Tres años sin Colosio
A 36 meses del asesinato de Colosio, ¿qué tenemos? Un crimen irresuelto que ha servido para alimentar sospechas, golpear y calumniar. Decenas de rumores que se interpretan con más o menos responsabilidad, conjeturas que se acumulan y la frustrante sensación de que estamos tan lejos de esclarecer lo sucedido aquel 23 de marzo de 1994 como al principio.
Tenemos, también, dos Colosios. Uno acartonado, con tintes de leyenda, ajeno a las personas de carne y hueso, mencionado en discursos, pero no rescatado en acciones concretas.
Sin embargo, hay otro Colosio. Este es el ser humano falible, el político que aprendía y que procuró acercarse a los ciudadanos con mayores carencias, tanto como presidente del partido como en su papel de secretario de Estado y luego candidato a la presidencia. Este es el Colosio perdido entre los discursos.
Hay algunos aspectos de su trayectoria que vale rescatar. Colosio asumió la candidatura más difícil que le ha tocado a ningún priísta en la historia del partido.
Su campaña se enfrentó a una doble dificultad. Por un lado, el escepticismo y la crítica soterrada de sectores del propio PRI. Por otro lado, se enfrentó con el escepticismo y la desconfianza de amplios sectores sociales que habían sido lastimados por el autoritarismo y la crisis.
Sabiendo de estos obstáculos, acometió su campaña con entusiasmo, dedicación y patriotismo. En esos pocos meses de recorrer la República tal vez no ganó la proyección a la que él aspiraba, pero rescató la confianza de grupos sociales y de las bases del partido que muchas veces habían sido marginadas. Más aún, se ganó el respeto de sus adversarios, que no enemigos, políticos. Esto no es poco.
A lo largo de su campaña propuso un cuerpo de ideas que tal vez no alcancen el tamaño de proyecto de gobierno, pero que en su médula representaron la formulación más acabada que el PRI había logrado en su historia.
Tres propuestas, de entre otras, destacan: el combate a la pobreza, la reforma del partido y la reforma del poder. En relación a la primera, Colosio supo hacerse eco de las muchas voces críticas que desde todos los ámbitos señalaban la pobreza como la tarea más urgente. Bajos niveles de vida y una enorme desigualdad social y económica son los mayores obstáculos para lograr una nación democrática, desarrollada, justa y soberana. El lo sabía y comprendía que era necesario llevar a cabo un esfuerzo extraordinario y central por parte del gobierno y de la sociedad.
La segunda propuesta, la de reformar al partido, fue bien recibida por priístas cansados del lineazo y de la disciplina acrítica. Colosio proponía cambiar al partido no por el camino de destruir sus estructuras, sino por el de su renovación. También deseaba que se crearan otras estructuras con grupos de ciudadanos emergentes que no encontraban cabida en otra parte. Quería un partido ganador y honesto.
Tal vez la más importante idea que lo animó al final de su vida fue la de reformar a fondo el poder. Cambiar a la política no solamente en su ámbito electoral, sino en cuatro aspectos fundamentales: en la relación gobierno-sociedad, en la relación entre Poderes y niveles de gobierno, en la relación gobierno-partidos y en la administración de la justicia.
Rescatar a Colosio sin retomar sus propuestas no sólo es un ejercicio aséptico sino falso. Su figura puede pasar a formar parte del panteón de los héroes o puede pasar a ser el político propositivo del que hay que atender y continuar sus ideales. El partido tiene la palabra, pero muchos nos quedamos con el segundo Colosio, porque al primero sólo se le recuerda el 23 de marzo, con discursos pero no con hechos.
En estos tiempos en que el partido y el país requieren redefinir métodos y objetivos, vale recordar sus palabras: ``Nosotros no le tememos a la competencia política, lo que rechazamos es la incompetencia política''.