judicial autónomo que controle al Ejecutivo, ni un verdadero Federalismo ni Municipios Libres, y d) con la narcomafia de Carlos Salinas controlando en plena impunidad las instituciones financieras y las principales empresas y decidiendo el futuro de México.
5. El ``sistema'' está en descomposición y el escenario electoral muy difícilmente abrirá una vía para el cambio.
6. Las elecciones de 1997 no serán democráticas por múltiples razones que los funcionarios del IFE pueden ignorar gracias a sus emolumentos de casi cien mil pesos al mes, siguiendo la política de la avestruz: a) no hay libertad de candidaturas pues las de los ciudadanos sin partido están impedidas y como no se aceptaron nuevos partidos los mexicanos no tienen más ``opción'' que el subsistema de partidos del ``ancien régime'', dominado por el PRI y sus satélites; b) no prevalece una equidad en la contienda ya que el PRI sigue siendo un partido de Estado; c) no existe una libertad de asociación sindical, de manera que trabajadores y campesinos son manipulados con prácticas antidemocráticas; y d) no hay una libertad de elección en virtud de que casi todos los medios deforman la información.
7. La posibilidad de que las elecciones sean limpias no existe tampoco, ya que éstas no tienen de hecho una organización autónoma y mientras los consejeros multiplican sus declaraciones la vieja estructura electoral profesional sigue trabajando a las órdenes de los gobernadores estatales, sin que exista la posibilidad legal de combatir los ilícitos ni de anular los comicios, al no haber un tribunal autónomo que califique las elecciones.
8. A esto hay que añadir un elemento mucho más grave, que los consejeros electorales pretenden también ignorar, y que es determinante para que millones de mexicanos no puedan expresar su voluntad, y es la situación que prevalece en el México rural. ¿Puede haber elecciones ``democráticas'' cuando no sólo en Chiapas sino en buena parte del territorio nacional el gobierno libra una verdadera guerra de baja intensidad contra los campesinos indígenas del país?
9. La costosa campaña de propaganda del Presidente y de los consejeros electorales del IFE no va a engañar a la prensa internacional ni a confundir a los mexicanos, y en consecuencia muy difícilmente las elecciones le darán al régimen una legitimidad de la cual carece.
10. El gobierno ``de Zedillo'' se equivoca en algo capital y es que no se puede gobernar por medio de la propaganda, pero también en otra cosa: la sociedad mexicana está en movimiento: más allá de los escenarios electorales.