Uno de los términos que la economía conservadora ha puesto de moda es el de desregulación. Se sostiene que la regulación de las actividades económicas es dañina, pues obstaculiza las decisiones de inversión de los empresarios, por lo que, en último término, resulta lesiva para el crecimiento de la economía.
Sin embargo, no siempre es adecuado extrapolar los principios de la economía doméstica al campo de la economía general, pecado que tiende a cometer la economía de derecha. Si en ciertos planos pueden ser efectivo que la regulación en exceso se ha convertido en una limitante del dinamismo de la economía, en otros aspectos la desregulación puede ser un elemento que contribuye a su desestabilización.
Una de las banderas de la economía conservadora es la desregulación del sistema financiero, con el argumento de que ella aumentaría la competencia en los mercados financieros, contribuyendo a tornar más eficiente la asignación de los recursos.
La puesta en práctica de estos planteamientos determinó que las restricciones al crédito se fueran aboliendo pero, simultáneamente, esto ocasionó el aumento de los niveles de fragilidad de la economía. Esto se puede advertir en diversos planos.
En primer término, uno de los resultados más importantes de la desregulación financiera ha sido la inestabilidad de los precios de los activos, tanto de las acciones como de los bienes raíces. El caso extremo se dio en Japón, país en el que, durante la segunda mitad de los ochenta, los precios de los activos se incrementaron más de 100 por ciento, para posteriormente caer casi 40 por ciento.
Segundo: la mayor facilidad para la obtención de créditos determinó el aumento en el endeudamiento de los consumidores, contribuyendo también a la reducción en el ahorro de las personas, dado que éste pudo ser sustituido por el crédito. Este endeudamiento incrementó los pagos por servicio de la deuda y determinó que muchas personas cayeran en la insolvencia.
En tercer término, el mayor endeudamiento de las empresas condujo a que una proporción creciente de las ganancias de las corporaciones tuviese que ser destinada al pago de intereses. En Estados Unidos, más de 30 por ciento de las ganancias brutas de las corporaciones está destinado al pago de intereses.
Cuarto: la fragilidad de las finanzas de las corporaciones ha generado una mayor fragilidad en el conjunto del sistema financiero.
En quinto lugar, el levantamiento de la regulación de las inversiones de las instituciones financieras les ocasionó graves pérdidas. Esto fue particularmente importante en las instituciones de ahorro y préstamo de Estados Unidos, que se vieron muy afectadas por sus préstamos a los países en desarrollo.
Por último, la desaparición del sistema de tipos de cambio fijo en 1973, la abolición de los controles de cambio y el retiro de la intervención gubernamental de los mercados de cambio han contribuido a la volatilidad de las divisas más importantes. Esto ha determinado que puedan obtener grandes ganancias a través de desplazamientos de fondos derivados de estas fluctuaciones, lo que ha conducido a que, en la actualidad, más de 90 por ciento de los flujos financieros internacionales no estén relacionados con el comercio.