La Jornada viernes 28 de marzo de 1997

Ethan Nadelman*
Estados Unidos no es certificable/I

El plan decenal de la Casa Blanca para reducir el consumo de drogas en este país ofrece más dinero y más cárceles, pero pocas ideas o nuevas iniciativas que indicaran que la administración Clinton haya aprendido algo del fracaso absoluto de los programas gubernamentales antinarcóticos en este país durante los últimos diez años.

El informe presentado por el zar antinarcóticos de la Casa Blanca, Barry McCaffrey, tiene un tono más suave que los emitidos por el primer zar de drogas, William Bennett. Ya no se habla de una ``guerra contra las drogas''. Ahora, las drogas son comparadas con un cáncer, algo que tiene que ser manejado, detenido y resistido. Se habla más de educación, tratamiento y hasta compasión, y tal vez un reconocimiento implícito de que soldados, policías y fiscales sólo pueden hacer algo y no todo.

Pero escarbe un poco más a fondo, y el carácter real del informe del zar antinarcóticos --y la estrategia de control de drogas para el país-- surgirá.

Es, a fin de cuentas, cobarde, deshonesto y un desperdicio de miles de millones de dólares de los contribuyentes de impuestos. La ceguera política se ha convertido en una ceguera intelectual. Los mitos son presentados como hechos, y los hechos son desestimados como mitos.

Tanto demócratas como republicanos señalan los años ochenta como el gran cuento de éxito de la política antinarcóticos de Estados Unidos. ¿Por qué? Porque fue la década durante la cual el número de estadunidenses que decían haber usado una droga ilícita durante el último mes o año se desplomó por la mitad.

Pero ¿qué tan significativo fue ese desplome en el uso de drogas ilícitas? Según la mayoría de las evaluaciones, esto incluía principalmente una drástica reducción en el número de yuppies que inhalaban cocaína y de jóvenes de preparatoria y universitarios que fumaban mariguana.

Hay otra forma de evaluar el éxito o fracaso de nuestras políticas antinarcóticos. En 1980 nadie sabía nada del crack. Para 1990, el crack se consideraba una plaga nacional. En 1980, 50 mil personas estaban encarceladas por haber violado alguna ley antidroga. Ahora, 400 mil están en prisión por haber violado una ley antinarcóticos. En 1980, el presupuesto federal para el control de narcóticos sumaba mil millones de dólares. Ahora es de 16 mil millones. En 1980 California, el estado más grande de la Unión, gastaba mucho más en la educación superior pública que en cárceles. Ahora, sus cárceles obtienen más dólares estatales que sus universidades.

Véase cualquier criterio de éxito o fracaso aparte del número de quienes usan drogas de forma casual, y 1980 sobresale como el punto más alto del éxito comparado con el presente.

Hay que reconocerlo: las drogas están aquí para quedarse. Nuestro desafío como individuos, comunidades y como nación no es la erradicación de la droga --ya que eso es una tarea imposible-- sino aprender cómo vivir con las drogas de manera que causen el mínimo daño y el máximo beneficio posible. Podemos manejar más efectivamente el abuso de drogas, pero únicamente si tenemos la voluntad de hablar franca y honestamente sobre la droga y en torno a las formas en que podemos enfrentar este problema.

*Nadelmann es director del Lindesmith Center en Nueva York y uno de los analistas más prominentes de la problemática de la droga. Especial para La Jornada.